La Taberna del Puerto Cleansailing
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  #26  
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Bien Malamar, definitivamente reconducido y salvado del tractorismo, a ver como seguimos....
addabaran, coordinaaaaa, que me habéis dejado atrás....
a ver: el hombre es regordete o es mi "hombre ideal"?
Un saludo.
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  #27  
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Predeterminado Re: Os propongo un juego

El Siete Mares
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  #28  
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Ya tenemos al primer muerto, el motor. Seguro que el inspector Malamar encontrará a su asesino.
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Siempre llevo un fino sedal, con un anzuelo y un señuelo en el bolsillo, para cuando llegue mi hora, y me halle navegando, con Caronte hacia el otro lado del río, aprovechar para hacer curri; pues no hay duda que daré mejor impresión, de presentarse ante el portero con unos buenos peces recién pescados como ofrenda.

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  #29  
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Ole Malamar, que ni pintao
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"No soy un fulano con la lágrima fácil, de esos que se quejan sólo por vicio.
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  #30  
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repetido
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  #31  
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addabaran, coordinaaaaa, que me habéis dejado atrás....
a ver: el hombre es regordete o es mi "hombre ideal"?
Un saludo.
El regordete es Manuel, el armador del Siete Mares, que Malamar ha sacado de un viejo y escuchimizado barco de pesca y lo ha elevado a un recio velero, sin embargo falta por describir al prota, bautizado como Esteban por Malamar, quien sabe a lo mejor éste es el hombre de tu vida y aun le faltan aventuras que correr.
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  #32  
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Sudoroso alzó la vista y observó la majestuosa silueta del Siete Mares, dibujándose perfecta contra el nitido azul de la mañana.
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  #33  
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Predeterminado Re: Os propongo un juego

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Originalmente publicado por addabaran Ver mensaje
El regordete es Manuel, el armador del Siete Mares, que Malamar ha sacado de un viejo y escuchimizado barco de pesca y lo ha elevado a un recio velero, sin embargo falta por describir al prota, bautizado como Esteban por Malamar, quien sabe a lo mejor éste es el hombre de tu vida y aun le faltan aventuras que correr.
El siete Mares es para hacer un novelón. Bravo Malamar. Lo que me refiero es que en el post nº 17 me habéis perdido.
Un saludo y buenas aventuras.
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  #34  
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Predeterminado Re: Os propongo un juego

[quote=pim;48687]Deslizaba los pies con parsimonia por el pantalán, arrastrando tras de sí su viejo petate cargado con las pocas pertenencias que necesitaba, un traje de aguas parcheado, un par de jerseys, ropa interior, una navaja multiusos, un viejo compás de marcaciones y poco más.

Todavía faltaban dos horas para amanecer y la niebla cubría el puerto emboscando el eco de la baliza del arrecife sur.

Los barcos, perfectamente alineados, dormitaban movidos perezosamente por las aguas, empapados por la humedad, hacía frío, desde luego no parecía un buen día para enrolarse en un velero del que no conocía más que su nombre, Siete Mares.
Cuando pensaba en el Siete Mares, veía ante todo un dibujo: El barco
de....*" y, sin darse cuenta va del dibujo al orginal.
Delante del Siete Mares comprende que la realidad es como una sucesión virtual de dibujos imaginarios, una línea suelta, rápida como la esfinge de una mujer
Las sombras de la noche rodean el barco, parecen líneas inmóviles que aguardan la mano del dibujante.
Le gusta llegar sin prisas, esperar a que amanezca y tranquilamente, sin despertar sus pensamientos medio dormidos, fumar pausadamente.
Con la vista clavada en el tupido horizonte, y a la espera de ver asomar allí las velas del Siete Mares, que tenía que recalar para embarcarlo, no cayó en aquel maldito clavo, que con el vaivén de las olas se había ido soltando del pantalán.
Lleno de herrumbre por todos lados, debía medir como poco unos siete centímetros, y en su parsimonioso y meditabunto arrastrar de pies, penetró, como lo hacen las malas ideas en la imaginación de la gente perversa, en su pie desnudo dejando entrever sus huesos y tiñendo rápidamente de rojo el suelo del pantalán.

El dolor era insoportable, se volvió hacia la salida del puerto, donde dejára estacionado su viejo coche; como pudo lo puso en marcha y se dirigio rápidamente al hospital mas cercano...
" Para un viejo pellejo como tu esto va a ser poca cosa- le espeto el ATS mientras intentaba camuflar el tamaño real de la jeringuilla que se proponia administrarle como prevencion antitetanica.
El se sonrio ante la estratagema del facultativo, totamente superflua para con ese viejo cuerpo suyo, verdadera antologia de desgarros y malos tajos acumulados en mil peleas de taberna portuaria requiriendo los favores de las bellas del lugar, cuando no mas prosaicamente haciendo de escudo a la averia de aparejo, si de improviso surgia a reclamar la vida del que se arriesga a traves del mar embravecido.

Con un dolor insoportable tras el pinchazo de la joven enfermera, regresó caminado torpemente hacia su coche, maldiciendose por no haber estado pendiente de ese maldito clavo oxidado. A pesar del dolor decidió que eso no le fastidiaría sus jornadas de navegación a bordo del Siete Mares.

Ya era tarde, había quedado con Manuel, el armador del Siete Mares a las ocho de la mañana pero el incidente lo había retrasado. Eran las nueve de la mañana, debía darse prisa si no quería quedarse en tierra. Arrancó y puso rumbo al puerto, deseando con todas sus fuerzas encontrar todavía amarrado aquel barco con el que tanto tiempo había soñado.

Casi derrapando, freno el coche en el estacionamiento del puerto, corrio, con dificultad, hacia el pantalán, donde debía encontrarse con Manuel y el soñado, Siete Mares. Finalmente lo encontró meciendose suavemente con la brisa y el oleaje, a bordo el sonriente Manuel, armador del Siete Mares.

El Siete Mares era un pequeño bote de pesca de escasos cinco metros de eslora, capaz de tender un trapo en un esmirriado palo, más pensado en mantener su precaria estabilidad que en la posibilidad de navegar con él, con un viejo motor Seagull fueraborda, que arrancaba cuando quería, y que dejaba tras si una humareda tan espesa que, Manuel, su armador siempre decía que facilitaba la pesca pues los peces nunca podían imaginar que tras esa densa nube pudiera haber un bote con sus dos pescadores, sus cañas y sus volantines.

No pudo ocultar fruncir el entrecejo al observar con detenimiento al Siete Mares, alguien le había jugado una mala pasada. En la agencia le aseguraron que éste era un buen encargo, debía pilotar un viejo velero de rancio abolengo en un viaje, cuyo destino era para él todavía una incognita, pero que le alejaría de tierra varios meses.

A decir verdad, el Siete Mares bien se podía decir que era rancio, pero desde luego no afloraba por ninguna parte su tan cacareado abolengo.

Manuel se dio cuenta de su sorpresa y sonrió divertido.

Era un hombre rechoncho, de mediana edad, su piel cetrina endurecida por el sol no ocultaba una mirada serena y pícara, que contrastaba con una ristra de dientes desalineados y amarillos que sobresalían de su ancha cara.

De un brinco bajo del Siete Mares y se plantó en el pantalán, le tendió la mano y estrechándosela le dijo:
_ Bienvenido por fin, Esteban, me alegro conocerte
-se acerco Manuel dandole efusivamente la mano, algo extrañado por verle en tan peor forma de lo que hubiera pensado nunca cuando le hablaron de él en las oficinas del Puerto, treinta años de Mercante, contramaestre de nombre usted el buque y la ruta, que habra estado antes o despues, sin familia conocida, solo sabe vivir embarcado y por el sueldo no se preocupe..no necesita el dinero...tan solo algo que le ayude a vivir hasta el dia siguiente sin que la soledad le pegue un mordisco por dentro-.
_Sube el petate a la chalupa y te llevo al Siete Mares...le tengo fondeado en
la bocana por lo que pesca, y voy y vengo con este bote...veras que peso demasiado para una de esas cosas ridiculas de goma,... me pareceria andar sentado en un anillo para almorranas...-añadio mientras se abria entero en otra gran risotada, ya feliz por la llegada de su nuevo patron y quizas...compañero.

El British Seagul arrancó inesperadamente a la primera, y el bote comenzó a moverse dejando tras de si una humareda tan espesa, fruto de la mezcla al doce por ciento que gastaba, que los demás barcos que nos cruzabamos hacían sonar su bocina, no sé si para saludar o porque creían realmente que la niebla era incipiente.
El mar estaba plano como un espejo pero el bote avanzaba trabajosamente, empujado por aquel motor como si se tratara de subir una empinada cuesta con una vespino; hasta que pocas brazadas antes de abordar al Siete Mares, una taquicardia redoblada por una arritmia, paró definitivamente a aquel motor, que sin duda tanta guerra había dado, y que nunca más conseguimos arrancar.
Alcanzamos el barco con un par de remadas.

( Estamos relatando en terceraaaaa personaaaaa)

Sudoroso alzó la vista y observó la majestuosa silueta del Siete Mares, dibujándose perfecta contra el nitido azul de la mañana.
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Predeterminado Re: Os propongo un juego

Cita:
( Estamos relatando en terceraaaaa personaaaaa)
Por mi ya está arreglado, corrigelo tu antes de que tomen este texto como referéncia
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Predeterminado Re: Os propongo un juego

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Deslizaba los pies con parsimonia por el pantalán, arrastrando tras de sí su viejo petate cargado con las pocas pertenencias que necesitaba, un traje de aguas parcheado, un par de jerseys, ropa interior, una navaja multiusos, un viejo compás de marcaciones y poco más.

Todavía faltaban dos horas para amanecer y la niebla cubría el puerto emboscando el eco de la baliza del arrecife sur.

Los barcos, perfectamente alineados, dormitaban movidos perezosamente por las aguas, empapados por la humedad, hacía frío, desde luego no parecía un buen día para enrolarse en un velero del que no conocía más que su nombre, Siete Mares.
Cuando pensaba en el Siete Mares, veía ante todo un dibujo: El barco
de....*" y, sin darse cuenta va del dibujo al orginal.
Delante del Siete Mares comprende que la realidad es como una sucesión virtual de dibujos imaginarios, una línea suelta, rápida como la esfinge de una mujer
Las sombras de la noche rodean el barco, parecen líneas inmóviles que aguardan la mano del dibujante.
Le gusta llegar sin prisas, esperar a que amanezca y tranquilamente, sin despertar sus pensamientos medio dormidos, fumar pausadamente.
Con la vista clavada en el tupido horizonte, y a la espera de ver asomar allí las velas del Siete Mares, que tenía que recalar para embarcarlo, no cayó en aquel maldito clavo, que con el vaivén de las olas se había ido soltando del pantalán.
Lleno de herrumbre por todos lados, debía medir como poco unos siete centímetros, y en su parsimonioso y meditabunto arrastrar de pies, penetró, como lo hacen las malas ideas en la imaginación de la gente perversa, en su pie desnudo dejando entrever sus huesos y tiñendo rápidamente de rojo el suelo del pantalán.

El dolor era insoportable, se volvió hacia la salida del puerto, donde dejára estacionado su viejo coche; como pudo lo puso en marcha y se dirigio rápidamente al hospital mas cercano...
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El se sonrio ante la estratagema del facultativo, totamente superflua para con ese viejo cuerpo suyo, verdadera antologia de desgarros y malos tajos acumulados en mil peleas de taberna portuaria requiriendo los favores de las bellas del lugar, cuando no mas prosaicamente haciendo de escudo a la averia de aparejo, si de improviso surgia a reclamar la vida del que se arriesga a traves del mar embravecido.

Con un dolor insoportable tras el pinchazo de la joven enfermera, regresó caminado torpemente hacia su coche, maldiciendose por no haber estado pendiente de ese maldito clavo oxidado. A pesar del dolor decidió que eso no le fastidiaría sus jornadas de navegación a bordo del Siete Mares.

Ya era tarde, había quedado con Manuel, el armador del Siete Mares a las ocho de la mañana pero el incidente lo había retrasado. Eran las nueve de la mañana, debía darse prisa si no quería quedarse en tierra. Arrancó y puso rumbo al puerto, deseando con todas sus fuerzas encontrar todavía amarrado aquel barco con el que tanto tiempo había soñado.

Casi derrapando, freno el coche en el estacionamiento del puerto, corrio, con dificultad, hacia el pantalán, donde debía encontrarse con Manuel y el soñado, Siete Mares. Finalmente lo encontró meciendose suavemente con la brisa y el oleaje, a bordo el sonriente Manuel, armador del Siete Mares.

El Siete Mares era un pequeño bote de pesca de escasos cinco metros de eslora, capaz de tender un trapo en un esmirriado palo, más pensado en mantener su precaria estabilidad que en la posibilidad de navegar con él, con un viejo motor Seagull fueraborda, que arrancaba cuando quería, y que dejaba tras si una humareda tan espesa que, Manuel, su armador siempre decía que facilitaba la pesca pues los peces nunca podían imaginar que tras esa densa nube pudiera haber un bote con sus dos pescadores, sus cañas y sus volantines.

No pudo ocultar fruncir el entrecejo al observar con detenimiento al Siete Mares, alguien le había jugado una mala pasada. En la agencia le aseguraron que éste era un buen encargo, debía pilotar un viejo velero de rancio abolengo en un viaje, cuyo destino era para él todavía una incognita, pero que le alejaría de tierra varios meses.

A decir verdad, el Siete Mares bien se podía decir que era rancio, pero desde luego no afloraba por ninguna parte su tan cacareado abolengo.

Manuel se dio cuenta de su sorpresa y sonrió divertido.

Era un hombre rechoncho, de mediana edad, su piel cetrina endurecida por el sol no ocultaba una mirada serena y pícara, que contrastaba con una ristra de dientes desalineados y amarillos que sobresalían de su ancha cara.

De un brinco bajo del Siete Mares y se plantó en el pantalán, le tendió la mano y estrechándosela le dijo:
_ Bienvenido por fin, Esteban, me alegro conocerte
-se acerco Manuel dandole efusivamente la mano, algo extrañado por verle en tan peor forma de lo que hubiera pensado nunca cuando le hablaron de él en las oficinas del Puerto, treinta años de Mercante, contramaestre de nombre usted el buque y la ruta, que habra estado antes o despues, sin familia conocida, solo sabe vivir embarcado y por el sueldo no se preocupe..no necesita el dinero...tan solo algo que le ayude a vivir hasta el dia siguiente sin que la soledad le pegue un mordisco por dentro-.
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El mar estaba plano como un espejo pero el bote avanzaba trabajosamente, empujado por aquel motor como si se tratara de subir una empinada cuesta con una vespino; hasta que pocas brazadas antes de abordar al Siete Mares, una taquicardia redoblada por una arritmia, paró definitivamente a aquel motor, que sin duda tanta guerra había dado, y que nunca más conseguirian arrancar.
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Anticipandose a su intriga por ver gente sobre el puente
Manuel se arranco a nuevas confesiones.
_ No, no creas que tengo ya la tripulacion completa...ojalá pero no..
de momento estoy arreglando lo mas gordo, son del varadero del Nautico que se han ofrecido a trabajar por su cuenta antes de empezar el tajo para el Comodoro...buena gente...el de arriba en las crucetas es un tal Embat, y revisando el motor un tal Panxut, a ese hay que dejarle que haga lo que se le emperejile..va a su aire..pero nunca le terminan sobrando piezas...las usa todas, aunque quizas para otra cosa distinta a la original...
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  #37  
Antiguo 27-02-2007, 19:25
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Deslizaba los pies con parsimonia por el pantalán, arrastrando tras de sí su viejo petate cargado con las pocas pertenencias que necesitaba, un traje de aguas parcheado, un par de jerseys, ropa interior, una navaja multiusos, un viejo compás de marcaciones y poco más.

Todavía faltaban dos horas para amanecer y la niebla cubría el puerto emboscando el eco de la baliza del arrecife sur.

Los barcos, perfectamente alineados, dormitaban movidos perezosamente por las aguas, empapados por la humedad, hacía frío, desde luego no parecía un buen día para enrolarse en un velero del que no conocía más que su nombre, Siete Mares.
Cuando pensaba en el Siete Mares, veía ante todo un dibujo: El barco
de....*" y, sin darse cuenta va del dibujo al orginal.
Delante del Siete Mares comprende que la realidad es como una sucesión virtual de dibujos imaginarios, una línea suelta, rápida como la esfinge de una mujer
Las sombras de la noche rodean el barco, parecen líneas inmóviles que aguardan la mano del dibujante.
Le gusta llegar sin prisas, esperar a que amanezca y tranquilamente, sin despertar sus pensamientos medio dormidos, fumar pausadamente.
Con la vista clavada en el tupido horizonte, y a la espera de ver asomar allí las velas del Siete Mares, que tenía que recalar para embarcarlo, no cayó en aquel maldito clavo, que con el vaivén de las olas se había ido soltando del pantalán.
Lleno de herrumbre por todos lados, debía medir como poco unos siete centímetros, y en su parsimonioso y meditabunto arrastrar de pies, penetró, como lo hacen las malas ideas en la imaginación de la gente perversa, en su pie desnudo dejando entrever sus huesos y tiñendo rápidamente de rojo el suelo del pantalán.

El dolor era insoportable, se volvió hacia la salida del puerto, donde dejára estacionado su viejo coche; como pudo lo puso en marcha y se dirigio rápidamente al hospital mas cercano...
" Para un viejo pellejo como tu esto va a ser poca cosa- le espeto el ATS mientras intentaba camuflar el tamaño real de la jeringuilla que se proponia administrarle como prevencion antitetanica.
El se sonrio ante la estratagema del facultativo, totamente superflua para con ese viejo cuerpo suyo, verdadera antologia de desgarros y malos tajos acumulados en mil peleas de taberna portuaria requiriendo los favores de las bellas del lugar, cuando no mas prosaicamente haciendo de escudo a la averia de aparejo, si de improviso surgia a reclamar la vida del que se arriesga a traves del mar embravecido.

Con un dolor insoportable tras el pinchazo de la joven enfermera, regresó caminado torpemente hacia su coche, maldiciendose por no haber estado pendiente de ese maldito clavo oxidado. A pesar del dolor decidió que eso no le fastidiaría sus jornadas de navegación a bordo del Siete Mares.

Ya era tarde, había quedado con Manuel, el armador del Siete Mares a las ocho de la mañana pero el incidente lo había retrasado. Eran las nueve de la mañana, debía darse prisa si no quería quedarse en tierra. Arrancó y puso rumbo al puerto, deseando con todas sus fuerzas encontrar todavía amarrado aquel barco con el que tanto tiempo había soñado.

Casi derrapando, freno el coche en el estacionamiento del puerto, corrio, con dificultad, hacia el pantalán, donde debía encontrarse con Manuel y el soñado, Siete Mares. Finalmente lo encontró meciendose suavemente con la brisa y el oleaje, a bordo el sonriente Manuel, armador del Siete Mares.

El Siete Mares era un pequeño bote de pesca de escasos cinco metros de eslora, capaz de tender un trapo en un esmirriado palo, más pensado en mantener su precaria estabilidad que en la posibilidad de navegar con él, con un viejo motor Seagull fueraborda, que arrancaba cuando quería, y que dejaba tras si una humareda tan espesa que, Manuel, su armador siempre decía que facilitaba la pesca pues los peces nunca podían imaginar que tras esa densa nube pudiera haber un bote con sus dos pescadores, sus cañas y sus volantines.

No pudo ocultar fruncir el entrecejo al observar con detenimiento al Siete Mares, alguien le había jugado una mala pasada. En la agencia le aseguraron que éste era un buen encargo, debía pilotar un viejo velero de rancio abolengo en un viaje, cuyo destino era para él todavía una incognita, pero que le alejaría de tierra varios meses.

A decir verdad, el Siete Mares bien se podía decir que era rancio, pero desde luego no afloraba por ninguna parte su tan cacareado abolengo.

Manuel se dio cuenta de su sorpresa y sonrió divertido.

Era un hombre rechoncho, de mediana edad, su piel cetrina endurecida por el sol no ocultaba una mirada serena y pícara, que contrastaba con una ristra de dientes desalineados y amarillos que sobresalían de su ancha cara.

De un brinco bajo del Siete Mares y se plantó en el pantalán, le tendió la mano y estrechándosela le dijo:
_ Bienvenido por fin, Esteban, me alegro conocerte
-se acerco Manuel dandole efusivamente la mano, algo extrañado por verle en tan peor forma de lo que hubiera pensado nunca cuando le hablaron de él en las oficinas del Puerto, treinta años de Mercante, contramaestre de nombre usted el buque y la ruta, que habra estado antes o despues, sin familia conocida, solo sabe vivir embarcado y por el sueldo no se preocupe..no necesita el dinero...tan solo algo que le ayude a vivir hasta el dia siguiente sin que la soledad le pegue un mordisco por dentro-.
_Sube el petate a la chalupa y te llevo al Siete Mares...le tengo fondeado en
la bocana por lo que pesca, y voy y vengo con este bote...veras que peso demasiado para una de esas cosas ridiculas de goma,... me pareceria andar sentado en un anillo para almorranas...-añadio mientras se abria entero en otra gran risotada, ya feliz por la llegada de su nuevo patron y quizas...compañero.

El British Seagul arrancó inesperadamente a la primera, y el bote comenzó a moverse dejando tras de si una humareda tan espesa, fruto de la mezcla al doce por ciento que gastaba, que los demás barcos que nos cruzabamos hacían sonar su bocina, no sé si para saludar o porque creían realmente que la niebla era incipiente.
El mar estaba plano como un espejo pero el bote avanzaba trabajosamente, empujado por aquel motor como si se tratara de subir una empinada cuesta con una vespino; hasta que pocas brazadas antes de abordar al Siete Mares, una taquicardia redoblada por una arritmia, paró definitivamente a aquel motor, que sin duda tanta guerra había dado, y que nunca más conseguirian arrancar.
Alcanzaron el barco con un par de remadas.

Sudoroso alzó la vista y observó la majestuosa silueta del Siete Mares, dibujándose perfecta contra el nitido azul de la mañana.

Anticipandose a su intriga por ver gente sobre el puente
Manuel se arranco a nuevas confesiones.
_ No, no creas que tengo ya la tripulacion completa...ojalá pero no..
de momento estoy arreglando lo mas gordo, son del varadero del Nautico que se han ofrecido a trabajar por su cuenta antes de empezar el tajo para el Comodoro...buena gente...el de arriba en las crucetas es un tal Embat, y revisando el motor un tal Panxut, a ese hay que dejarle que haga lo que se le emperejile..va a su aire..pero nunca le terminan sobrando piezas...las usa todas, aunque quizas para otra cosa distinta a la original...
__________________
Esteban sonrió y con una ligereza asombrosa trepó por la escala saltando a la cubierta, estaba deseoso de revisar su nuevo barco y discutir con el armador el destino de la singladura, todo parecía perfecto, aunque no se quitaba de la cabeza la advertencia que Manuel le había hecho sobre el tal Panxut, le intrigaba que era lo que hacía con sus herramientas y si debía temerle por ello.
__________________
La vela hay que velarla, y si no, no largarla


"No soy un fulano con la lágrima fácil, de esos que se quejan sólo por vicio.
Si la vida se deja yo le meto mano y si no aun me excita mi oficio ..............




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Predeterminado Re: Os propongo un juego

Deslizaba los pies con parsimonia por el pantalán, arrastrando tras de sí su viejo petate cargado con las pocas pertenencias que necesitaba, un traje de aguas parcheado, un par de jerseys, ropa interior, una navaja multiusos, un viejo compás de marcaciones y poco más.

Todavía faltaban dos horas para amanecer y la niebla cubría el puerto emboscando el eco de la baliza del arrecife sur.

Los barcos, perfectamente alineados, dormitaban movidos perezosamente por las aguas, empapados por la humedad, hacía frío, desde luego no parecía un buen día para enrolarse en un velero del que no conocía más que su nombre, Siete Mares.
Cuando pensaba en el Siete Mares, veía ante todo un dibujo: El barco
de....*" y, sin darse cuenta va del dibujo al orginal.
Delante del Siete Mares comprende que la realidad es como una sucesión virtual de dibujos imaginarios, una línea suelta, rápida como la esfinge de una mujer
Las sombras de la noche rodean el barco, parecen líneas inmóviles que aguardan la mano del dibujante.
Le gusta llegar sin prisas, esperar a que amanezca y tranquilamente, sin despertar sus pensamientos medio dormidos, fumar pausadamente.
Con la vista clavada en el tupido horizonte, y a la espera de ver asomar allí las velas del Siete Mares, que tenía que recalar para embarcarlo, no cayó en aquel maldito clavo, que con el vaivén de las olas se había ido soltando del pantalán.
Lleno de herrumbre por todos lados, debía medir como poco unos siete centímetros, y en su parsimonioso y meditabunto arrastrar de pies, penetró, como lo hacen las malas ideas en la imaginación de la gente perversa, en su pie desnudo dejando entrever sus huesos y tiñendo rápidamente de rojo el suelo del pantalán.

El dolor era insoportable, se volvió hacia la salida del puerto, donde dejára estacionado su viejo coche; como pudo lo puso en marcha y se dirigio rápidamente al hospital mas cercano...
" Para un viejo pellejo como tu esto va a ser poca cosa- le espeto el ATS mientras intentaba camuflar el tamaño real de la jeringuilla que se proponia administrarle como prevencion antitetanica.
El se sonrio ante la estratagema del facultativo, totamente superflua para con ese viejo cuerpo suyo, verdadera antologia de desgarros y malos tajos acumulados en mil peleas de taberna portuaria requiriendo los favores de las bellas del lugar, cuando no mas prosaicamente haciendo de escudo a la averia de aparejo, si de improviso surgia a reclamar la vida del que se arriesga a traves del mar embravecido.

Con un dolor insoportable tras el pinchazo de la joven enfermera, regresó caminado torpemente hacia su coche, maldiciendose por no haber estado pendiente de ese maldito clavo oxidado. A pesar del dolor decidió que eso no le fastidiaría sus jornadas de navegación a bordo del Siete Mares.

Ya era tarde, había quedado con Manuel, el armador del Siete Mares a las ocho de la mañana pero el incidente lo había retrasado. Eran las nueve de la mañana, debía darse prisa si no quería quedarse en tierra. Arrancó y puso rumbo al puerto, deseando con todas sus fuerzas encontrar todavía amarrado aquel barco con el que tanto tiempo había soñado.

Casi derrapando, freno el coche en el estacionamiento del puerto, corrio, con dificultad, hacia el pantalán, donde debía encontrarse con Manuel y el soñado, Siete Mares. Finalmente lo encontró meciendose suavemente con la brisa y el oleaje, a bordo el sonriente Manuel, armador del Siete Mares.

El Siete Mares era un pequeño bote de pesca de escasos cinco metros de eslora, capaz de tender un trapo en un esmirriado palo, más pensado en mantener su precaria estabilidad que en la posibilidad de navegar con él, con un viejo motor Seagull fueraborda, que arrancaba cuando quería, y que dejaba tras si una humareda tan espesa que, Manuel, su armador siempre decía que facilitaba la pesca pues los peces nunca podían imaginar que tras esa densa nube pudiera haber un bote con sus dos pescadores, sus cañas y sus volantines.

No pudo ocultar fruncir el entrecejo al observar con detenimiento al Siete Mares, alguien le había jugado una mala pasada. En la agencia le aseguraron que éste era un buen encargo, debía pilotar un viejo velero de rancio abolengo en un viaje, cuyo destino era para él todavía una incognita, pero que le alejaría de tierra varios meses.

A decir verdad, el Siete Mares bien se podía decir que era rancio, pero desde luego no afloraba por ninguna parte su tan cacareado abolengo.

Manuel se dio cuenta de su sorpresa y sonrió divertido.

Era un hombre rechoncho, de mediana edad, su piel cetrina endurecida por el sol no ocultaba una mirada serena y pícara, que contrastaba con una ristra de dientes desalineados y amarillos que sobresalían de su ancha cara.

De un brinco bajo del Siete Mares y se plantó en el pantalán, le tendió la mano y estrechándosela le dijo:
_ Bienvenido por fin, Esteban, me alegro conocerte
-se acerco Manuel dandole efusivamente la mano, algo extrañado por verle en tan peor forma de lo que hubiera pensado nunca cuando le hablaron de él en las oficinas del Puerto, treinta años de Mercante, contramaestre de nombre usted el buque y la ruta, que habra estado antes o despues, sin familia conocida, solo sabe vivir embarcado y por el sueldo no se preocupe..no necesita el dinero...tan solo algo que le ayude a vivir hasta el dia siguiente sin que la soledad le pegue un mordisco por dentro-.
_Sube el petate a la chalupa y te llevo al Siete Mares...le tengo fondeado en
la bocana por lo que pesca, y voy y vengo con este bote...veras que peso demasiado para una de esas cosas ridiculas de goma,... me pareceria andar sentado en un anillo para almorranas...-añadio mientras se abria entero en otra gran risotada, ya feliz por la llegada de su nuevo patron y quizas...compañero.

El British Seagul arrancó inesperadamente a la primera, y el bote comenzó a moverse dejando tras de si una humareda tan espesa, fruto de la mezcla al doce por ciento que gastaba, que los demás barcos que nos cruzabamos hacían sonar su bocina, no sé si para saludar o porque creían realmente que la niebla era incipiente.
El mar estaba plano como un espejo pero el bote avanzaba trabajosamente, empujado por aquel motor como si se tratara de subir una empinada cuesta con una vespino; hasta que pocas brazadas antes de abordar al Siete Mares, una taquicardia redoblada por una arritmia, paró definitivamente a aquel motor, que sin duda tanta guerra había dado, y que nunca más conseguirian arrancar.
Alcanzaron el barco con un par de remadas.

Sudoroso alzó la vista y observó la majestuosa silueta del Siete Mares, dibujándose perfecta contra el nitido azul de la mañana.

Anticipandose a su intriga por ver gente sobre el puente
Manuel se arranco a nuevas confesiones.
_ No, no creas que tengo ya la tripulacion completa...ojalá pero no..
de momento estoy arreglando lo mas gordo, son del varadero del Nautico que se han ofrecido a trabajar por su cuenta antes de empezar el tajo para el Comodoro...buena gente...el de arriba en las crucetas es un tal Embat, y revisando el motor un tal Panxut, a ese hay que dejarle que haga lo que se le emperejile..va a su aire..pero nunca le terminan sobrando piezas...las usa todas, aunque quizas para otra cosa distinta a la original...

Esteban sonrió y con una ligereza asombrosa trepó por la escala saltando a la cubierta, estaba deseoso de revisar su nuevo barco y discutir con el armador el destino de la singladura, todo parecía perfecto, aunque no se quitaba de la cabeza la advertencia que Manuel le había hecho sobre el tal Panxut, le intrigaba lo que hacía con las herramientas y si debía temerle por ello.
__________________
La vela hay que velarla, y si no, no largarla


"No soy un fulano con la lágrima fácil, de esos que se quejan sólo por vicio.
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Predeterminado Re: Os propongo un juego

Deslizaba los pies con parsimonia por el pantalán, arrastrando tras de sí su viejo petate cargado con las pocas pertenencias que necesitaba, un traje de aguas parcheado, un par de jerseys, ropa interior, una navaja multiusos, un viejo compás de marcaciones y poco más.

Todavía faltaban dos horas para amanecer y la niebla cubría el puerto emboscando el eco de la baliza del arrecife sur.

Los barcos, perfectamente alineados, dormitaban movidos perezosamente por las aguas, empapados por la humedad, hacía frío, desde luego no parecía un buen día para enrolarse en un velero del que no conocía más que su nombre, Siete Mares.
Cuando pensaba en el Siete Mares, veía ante todo un dibujo: El barco
de....*" y, sin darse cuenta va del dibujo al orginal.
Delante del Siete Mares comprende que la realidad es como una sucesión virtual de dibujos imaginarios, una línea suelta, rápida como la esfinge de una mujer
Las sombras de la noche rodean el barco, parecen líneas inmóviles que aguardan la mano del dibujante.
Le gusta llegar sin prisas, esperar a que amanezca y tranquilamente, sin despertar sus pensamientos medio dormidos, fumar pausadamente.
Con la vista clavada en el tupido horizonte, y a la espera de ver asomar allí las velas del Siete Mares, que tenía que recalar para embarcarlo, no cayó en aquel maldito clavo, que con el vaivén de las olas se había ido soltando del pantalán.
Lleno de herrumbre por todos lados, debía medir como poco unos siete centímetros, y en su parsimonioso y meditabunto arrastrar de pies, penetró, como lo hacen las malas ideas en la imaginación de la gente perversa, en su pie desnudo dejando entrever sus huesos y tiñendo rápidamente de rojo el suelo del pantalán.

El dolor era insoportable, se volvió hacia la salida del puerto, donde dejára estacionado su viejo coche; como pudo lo puso en marcha y se dirigio rápidamente al hospital mas cercano...
" Para un viejo pellejo como tu esto va a ser poca cosa- le espeto el ATS mientras intentaba camuflar el tamaño real de la jeringuilla que se proponia administrarle como prevencion antitetanica.
El se sonrio ante la estratagema del facultativo, totamente superflua para con ese viejo cuerpo suyo, verdadera antologia de desgarros y malos tajos acumulados en mil peleas de taberna portuaria requiriendo los favores de las bellas del lugar, cuando no mas prosaicamente haciendo de escudo a la averia de aparejo, si de improviso surgia a reclamar la vida del que se arriesga a traves del mar embravecido.

Con un dolor insoportable tras el pinchazo de la joven enfermera, regresó caminado torpemente hacia su coche, maldiciendose por no haber estado pendiente de ese maldito clavo oxidado. A pesar del dolor decidió que eso no le fastidiaría sus jornadas de navegación a bordo del Siete Mares.

Ya era tarde, había quedado con Manuel, el armador del Siete Mares a las ocho de la mañana pero el incidente lo había retrasado. Eran las nueve de la mañana, debía darse prisa si no quería quedarse en tierra. Arrancó y puso rumbo al puerto, deseando con todas sus fuerzas encontrar todavía amarrado aquel barco con el que tanto tiempo había soñado.

Casi derrapando, freno el coche en el estacionamiento del puerto, corrio, con dificultad, hacia el pantalán, donde debía encontrarse con Manuel y el soñado, Siete Mares. Finalmente lo encontró meciendose suavemente con la brisa y el oleaje, a bordo el sonriente Manuel, armador del Siete Mares.

El Siete Mares era un pequeño bote de pesca de escasos cinco metros de eslora, capaz de tender un trapo en un esmirriado palo, más pensado en mantener su precaria estabilidad que en la posibilidad de navegar con él, con un viejo motor Seagull fueraborda, que arrancaba cuando quería, y que dejaba tras si una humareda tan espesa que, Manuel, su armador siempre decía que facilitaba la pesca pues los peces nunca podían imaginar que tras esa densa nube pudiera haber un bote con sus dos pescadores, sus cañas y sus volantines.

No pudo ocultar fruncir el entrecejo al observar con detenimiento al Siete Mares, alguien le había jugado una mala pasada. En la agencia le aseguraron que éste era un buen encargo, debía pilotar un viejo velero de rancio abolengo en un viaje, cuyo destino era para él todavía una incognita, pero que le alejaría de tierra varios meses.

A decir verdad, el Siete Mares bien se podía decir que era rancio, pero desde luego no afloraba por ninguna parte su tan cacareado abolengo.

Manuel se dio cuenta de su sorpresa y sonrió divertido.

Era un hombre rechoncho, de mediana edad, su piel cetrina endurecida por el sol no ocultaba una mirada serena y pícara, que contrastaba con una ristra de dientes desalineados y amarillos que sobresalían de su ancha cara.

De un brinco bajo del Siete Mares y se plantó en el pantalán, le tendió la mano y estrechándosela le dijo:
_ Bienvenido por fin, Esteban, me alegro conocerte
-se acerco Manuel dandole efusivamente la mano, algo extrañado por verle en tan peor forma de lo que hubiera pensado nunca cuando le hablaron de él en las oficinas del Puerto, treinta años de Mercante, contramaestre de nombre usted el buque y la ruta, que habra estado antes o despues, sin familia conocida, solo sabe vivir embarcado y por el sueldo no se preocupe..no necesita el dinero...tan solo algo que le ayude a vivir hasta el dia siguiente sin que la soledad le pegue un mordisco por dentro-.
_Sube el petate a la chalupa y te llevo al Siete Mares...le tengo fondeado en
la bocana por lo que pesca, y voy y vengo con este bote...veras que peso demasiado para una de esas cosas ridiculas de goma,... me pareceria andar sentado en un anillo para almorranas...-añadio mientras se abria entero en otra gran risotada, ya feliz por la llegada de su nuevo patron y quizas...compañero.

El British Seagul arrancó inesperadamente a la primera, y el bote comenzó a moverse dejando tras de si una humareda tan espesa, fruto de la mezcla al doce por ciento que gastaba, que los demás barcos que nos cruzabamos hacían sonar su bocina, no sé si para saludar o porque creían realmente que la niebla era incipiente.
El mar estaba plano como un espejo pero el bote avanzaba trabajosamente, empujado por aquel motor como si se tratara de subir una empinada cuesta con una vespino; hasta que pocas brazadas antes de abordar al Siete Mares, una taquicardia redoblada por una arritmia, paró definitivamente a aquel motor, que sin duda tanta guerra había dado, y que nunca más conseguirian arrancar.
Alcanzaron el barco con un par de remadas.

Sudoroso alzó la vista y observó la majestuosa silueta del Siete Mares, dibujándose perfecta contra el nitido azul de la mañana.

Anticipandose a su intriga por ver gente sobre el puente
Manuel se arranco a nuevas confesiones.
_ No, no creas que tengo ya la tripulacion completa...ojalá pero no..
de momento estoy arreglando lo mas gordo, son del varadero del Nautico que se han ofrecido a trabajar por su cuenta antes de empezar el tajo para el Comodoro...buena gente...el de arriba en las crucetas es un tal Embat, y revisando el motor un tal Panxut, a ese hay que dejarle que haga lo que se le emperejile..va a su aire..pero nunca le terminan sobrando piezas...las usa todas, aunque quizas para otra cosa distinta a la original...

Esteban sonrió y con una ligereza asombrosa trepó por la escala saltando a la cubierta, estaba deseoso de revisar su nuevo barco y discutir con el armador el destino de la singladura, todo parecía perfecto, aunque no se quitaba de la cabeza la advertencia que Manuel le había hecho sobre el tal Panxut, le intrigaba lo que hacía con las herramientas y si debía temerle por ello.
Una ligereza impropia de un hombre que anda cojo, porque el pie le dolía un huevo. Le dolía y palpitaba como si su corazón se hubiese desplazado hasta esa extremidad.
Sin embargo Esteban estaba acostumbrado a soportar el dolor, y solo una mueca le delataba cuando involuntariamente daba con su pie en el suelo.
__________________
Siempre llevo un fino sedal, con un anzuelo y un señuelo en el bolsillo, para cuando llegue mi hora, y me halle navegando, con Caronte hacia el otro lado del río, aprovechar para hacer curri; pues no hay duda que daré mejor impresión, de presentarse ante el portero con unos buenos peces recién pescados como ofrenda.

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Deslizaba los pies con parsimonia por el pantalán, arrastrando tras de sí su viejo petate cargado con las pocas pertenencias que necesitaba, un traje de aguas parcheado, un par de jerseys, ropa interior, una navaja multiusos, un viejo compás de marcaciones y poco más.

Todavía faltaban dos horas para amanecer y la niebla cubría el puerto emboscando el eco de la baliza del arrecife sur.

Los barcos, perfectamente alineados, dormitaban movidos perezosamente por las aguas, empapados por la humedad, hacía frío, desde luego no parecía un buen día para enrolarse en un velero del que no conocía más que su nombre, Siete Mares.
Cuando pensaba en el Siete Mares, veía ante todo un dibujo: El barco
de....*" y, sin darse cuenta va del dibujo al orginal.
Delante del Siete Mares comprende que la realidad es como una sucesión virtual de dibujos imaginarios, una línea suelta, rápida como la esfinge de una mujer
Las sombras de la noche rodean el barco, parecen líneas inmóviles que aguardan la mano del dibujante.
Le gusta llegar sin prisas, esperar a que amanezca y tranquilamente, sin despertar sus pensamientos medio dormidos, fumar pausadamente.
Con la vista clavada en el tupido horizonte, y a la espera de ver asomar allí las velas del Siete Mares, que tenía que recalar para embarcarlo, no cayó en aquel maldito clavo, que con el vaivén de las olas se había ido soltando del pantalán.
Lleno de herrumbre por todos lados, debía medir como poco unos siete centímetros, y en su parsimonioso y meditabunto arrastrar de pies, penetró, como lo hacen las malas ideas en la imaginación de la gente perversa, en su pie desnudo dejando entrever sus huesos y tiñendo rápidamente de rojo el suelo del pantalán.

El dolor era insoportable, se volvió hacia la salida del puerto, donde dejára estacionado su viejo coche; como pudo lo puso en marcha y se dirigio rápidamente al hospital mas cercano...
" Para un viejo pellejo como tu esto va a ser poca cosa- le espeto el ATS mientras intentaba camuflar el tamaño real de la jeringuilla que se proponia administrarle como prevencion antitetanica.
El se sonrio ante la estratagema del facultativo, totamente superflua para con ese viejo cuerpo suyo, verdadera antologia de desgarros y malos tajos acumulados en mil peleas de taberna portuaria requiriendo los favores de las bellas del lugar, cuando no mas prosaicamente haciendo de escudo a la averia de aparejo, si de improviso surgia a reclamar la vida del que se arriesga a traves del mar embravecido.

Con un dolor insoportable tras el pinchazo de la joven enfermera, regresó caminado torpemente hacia su coche, maldiciendose por no haber estado pendiente de ese maldito clavo oxidado. A pesar del dolor decidió que eso no le fastidiaría sus jornadas de navegación a bordo del Siete Mares.

Ya era tarde, había quedado con Manuel, el armador del Siete Mares a las ocho de la mañana pero el incidente lo había retrasado. Eran las nueve de la mañana, debía darse prisa si no quería quedarse en tierra. Arrancó y puso rumbo al puerto, deseando con todas sus fuerzas encontrar todavía amarrado aquel barco con el que tanto tiempo había soñado.

Casi derrapando, freno el coche en el estacionamiento del puerto, corrio, con dificultad, hacia el pantalán, donde debía encontrarse con Manuel y el soñado, Siete Mares. Finalmente lo encontró meciendose suavemente con la brisa y el oleaje, a bordo el sonriente Manuel, armador del Siete Mares.

El Siete Mares era un pequeño bote de pesca de escasos cinco metros de eslora, capaz de tender un trapo en un esmirriado palo, más pensado en mantener su precaria estabilidad que en la posibilidad de navegar con él, con un viejo motor Seagull fueraborda, que arrancaba cuando quería, y que dejaba tras si una humareda tan espesa que, Manuel, su armador siempre decía que facilitaba la pesca pues los peces nunca podían imaginar que tras esa densa nube pudiera haber un bote con sus dos pescadores, sus cañas y sus volantines.

No pudo ocultar fruncir el entrecejo al observar con detenimiento al Siete Mares, alguien le había jugado una mala pasada. En la agencia le aseguraron que éste era un buen encargo, debía pilotar un viejo velero de rancio abolengo en un viaje, cuyo destino era para él todavía una incognita, pero que le alejaría de tierra varios meses.

A decir verdad, el Siete Mares bien se podía decir que era rancio, pero desde luego no afloraba por ninguna parte su tan cacareado abolengo.

Manuel se dio cuenta de su sorpresa y sonrió divertido.

Era un hombre rechoncho, de mediana edad, su piel cetrina endurecida por el sol no ocultaba una mirada serena y pícara, que contrastaba con una ristra de dientes desalineados y amarillos que sobresalían de su ancha cara.

De un brinco bajo del Siete Mares y se plantó en el pantalán, le tendió la mano y estrechándosela le dijo:
_ Bienvenido por fin, Esteban, me alegro conocerte
-se acerco Manuel dandole efusivamente la mano, algo extrañado por verle en tan peor forma de lo que hubiera pensado nunca cuando le hablaron de él en las oficinas del Puerto, treinta años de Mercante, contramaestre de nombre usted el buque y la ruta, que habra estado antes o despues, sin familia conocida, solo sabe vivir embarcado y por el sueldo no se preocupe..no necesita el dinero...tan solo algo que le ayude a vivir hasta el dia siguiente sin que la soledad le pegue un mordisco por dentro-.
_Sube el petate a la chalupa y te llevo al Siete Mares...le tengo fondeado en
la bocana por lo que pesca, y voy y vengo con este bote...veras que peso demasiado para una de esas cosas ridiculas de goma,... me pareceria andar sentado en un anillo para almorranas...-añadio mientras se abria entero en otra gran risotada, ya feliz por la llegada de su nuevo patron y quizas...compañero.

El British Seagul arrancó inesperadamente a la primera, y el bote comenzó a moverse dejando tras de si una humareda tan espesa, fruto de la mezcla al doce por ciento que gastaba, que los demás barcos que nos cruzabamos hacían sonar su bocina, no sé si para saludar o porque creían realmente que la niebla era incipiente.
El mar estaba plano como un espejo pero el bote avanzaba trabajosamente, empujado por aquel motor como si se tratara de subir una empinada cuesta con una vespino; hasta que pocas brazadas antes de abordar al Siete Mares, una taquicardia redoblada por una arritmia, paró definitivamente a aquel motor, que sin duda tanta guerra había dado, y que nunca más conseguirian arrancar.
Alcanzaron el barco con un par de remadas.

Sudoroso alzó la vista y observó la majestuosa silueta del Siete Mares, dibujándose perfecta contra el nitido azul de la mañana.

Anticipandose a su intriga por ver gente sobre el puente
Manuel se arranco a nuevas confesiones.
_ No, no creas que tengo ya la tripulacion completa...ojalá pero no..
de momento estoy arreglando lo mas gordo, son del varadero del Nautico que se han ofrecido a trabajar por su cuenta antes de empezar el tajo para el Comodoro...buena gente...el de arriba en las crucetas es un tal Embat, y revisando el motor un tal Panxut, a ese hay que dejarle que haga lo que se le emperejile..va a su aire..pero nunca le terminan sobrando piezas...las usa todas, aunque quizas para otra cosa distinta a la original...

Esteban sonrió y con una ligereza asombrosa trepó por la escala saltando a la cubierta, estaba deseoso de revisar su nuevo barco y discutir con el armador el destino de la singladura, todo parecía perfecto, aunque no se quitaba de la cabeza la advertencia que Manuel le había hecho sobre el tal Panxut, le intrigaba lo que hacía con las herramientas y si debía temerle por ello.
Una ligereza impropia de un hombre que anda cojo, porque el pie le dolía un huevo. Le dolía y palpitaba como si su corazón se hubiese desplazado hasta esa extremidad.
Sin embargo Esteban estaba acostumbrado a soportar el dolor, y solo una mueca le delataba cuando involuntariamente daba con su pie en el suelo, pero curtido como estaba en mil batallas, no se iba a arredrar por un pequeño corte en su pie, aun recordaba aquel ataque de un tiburón tigre que había arponeado en Thaiti y que aun moribundo casi le arranca su brazo derecho.
__________________
La vela hay que velarla, y si no, no largarla


"No soy un fulano con la lágrima fácil, de esos que se quejan sólo por vicio.
Si la vida se deja yo le meto mano y si no aun me excita mi oficio ..............




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No vale, os habéis saltado mi párrafo.
En fin...
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Predeterminado Re: Os propongo un juego

cuando súbitamente, sonó ese horrible sonido, el mismo que cada dia le impedia conocer la historia del siete mares, maldito despertador !!!

es broma no lo añadais por favor.
Seguid con la historia

__________________
No se trata de ver algo que nadie haya visto jamás, se trata de ver algo nuevo y diferente en lo que todo el mundo ve.
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  #43  
Antiguo 27-02-2007, 21:16
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Predeterminado Re: Os propongo un juego

[quote=addabaran;48721]Deslizaba los pies con parsimonia por el pantalán, arrastrando tras de sí su viejo petate cargado con las pocas pertenencias que necesitaba, un traje de aguas parcheado, un par de jerseys, ropa interior, una navaja multiusos, un viejo compás de marcaciones y poco más.

Todavía faltaban dos horas para amanecer y la niebla cubría el puerto emboscando el eco de la baliza del arrecife sur.

Los barcos, perfectamente alineados, dormitaban movidos perezosamente por las aguas, empapados por la humedad, hacía frío, desde luego no parecía un buen día para enrolarse en un velero del que no conocía más que su nombre, Siete Mares.
Cuando pensaba en el Siete Mares, veía ante todo un dibujo: El barco
de....*" y, sin darse cuenta va del dibujo al orginal.
Delante del Siete Mares comprende que la realidad es como una sucesión virtual de dibujos imaginarios, una línea suelta, rápida como la esfinge de una mujer
Las sombras de la noche rodean el barco, parecen líneas inmóviles que aguardan la mano del dibujante.
Le gusta llegar sin prisas, esperar a que amanezca y tranquilamente, sin despertar sus pensamientos medio dormidos, fumar pausadamente.
Con la vista clavada en el tupido horizonte, y a la espera de ver asomar allí las velas del Siete Mares, que tenía que recalar para embarcarlo, no cayó en aquel maldito clavo, que con el vaivén de las olas se había ido soltando del pantalán.
Lleno de herrumbre por todos lados, debía medir como poco unos siete centímetros, y en su parsimonioso y meditabunto arrastrar de pies, penetró, como lo hacen las malas ideas en la imaginación de la gente perversa, en su pie desnudo dejando entrever sus huesos y tiñendo rápidamente de rojo el suelo del pantalán.

El dolor era insoportable, se volvió hacia la salida del puerto, donde dejára estacionado su viejo coche; como pudo lo puso en marcha y se dirigio rápidamente al hospital mas cercano...
" Para un viejo pellejo como tu esto va a ser poca cosa- le espeto el ATS mientras intentaba camuflar el tamaño real de la jeringuilla que se proponia administrarle como prevencion antitetanica.
El se sonrio ante la estratagema del facultativo, totamente superflua para con ese viejo cuerpo suyo, verdadera antologia de desgarros y malos tajos acumulados en mil peleas de taberna portuaria requiriendo los favores de las bellas del lugar, cuando no mas prosaicamente haciendo de escudo a la averia de aparejo, si de improviso surgia a reclamar la vida del que se arriesga a traves del mar embravecido.

Con un dolor insoportable tras el pinchazo de la joven enfermera, regresó caminado torpemente hacia su coche, maldiciendose por no haber estado pendiente de ese maldito clavo oxidado. A pesar del dolor decidió que eso no le fastidiaría sus jornadas de navegación a bordo del Siete Mares.

Ya era tarde, había quedado con Manuel, el armador del Siete Mares a las ocho de la mañana pero el incidente lo había retrasado. Eran las nueve de la mañana, debía darse prisa si no quería quedarse en tierra. Arrancó y puso rumbo al puerto, deseando con todas sus fuerzas encontrar todavía amarrado aquel barco con el que tanto tiempo había soñado.

Casi derrapando, freno el coche en el estacionamiento del puerto, corrio, con dificultad, hacia el pantalán, donde debía encontrarse con Manuel y el soñado, Siete Mares. Finalmente lo encontró meciendose suavemente con la brisa y el oleaje, a bordo el sonriente Manuel, armador del Siete Mares.

El Siete Mares era un pequeño bote de pesca de escasos cinco metros de eslora, capaz de tender un trapo en un esmirriado palo, más pensado en mantener su precaria estabilidad que en la posibilidad de navegar con él, con un viejo motor Seagull fueraborda, que arrancaba cuando quería, y que dejaba tras si una humareda tan espesa que, Manuel, su armador siempre decía que facilitaba la pesca pues los peces nunca podían imaginar que tras esa densa nube pudiera haber un bote con sus dos pescadores, sus cañas y sus volantines.

No pudo ocultar fruncir el entrecejo al observar con detenimiento al Siete Mares, alguien le había jugado una mala pasada. En la agencia le aseguraron que éste era un buen encargo, debía pilotar un viejo velero de rancio abolengo en un viaje, cuyo destino era para él todavía una incognita, pero que le alejaría de tierra varios meses.

A decir verdad, el Siete Mares bien se podía decir que era rancio, pero desde luego no afloraba por ninguna parte su tan cacareado abolengo.

Manuel se dio cuenta de su sorpresa y sonrió divertido.

El marino le vio llegar y con mirada avezada, gris como de sueño y ceniza
que no desconocía el peligro que albergaban los mares, era eso mismo que le movía a acudir a aquel barco, le dio la bienvenida con un movimiento de cabeza y continuó su tarea.
En silencio, los movimientos precisos, como de paz que tantas veces ha experimentado. La mar azul, les abraza en silencio y no se distraen y los pensamientos miran lejos, muy lejos.

No arrastraba tras de si una turbia historia que olvidar, no dejaba en puerto un amor maldito que le empujara al mar, tumba de marinos y recuerdos, no tenía un su saco ni uno solo de los ingredientes que aderezan cualquier relato, sea en prosa o en verso, sea con música o sin ella, de ambiente marinero. Pero necesitaba poner distancia de por medio con todo y, una vez más, el centro del mar le parecía el lugar más alejado.
Sabía que no era cierto. Sabía que el mar era pequeño porque siempre se acaba al llegar a tierra pero esas horas en las que la esclavitud de las guardias o la liberación de ellas le permitían estar solo pendiente del horizonte, fumando acodado en la regala o con los ojos vacíos de pensamientos era todo lo que le pedía a la vida en ese momento. Eso y que la maldita herida no le volviera a doler.

Manuel era un hombre rechoncho, de mediana edad, su piel cetrina endurecida por el sol no ocultaba una mirada serena y pícara, que contrastaba con una ristra de dientes desalineados y amarillos que sobresalían de su ancha cara.

De un brinco bajo del Siete Mares y se plantó en el pantalán, le tendió la mano y estrechándosela le dijo:
_ Bienvenido por fin, Esteban, me alegro conocerte
-se acerco Manuel dandole efusivamente la mano, algo extrañado por verle en tan peor forma de lo que hubiera pensado nunca cuando le hablaron de él en las oficinas del Puerto, treinta años de Mercante, contramaestre de nombre usted el buque y la ruta, que habra estado antes o despues, sin familia conocida, solo sabe vivir embarcado y por el sueldo no se preocupe..no necesita el dinero...tan solo algo que le ayude a vivir hasta el dia siguiente sin que la soledad le pegue un mordisco por dentro-.
_Sube el petate a la chalupa y te llevo al Siete Mares...le tengo fondeado en
la bocana por lo que pesca, y voy y vengo con este bote...veras que peso demasiado para una de esas cosas ridiculas de goma,... me pareceria andar sentado en un anillo para almorranas...-añadio mientras se abria entero en otra gran risotada, ya feliz por la llegada de su nuevo patron y quizas...compañero.

El British Seagul arrancó inesperadamente a la primera, y el bote comenzó a moverse dejando tras de si una humareda tan espesa, fruto de la mezcla al doce por ciento que gastaba, que los demás barcos que nos cruzabamos hacían sonar su bocina, no sé si para saludar o porque creían realmente que la niebla era incipiente.
El mar estaba plano como un espejo pero el bote avanzaba trabajosamente, empujado por aquel motor como si se tratara de subir una empinada cuesta con una vespino; hasta que pocas brazadas antes de abordar al Siete Mares, una taquicardia redoblada por una arritmia, paró definitivamente a aquel motor, que sin duda tanta guerra había dado, y que nunca más conseguirian arrancar.
Alcanzaron el barco con un par de remadas.

Sudoroso alzó la vista y observó la majestuosa silueta del Siete Mares, dibujándose perfecta contra el nitido azul de la mañana.

Anticipándose a su intriga por ver gente sobre el puente
Manuel se arranco a nuevas confesiones.
_ No, no creas que tengo ya la tripulacion completa...ojalá pero no..
de momento estoy arreglando lo mas gordo, son del varadero del Nautico que se han ofrecido a trabajar por su cuenta antes de empezar el tajo para el Comodoro...buena gente...el de arriba en las crucetas es un tal Embat, y revisando el motor un tal Panxut, a ese hay que dejarle que haga lo que se le emperejile..va a su aire..pero nunca le terminan sobrando piezas...las usa todas, aunque quizas para otra cosa distinta a la original...

Esteban sonrió y con una ligereza asombrosa trepó por la escala saltando a la cubierta, estaba deseoso de revisar su nuevo barco y discutir con el armador el destino de la singladura, todo parecía perfecto, aunque no se quitaba de la cabeza la advertencia que Manuel le había hecho sobre el tal Panxut, le intrigaba lo que hacía con las herramientas y si debía temerle por ello.

Una ligereza impropia de un hombre que andaba cojo, porque el pie le dolía un huevo. Le dolía y palpitaba como si su corazón se hubiese desplazado hasta esa extremidad.

Sin embargo Esteban estaba acostumbrado a soportar el dolor, y solo una mueca le delataba cuando involuntariamente daba con su pie en el suelo, pero curtido como estaba en mil batallas, no se iba a arredrar por un pequeño corte en su pie, aun recordaba aquel ataque de un tiburón tigre que había arponeado en Thaiti y que aun moribundo casi le arranca su brazo derecho.

La cubierta limpia y despejada dejaba ver el lustre de las maderas nobles utilizadas para construir el velero.
__________________
La vela hay que velarla, y si no, no largarla


"No soy un fulano con la lágrima fácil, de esos que se quejan sólo por vicio.
Si la vida se deja yo le meto mano y si no aun me excita mi oficio ..............




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Predeterminado Re: Os propongo un juego

Nonick, solucionado
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La vela hay que velarla, y si no, no largarla


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Predeterminado Re: Os propongo un juego

Deslizaba los pies con parsimonia por el pantalán, arrastrando tras de sí su viejo petate cargado con las pocas pertenencias que necesitaba, un traje de aguas parcheado, un par de jerseys, ropa interior, una navaja multiusos, un viejo compás de marcaciones y poco más.

Todavía faltaban dos horas para amanecer y la niebla cubría el puerto emboscando el eco de la baliza del arrecife sur.

Los barcos, perfectamente alineados, dormitaban movidos perezosamente por las aguas, empapados por la humedad, hacía frío, desde luego no parecía un buen día para enrolarse en un velero del que no conocía más que su nombre, Siete Mares.
Cuando pensaba en el Siete Mares, veía ante todo un dibujo: El barco
de....*" y, sin darse cuenta va del dibujo al orginal.
Delante del Siete Mares comprende que la realidad es como una sucesión virtual de dibujos imaginarios, una línea suelta, rápida como la esfinge de una mujer
Las sombras de la noche rodean el barco, parecen líneas inmóviles que aguardan la mano del dibujante.
Le gusta llegar sin prisas, esperar a que amanezca y tranquilamente, sin despertar sus pensamientos medio dormidos, fumar pausadamente.
Con la vista clavada en el tupido horizonte, y a la espera de ver asomar allí las velas del Siete Mares, que tenía que recalar para embarcarlo, no cayó en aquel maldito clavo, que con el vaivén de las olas se había ido soltando del pantalán.
Lleno de herrumbre por todos lados, debía medir como poco unos siete centímetros, y en su parsimonioso y meditabunto arrastrar de pies, penetró, como lo hacen las malas ideas en la imaginación de la gente perversa, en su pie desnudo dejando entrever sus huesos y tiñendo rápidamente de rojo el suelo del pantalán.

El dolor era insoportable, se volvió hacia la salida del puerto, donde dejára estacionado su viejo coche; como pudo lo puso en marcha y se dirigio rápidamente al hospital mas cercano...
" Para un viejo pellejo como tu esto va a ser poca cosa- le espeto el ATS mientras intentaba camuflar el tamaño real de la jeringuilla que se proponia administrarle como prevencion antitetanica.
El se sonrio ante la estratagema del facultativo, totamente superflua para con ese viejo cuerpo suyo, verdadera antologia de desgarros y malos tajos acumulados en mil peleas de taberna portuaria requiriendo los favores de las bellas del lugar, cuando no mas prosaicamente haciendo de escudo a la averia de aparejo, si de improviso surgia a reclamar la vida del que se arriesga a traves del mar embravecido.

Con un dolor insoportable tras el pinchazo de la joven enfermera, regresó caminado torpemente hacia su coche, maldiciendose por no haber estado pendiente de ese maldito clavo oxidado. A pesar del dolor decidió que eso no le fastidiaría sus jornadas de navegación a bordo del Siete Mares.

Ya era tarde, había quedado con Manuel, el armador del Siete Mares a las ocho de la mañana pero el incidente lo había retrasado. Eran las nueve de la mañana, debía darse prisa si no quería quedarse en tierra. Arrancó y puso rumbo al puerto, deseando con todas sus fuerzas encontrar todavía amarrado aquel barco con el que tanto tiempo había soñado.

Casi derrapando, freno el coche en el estacionamiento del puerto, corrio, con dificultad, hacia el pantalán, donde debía encontrarse con Manuel y el soñado, Siete Mares. Finalmente lo encontró meciendose suavemente con la brisa y el oleaje, a bordo el sonriente Manuel, armador del Siete Mares.

El Siete Mares era un pequeño bote de pesca de escasos cinco metros de eslora, capaz de tender un trapo en un esmirriado palo, más pensado en mantener su precaria estabilidad que en la posibilidad de navegar con él, con un viejo motor Seagull fueraborda, que arrancaba cuando quería, y que dejaba tras si una humareda tan espesa que, Manuel, su armador siempre decía que facilitaba la pesca pues los peces nunca podían imaginar que tras esa densa nube pudiera haber un bote con sus dos pescadores, sus cañas y sus volantines.

No pudo ocultar fruncir el entrecejo al observar con detenimiento al Siete Mares, alguien le había jugado una mala pasada. En la agencia le aseguraron que éste era un buen encargo, debía pilotar un viejo velero de rancio abolengo en un viaje, cuyo destino era para él todavía una incognita, pero que le alejaría de tierra varios meses.

A decir verdad, el Siete Mares bien se podía decir que era rancio, pero desde luego no afloraba por ninguna parte su tan cacareado abolengo.

Manuel se dio cuenta de su sorpresa y sonrió divertido.

Era un hombre rechoncho, de mediana edad, su piel cetrina endurecida por el sol no ocultaba una mirada serena y pícara, que contrastaba con una ristra de dientes desalineados y amarillos que sobresalían de su ancha cara.

De un brinco bajo del Siete Mares y se plantó en el pantalán, le tendió la mano y estrechándosela le dijo:
_ Bienvenido por fin, Esteban, me alegro conocerte
-se acerco Manuel dandole efusivamente la mano, algo extrañado por verle en tan peor forma de lo que hubiera pensado nunca cuando le hablaron de él en las oficinas del Puerto, treinta años de Mercante, contramaestre de nombre usted el buque y la ruta, que habra estado antes o despues, sin familia conocida, solo sabe vivir embarcado y por el sueldo no se preocupe..no necesita el dinero...tan solo algo que le ayude a vivir hasta el dia siguiente sin que la soledad le pegue un mordisco por dentro-.
_Sube el petate a la chalupa y te llevo al Siete Mares...le tengo fondeado en
la bocana por lo que pesca, y voy y vengo con este bote...veras que peso demasiado para una de esas cosas ridiculas de goma,... me pareceria andar sentado en un anillo para almorranas...-añadio mientras se abria entero en otra gran risotada, ya feliz por la llegada de su nuevo patron y quizas...compañero.

El British Seagul arrancó inesperadamente a la primera, y el bote comenzó a moverse dejando tras de si una humareda tan espesa, fruto de la mezcla al doce por ciento que gastaba, que los demás barcos con que se cruzaban hacían sonar su bocina, tal vez para saludar o porque creían realmente que la niebla era incipiente.
El mar estaba plano como un espejo pero el bote avanzaba trabajosamente, empujado por aquel motor como si se tratara de subir una empinada cuesta con una vespino; hasta que pocas brazadas antes de abordar al Siete Mares, una taquicardia redoblada por una arritmia, paró definitivamente a aquel motor, que sin duda tanta guerra había dado, y que nunca más consiguieron arrancar.
Finalmente alcanzaron al barco con un par de remadas.

Le gustó. Le gusto mucho ya cuando lo adivinaba entre la humareda del fuera borda. Embarcaron los remos y protegieron los cascos de ambas embarcaciones con unos brazos raudos que se iban a la maniobra sin pensar;como dos automatas.
- Que ya no estoy para estos francobordos chico... le espetaba Manuel tras el esfuerzo.
Le dió todo el resguardo que pudo a su maltrecho pié y se encaramó a cubierta . Respiró tan hondo que sintió una punzada en lo mas negro de sus pulmones. Ya estaba a bordo del Siete Mares
__________________
AENAVE ,,,,, Y A SEGUIR NAVEGANDO !!!
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  #46  
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Predeterminado Re: Os propongo un juego

Deslizaba los pies con parsimonia por el pantalán, arrastrando tras de sí su viejo petate cargado con las pocas pertenencias que necesitaba, un traje de aguas parcheado, un par de jerseys, ropa interior, una navaja multiusos, un viejo compás de marcaciones y poco más.

Todavía faltaban dos horas para amanecer y la niebla cubría el puerto emboscando el eco de la baliza del arrecife sur.

Los barcos, perfectamente alineados, dormitaban movidos perezosamente por las aguas, empapados por la humedad, hacía frío, desde luego no parecía un buen día para enrolarse en un velero del que no conocía más que su nombre, Siete Mares.
Cuando pensaba en el Siete Mares, veía ante todo un dibujo: El barco
de....*" y, sin darse cuenta va del dibujo al orginal.
Delante del Siete Mares comprende que la realidad es como una sucesión virtual de dibujos imaginarios, una línea suelta, rápida como la esfinge de una mujer
Las sombras de la noche rodean el barco, parecen líneas inmóviles que aguardan la mano del dibujante.
Le gusta llegar sin prisas, esperar a que amanezca y tranquilamente, sin despertar sus pensamientos medio dormidos, fumar pausadamente.
Con la vista clavada en el tupido horizonte, y a la espera de ver asomar allí las velas del Siete Mares, que tenía que recalar para embarcarlo, no cayó en aquel maldito clavo, que con el vaivén de las olas se había ido soltando del pantalán.
Lleno de herrumbre por todos lados, debía medir como poco unos siete centímetros, y en su parsimonioso y meditabunto arrastrar de pies, penetró, como lo hacen las malas ideas en la imaginación de la gente perversa, en su pie desnudo dejando entrever sus huesos y tiñendo rápidamente de rojo el suelo del pantalán.

El dolor era insoportable, se volvió hacia la salida del puerto, donde dejára estacionado su viejo coche; como pudo lo puso en marcha y se dirigio rápidamente al hospital mas cercano...
" Para un viejo pellejo como tu esto va a ser poca cosa- le espeto el ATS mientras intentaba camuflar el tamaño real de la jeringuilla que se proponia administrarle como prevencion antitetanica.
El se sonrio ante la estratagema del facultativo, totamente superflua para con ese viejo cuerpo suyo, verdadera antologia de desgarros y malos tajos acumulados en mil peleas de taberna portuaria requiriendo los favores de las bellas del lugar, cuando no mas prosaicamente haciendo de escudo a la averia de aparejo, si de improviso surgia a reclamar la vida del que se arriesga a traves del mar embravecido.

Con un dolor insoportable tras el pinchazo de la joven enfermera, regresó caminado torpemente hacia su coche, maldiciendose por no haber estado pendiente de ese maldito clavo oxidado. A pesar del dolor decidió que eso no le fastidiaría sus jornadas de navegación a bordo del Siete Mares.

Ya era tarde, había quedado con Manuel, el armador del Siete Mares a las ocho de la mañana pero el incidente lo había retrasado. Eran las nueve de la mañana, debía darse prisa si no quería quedarse en tierra. Arrancó y puso rumbo al puerto, deseando con todas sus fuerzas encontrar todavía amarrado aquel barco con el que tanto tiempo había soñado.

Casi derrapando, freno el coche en el estacionamiento del puerto, corrio, con dificultad, hacia el pantalán, donde debía encontrarse con Manuel y el soñado, Siete Mares. Finalmente lo encontró meciendose suavemente con la brisa y el oleaje, a bordo el sonriente Manuel, armador del Siete Mares.

El Siete Mares era un pequeño bote de pesca de escasos cinco metros de eslora, capaz de tender un trapo en un esmirriado palo, más pensado en mantener su precaria estabilidad que en la posibilidad de navegar con él, con un viejo motor Seagull fueraborda, que arrancaba cuando quería, y que dejaba tras si una humareda tan espesa que, Manuel, su armador siempre decía que facilitaba la pesca pues los peces nunca podían imaginar que tras esa densa nube pudiera haber un bote con sus dos pescadores, sus cañas y sus volantines.

No pudo ocultar fruncir el entrecejo al observar con detenimiento al Siete Mares, alguien le había jugado una mala pasada. En la agencia le aseguraron que éste era un buen encargo, debía pilotar un viejo velero de rancio abolengo en un viaje, cuyo destino era para él todavía una incognita, pero que le alejaría de tierra varios meses.

A decir verdad, el Siete Mares bien se podía decir que era rancio, pero desde luego no afloraba por ninguna parte su tan cacareado abolengo.

Manuel se dio cuenta de su sorpresa y sonrió divertido.

El marino le vio llegar y con mirada avezada, gris como de sueño y ceniza
que no desconocía el peligro que albergaban los mares, era eso mismo que le movía a acudir a aquel barco, le dio la bienvenida con un movimiento de cabeza y continuó su tarea.
En silencio, los movimientos precisos, como de paz que tantas veces ha experimentado. La mar azul, les abraza en silencio y no se distraen y los pensamientos miran lejos, muy lejos.

No arrastraba tras de si una turbia historia que olvidar, no dejaba en puerto un amor maldito que le empujara al mar, tumba de marinos y recuerdos, no tenía un su saco ni uno solo de los ingredientes que aderezan cualquier relato, sea en prosa o en verso, sea con música o sin ella, de ambiente marinero. Pero necesitaba poner distancia de por medio con todo y, una vez más, el centro del mar le parecía el lugar más alejado.
Sabía que no era cierto. Sabía que el mar era pequeño porque siempre se acaba al llegar a tierra pero esas horas en las que la esclavitud de las guardias o la liberación de ellas le permitían estar solo pendiente del horizonte, fumando acodado en la regala o con los ojos vacíos de pensamientos era todo lo que le pedía a la vida en ese momento. Eso y que la maldita herida no le volviera a doler.

Manuel era un hombre rechoncho, de mediana edad, su piel cetrina endurecida por el sol no ocultaba una mirada serena y pícara, que contrastaba con una ristra de dientes desalineados y amarillos que sobresalían de su ancha cara.

De un brinco bajo del Siete Mares y se plantó en el pantalán, le tendió la mano y estrechándosela le dijo:
_ Bienvenido por fin, Esteban, me alegro conocerte
-se acerco Manuel dandole efusivamente la mano, algo extrañado por verle en tan peor forma de lo que hubiera pensado nunca cuando le hablaron de él en las oficinas del Puerto, treinta años de Mercante, contramaestre de nombre usted el buque y la ruta, que habra estado antes o despues, sin familia conocida, solo sabe vivir embarcado y por el sueldo no se preocupe..no necesita el dinero...tan solo algo que le ayude a vivir hasta el dia siguiente sin que la soledad le pegue un mordisco por dentro-.
_Sube el petate a la chalupa y te llevo al Siete Mares...le tengo fondeado en
la bocana por lo que pesca, y voy y vengo con este bote...veras que peso demasiado para una de esas cosas ridiculas de goma,... me pareceria andar sentado en un anillo para almorranas...-añadio mientras se abria entero en otra gran risotada, ya feliz por la llegada de su nuevo patron y quizas...compañero.

El British Seagul arrancó inesperadamente a la primera, y el bote comenzó a moverse dejando tras de si una humareda tan espesa, fruto de la mezcla al doce por ciento que gastaba, que los demás barcos que nos cruzabamos hacían sonar su bocina, no sé si para saludar o porque creían realmente que la niebla era incipiente.
El mar estaba plano como un espejo pero el bote avanzaba trabajosamente, empujado por aquel motor como si se tratara de subir una empinada cuesta con una vespino; hasta que pocas brazadas antes de abordar al Siete Mares, una taquicardia redoblada por una arritmia, paró definitivamente a aquel motor, que sin duda tanta guerra había dado, y que nunca más conseguirian arrancar.
Alcanzaron el barco con un par de remadas.

Sudoroso alzó la vista y observó la majestuosa silueta del Siete Mares, dibujándose perfecta contra el nitido azul de la mañana.

Anticipándose a su intriga por ver gente sobre el puente
Manuel se arranco a nuevas confesiones.
_ No, no creas que tengo ya la tripulacion completa...ojalá pero no..
de momento estoy arreglando lo mas gordo, son del varadero del Nautico que se han ofrecido a trabajar por su cuenta antes de empezar el tajo para el Comodoro...buena gente...el de arriba en las crucetas es un tal Embat, y revisando el motor un tal Panxut, a ese hay que dejarle que haga lo que se le emperejile..va a su aire..pero nunca le terminan sobrando piezas...las usa todas, aunque quizas para otra cosa distinta a la original...

Esteban sonrió y con una ligereza asombrosa trepó por la escala saltando a la cubierta, estaba deseoso de revisar su nuevo barco y discutir con el armador el destino de la singladura, todo parecía perfecto, aunque no se quitaba de la cabeza la advertencia que Manuel le había hecho sobre el tal Panxut, le intrigaba lo que hacía con las herramientas y si debía temerle por ello.

Una ligereza impropia de un hombre que andaba cojo, porque el pie le dolía un huevo. Le dolía y palpitaba como si su corazón se hubiese desplazado hasta esa extremidad.

Sin embargo Esteban estaba acostumbrado a soportar el dolor, y solo una mueca le delataba cuando involuntariamente daba con su pie en el suelo, pero curtido como estaba en mil batallas, no se iba a arredrar por un pequeño corte en su pie, aun recordaba aquel ataque de un tiburón tigre que había arponeado en Thaiti y que aun moribundo casi le arranca su brazo derecho.

La cubierta limpia y despejada dejaba ver el lustre de las maderas nobles utilizadas para construir el velero.

El sol casi tocaba el mar, mientras la tripulación terminaba sus tareas del dia, Manuel saco una red del agua, dentro, un precioso atun, tres caracolas y una Langosta. Con una habilidad musical, limpio el pescado y lo bajo a la cocina. Un gran caldero bullia al fuego de una antigua estufa.
__________________
.... De pronto un día sentirás que el viento pasa por dentro de tu cuerpo antes de que llegue a la vela y, cuando percibas esa sensación, ya no habrá nadie que pueda enseñarte nada. Entonces dependerá todo de tu inspiración...

Manuel Vicent
(Son de Mar)

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  #47  
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Predeterminado Re: Os propongo un juego

vá de coña, pero nos pisamos.....que siga que me lo acabo de leer esta noche......
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  #48  
Antiguo 27-02-2007, 23:17
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Predeterminado Re: Os propongo un juego

Deslizaba los pies con parsimonia por el pantalán, arrastrando tras de sí su viejo petate cargado con las pocas pertenencias que necesitaba, un traje de aguas parcheado, un par de jerseys, ropa interior, una navaja multiusos, un viejo compás de marcaciones y poco más.

Todavía faltaban dos horas para amanecer y la niebla cubría el puerto emboscando el eco de la baliza del arrecife sur.

Los barcos, perfectamente alineados, dormitaban movidos perezosamente por las aguas, empapados por la humedad, hacía frío, desde luego no parecía un buen día para enrolarse en un velero del que no conocía más que su nombre, Siete Mares.
Cuando pensaba en el Siete Mares, veía ante todo un dibujo: El barco
de....*" y, sin darse cuenta va del dibujo al orginal.
Delante del Siete Mares comprende que la realidad es como una sucesión virtual de dibujos imaginarios, una línea suelta, rápida como la esfinge de una mujer
Las sombras de la noche rodean el barco, parecen líneas inmóviles que aguardan la mano del dibujante.
Le gusta llegar sin prisas, esperar a que amanezca y tranquilamente, sin despertar sus pensamientos medio dormidos, fumar pausadamente.
Con la vista clavada en el tupido horizonte, y a la espera de ver asomar allí las velas del Siete Mares, que tenía que recalar para embarcarlo, no cayó en aquel maldito clavo, que con el vaivén de las olas se había ido soltando del pantalán.
Lleno de herrumbre por todos lados, debía medir como poco unos siete centímetros, y en su parsimonioso y meditabunto arrastrar de pies, penetró, como lo hacen las malas ideas en la imaginación de la gente perversa, en su pie desnudo dejando entrever sus huesos y tiñendo rápidamente de rojo el suelo del pantalán.

El dolor era insoportable, se volvió hacia la salida del puerto, donde dejára estacionado su viejo coche; como pudo lo puso en marcha y se dirigio rápidamente al hospital mas cercano...
" Para un viejo pellejo como tu esto va a ser poca cosa- le espeto el ATS mientras intentaba camuflar el tamaño real de la jeringuilla que se proponia administrarle como prevencion antitetanica.
El se sonrio ante la estratagema del facultativo, totamente superflua para con ese viejo cuerpo suyo, verdadera antologia de desgarros y malos tajos acumulados en mil peleas de taberna portuaria requiriendo los favores de las bellas del lugar, cuando no mas prosaicamente haciendo de escudo a la averia de aparejo, si de improviso surgia a reclamar la vida del que se arriesga a traves del mar embravecido.

Con un dolor insoportable tras el pinchazo de la joven enfermera, regresó caminado torpemente hacia su coche, maldiciendose por no haber estado pendiente de ese maldito clavo oxidado. A pesar del dolor decidió que eso no le fastidiaría sus jornadas de navegación a bordo del Siete Mares.

Ya era tarde, había quedado con Manuel, el armador del Siete Mares a las ocho de la mañana pero el incidente lo había retrasado. Eran las nueve de la mañana, debía darse prisa si no quería quedarse en tierra. Arrancó y puso rumbo al puerto, deseando con todas sus fuerzas encontrar todavía amarrado aquel barco con el que tanto tiempo había soñado.

Casi derrapando, freno el coche en el estacionamiento del puerto, corrio, con dificultad, hacia el pantalán, donde debía encontrarse con Manuel y el soñado, Siete Mares. Finalmente lo encontró meciendose suavemente con la brisa y el oleaje, a bordo el sonriente Manuel, armador del Siete Mares.

El Siete Mares era un pequeño bote de pesca de escasos cinco metros de eslora, capaz de tender un trapo en un esmirriado palo, más pensado en mantener su precaria estabilidad que en la posibilidad de navegar con él, con un viejo motor Seagull fueraborda, que arrancaba cuando quería, y que dejaba tras si una humareda tan espesa que, Manuel, su armador siempre decía que facilitaba la pesca pues los peces nunca podían imaginar que tras esa densa nube pudiera haber un bote con sus dos pescadores, sus cañas y sus volantines.

No pudo ocultar fruncir el entrecejo al observar con detenimiento al Siete Mares, alguien le había jugado una mala pasada. En la agencia le aseguraron que éste era un buen encargo, debía pilotar un viejo velero de rancio abolengo en un viaje, cuyo destino era para él todavía una incognita, pero que le alejaría de tierra varios meses.

A decir verdad, el Siete Mares bien se podía decir que era rancio, pero desde luego no afloraba por ninguna parte su tan cacareado abolengo.

Manuel se dio cuenta de su sorpresa y sonrió divertido.

El marino le vio llegar y con mirada avezada, gris como de sueño y ceniza
que no desconocía el peligro que albergaban los mares, era eso mismo que le movía a acudir a aquel barco, le dio la bienvenida con un movimiento de cabeza y continuó su tarea.
En silencio, los movimientos precisos, como de paz que tantas veces ha experimentado. La mar azul, les abraza en silencio y no se distraen y los pensamientos miran lejos, muy lejos.

No arrastraba tras de si una turbia historia que olvidar, no dejaba en puerto un amor maldito que le empujara al mar, tumba de marinos y recuerdos, no tenía un su saco ni uno solo de los ingredientes que aderezan cualquier relato, sea en prosa o en verso, sea con música o sin ella, de ambiente marinero. Pero necesitaba poner distancia de por medio con todo y, una vez más, el centro del mar le parecía el lugar más alejado.
Sabía que no era cierto. Sabía que el mar era pequeño porque siempre se acaba al llegar a tierra pero esas horas en las que la esclavitud de las guardias o la liberación de ellas le permitían estar solo pendiente del horizonte, fumando acodado en la regala o con los ojos vacíos de pensamientos era todo lo que le pedía a la vida en ese momento. Eso y que la maldita herida no le volviera a doler.

Manuel era un hombre rechoncho, de mediana edad, su piel cetrina endurecida por el sol no ocultaba una mirada serena y pícara, que contrastaba con una ristra de dientes desalineados y amarillos que sobresalían de su ancha cara.

De un brinco bajo del Siete Mares y se plantó en el pantalán, le tendió la mano y estrechándosela le dijo:
_ Bienvenido por fin, Esteban, me alegro conocerte
-se acerco Manuel dandole efusivamente la mano, algo extrañado por verle en tan peor forma de lo que hubiera pensado nunca cuando le hablaron de él en las oficinas del Puerto, treinta años de Mercante, contramaestre de nombre usted el buque y la ruta, que habra estado antes o despues, sin familia conocida, solo sabe vivir embarcado y por el sueldo no se preocupe..no necesita el dinero...tan solo algo que le ayude a vivir hasta el dia siguiente sin que la soledad le pegue un mordisco por dentro-.
_Sube el petate a la chalupa y te llevo al Siete Mares...le tengo fondeado en
la bocana por lo que pesca, y voy y vengo con este bote...veras que peso demasiado para una de esas cosas ridiculas de goma,... me pareceria andar sentado en un anillo para almorranas...-añadio mientras se abria entero en otra gran risotada, ya feliz por la llegada de su nuevo patron y quizas...compañero.

El British Seagul arrancó inesperadamente a la primera, y el bote comenzó a moverse dejando tras de si una humareda tan espesa, fruto de la mezcla al doce por ciento que gastaba, que los demás barcos que nos cruzabamos hacían sonar su bocina, no sé si para saludar o porque creían realmente que la niebla era incipiente.
El mar estaba plano como un espejo pero el bote avanzaba trabajosamente, empujado por aquel motor como si se tratara de subir una empinada cuesta con una vespino; hasta que pocas brazadas antes de abordar al Siete Mares, una taquicardia redoblada por una arritmia, paró definitivamente a aquel motor, que sin duda tanta guerra había dado, y que nunca más conseguirian arrancar.
Alcanzaron el barco con un par de remadas.

Le gustó. Le gusto mucho ya cuando lo adivinaba entre la humareda del fuera borda. Embarcaron los remos y protegieron los cascos de ambas embarcaciones con unos brazos raudos que se iban a la maniobra sin pensar;como dos automatas.
- Que ya no estoy para estos francobordos chico... le espetaba Manuel tras el esfuerzo.
Le dió todo el resguardo que pudo a su maltrecho pié y se encaramó a cubierta . Respiró tan hondo que sintió una punzada en lo mas negro de sus pulmones. Ya estaba a bordo del Siete Mares

Sudoroso alzó la vista y observó la majestuosa silueta del Siete Mares, dibujándose perfecta contra el nitido azul de la mañana.

Anticipándose a su intriga por ver gente sobre el puente
Manuel se arranco a nuevas confesiones.
_ No, no creas que tengo ya la tripulacion completa...ojalá pero no..
de momento estoy arreglando lo mas gordo, son del varadero del Nautico que se han ofrecido a trabajar por su cuenta antes de empezar el tajo para el Comodoro...buena gente...el de arriba en las crucetas es un tal Embat, y revisando el motor un tal Panxut, a ese hay que dejarle que haga lo que se le emperejile..va a su aire..pero nunca le terminan sobrando piezas...las usa todas, aunque quizas para otra cosa distinta a la original...

Esteban sonrió y con una ligereza asombrosa trepó por la escala saltando a la cubierta, estaba deseoso de revisar su nuevo barco y discutir con el armador el destino de la singladura, todo parecía perfecto, aunque no se quitaba de la cabeza la advertencia que Manuel le había hecho sobre el tal Panxut, le intrigaba lo que hacía con las herramientas y si debía temerle por ello.

Una ligereza impropia de un hombre que andaba cojo, porque el pie le dolía un huevo. Le dolía y palpitaba como si su corazón se hubiese desplazado hasta esa extremidad.

Sin embargo Esteban estaba acostumbrado a soportar el dolor, y solo una mueca le delataba cuando involuntariamente daba con su pie en el suelo, pero curtido como estaba en mil batallas, no se iba a arredrar por un pequeño corte en su pie, aun recordaba aquel ataque de un tiburón tigre que había arponeado en Thaiti y que aun moribundo casi le arranca su brazo derecho.

La cubierta limpia y despejada dejaba ver el lustre de las maderas nobles utilizadas para construir el velero.

El sol casi tocaba el mar, mientras la tripulación terminaba sus tareas del dia, Manuel saco una red del agua, dentro, un precioso atun, tres caracolas y una Langosta. Con una habilidad musical, limpio el pescado y lo bajo a la cocina. Un gran caldero bullia al fuego de una antigua estufa.

Sin embargo, y a pesar del reluciente Sol, Manuel de un gesto le indicó que diera un vistazo al sudoeste, donde unos oscuros y tenebrosos nubarrones se estaban estableciendo.
-És una tormenta tropical, explicó Manuel, pero debemos controlar que no se convierta en un huracán. Voy a bajar al tambucho a mirar el parte y si viene para acá, zarparemos inmediatamente para poner agua de por medio.
-Está bien -contestó Esteban, mientras disimulaba su cogera- yo mientras voy a proa a asegurar el fondeo.
__________________
Siempre llevo un fino sedal, con un anzuelo y un señuelo en el bolsillo, para cuando llegue mi hora, y me halle navegando, con Caronte hacia el otro lado del río, aprovechar para hacer curri; pues no hay duda que daré mejor impresión, de presentarse ante el portero con unos buenos peces recién pescados como ofrenda.

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Deslizaba los pies con parsimonia por el pantalán, arrastrando tras de sí su viejo petate cargado con las pocas pertenencias que necesitaba, un traje de aguas parcheado, un par de jerseys, ropa interior, una navaja multiusos, un viejo compás de marcaciones y poco más.

Todavía faltaban dos horas para amanecer y la niebla cubría el puerto emboscando el eco de la baliza del arrecife sur.

Los barcos, perfectamente alineados, dormitaban movidos perezosamente por las aguas, empapados por la humedad, hacía frío, desde luego no parecía un buen día para enrolarse en un velero del que no conocía más que su nombre, Siete Mares.
Cuando pensaba en el Siete Mares, veía ante todo un dibujo: El barco
de....*" y, sin darse cuenta va del dibujo al orginal.
Delante del Siete Mares comprende que la realidad es como una sucesión virtual de dibujos imaginarios, una línea suelta, rápida como la esfinge de una mujer
Las sombras de la noche rodean el barco, parecen líneas inmóviles que aguardan la mano del dibujante.
Le gusta llegar sin prisas, esperar a que amanezca y tranquilamente, sin despertar sus pensamientos medio dormidos, fumar pausadamente.
Con la vista clavada en el tupido horizonte, y a la espera de ver asomar allí las velas del Siete Mares, que tenía que recalar para embarcarlo, no cayó en aquel maldito clavo, que con el vaivén de las olas se había ido soltando del pantalán.
Lleno de herrumbre por todos lados, debía medir como poco unos siete centímetros, y en su parsimonioso y meditabunto arrastrar de pies, penetró, como lo hacen las malas ideas en la imaginación de la gente perversa, en su pie desnudo dejando entrever sus huesos y tiñendo rápidamente de rojo el suelo del pantalán.

El dolor era insoportable, se volvió hacia la salida del puerto, donde dejára estacionado su viejo coche; como pudo lo puso en marcha y se dirigio rápidamente al hospital mas cercano...
" Para un viejo pellejo como tu esto va a ser poca cosa- le espeto el ATS mientras intentaba camuflar el tamaño real de la jeringuilla que se proponia administrarle como prevencion antitetanica.
El se sonrio ante la estratagema del facultativo, totamente superflua para con ese viejo cuerpo suyo, verdadera antologia de desgarros y malos tajos acumulados en mil peleas de taberna portuaria requiriendo los favores de las bellas del lugar, cuando no mas prosaicamente haciendo de escudo a la averia de aparejo, si de improviso surgia a reclamar la vida del que se arriesga a traves del mar embravecido.

Con un dolor insoportable tras el pinchazo de la joven enfermera, regresó caminado torpemente hacia su coche, maldiciendose por no haber estado pendiente de ese maldito clavo oxidado. A pesar del dolor decidió que eso no le fastidiaría sus jornadas de navegación a bordo del Siete Mares.

Ya era tarde, había quedado con Manuel, el armador del Siete Mares a las ocho de la mañana pero el incidente lo había retrasado. Eran las nueve de la mañana, debía darse prisa si no quería quedarse en tierra. Arrancó y puso rumbo al puerto, deseando con todas sus fuerzas encontrar todavía amarrado aquel barco con el que tanto tiempo había soñado.

Casi derrapando, freno el coche en el estacionamiento del puerto, corrio, con dificultad, hacia el pantalán, donde debía encontrarse con Manuel y el soñado, Siete Mares. Finalmente lo encontró meciendose suavemente con la brisa y el oleaje, a bordo el sonriente Manuel, armador del Siete Mares.

El Siete Mares era un pequeño bote de pesca de escasos cinco metros de eslora, capaz de tender un trapo en un esmirriado palo, más pensado en mantener su precaria estabilidad que en la posibilidad de navegar con él, con un viejo motor Seagull fueraborda, que arrancaba cuando quería, y que dejaba tras si una humareda tan espesa que, Manuel, su armador siempre decía que facilitaba la pesca pues los peces nunca podían imaginar que tras esa densa nube pudiera haber un bote con sus dos pescadores, sus cañas y sus volantines.

No pudo ocultar fruncir el entrecejo al observar con detenimiento al Siete Mares, alguien le había jugado una mala pasada. En la agencia le aseguraron que éste era un buen encargo, debía pilotar un viejo velero de rancio abolengo en un viaje, cuyo destino era para él todavía una incognita, pero que le alejaría de tierra varios meses.

A decir verdad, el Siete Mares bien se podía decir que era rancio, pero desde luego no afloraba por ninguna parte su tan cacareado abolengo.

Manuel se dio cuenta de su sorpresa y sonrió divertido.

El marino le vio llegar y con mirada avezada, gris como de sueño y ceniza
que no desconocía el peligro que albergaban los mares, era eso mismo que le movía a acudir a aquel barco, le dio la bienvenida con un movimiento de cabeza y continuó su tarea.
En silencio, los movimientos precisos, como de paz que tantas veces ha experimentado. La mar azul, les abraza en silencio y no se distraen y los pensamientos miran lejos, muy lejos.

No arrastraba tras de si una turbia historia que olvidar, no dejaba en puerto un amor maldito que le empujara al mar, tumba de marinos y recuerdos, no tenía un su saco ni uno solo de los ingredientes que aderezan cualquier relato, sea en prosa o en verso, sea con música o sin ella, de ambiente marinero. Pero necesitaba poner distancia de por medio con todo y, una vez más, el centro del mar le parecía el lugar más alejado.
Sabía que no era cierto. Sabía que el mar era pequeño porque siempre se acaba al llegar a tierra pero esas horas en las que la esclavitud de las guardias o la liberación de ellas le permitían estar solo pendiente del horizonte, fumando acodado en la regala o con los ojos vacíos de pensamientos era todo lo que le pedía a la vida en ese momento. Eso y que la maldita herida no le volviera a doler.

Manuel era un hombre rechoncho, de mediana edad, su piel cetrina endurecida por el sol no ocultaba una mirada serena y pícara, que contrastaba con una ristra de dientes desalineados y amarillos que sobresalían de su ancha cara.

De un brinco bajo del Siete Mares y se plantó en el pantalán, le tendió la mano y estrechándosela le dijo:
_ Bienvenido por fin, Esteban, me alegro conocerte
-se acerco Manuel dandole efusivamente la mano, algo extrañado por verle en tan peor forma de lo que hubiera pensado nunca cuando le hablaron de él en las oficinas del Puerto, treinta años de Mercante, contramaestre de nombre usted el buque y la ruta, que habra estado antes o despues, sin familia conocida, solo sabe vivir embarcado y por el sueldo no se preocupe..no necesita el dinero...tan solo algo que le ayude a vivir hasta el dia siguiente sin que la soledad le pegue un mordisco por dentro-.
_Sube el petate a la chalupa y te llevo al Siete Mares...le tengo fondeado en
la bocana por lo que pesca, y voy y vengo con este bote...veras que peso demasiado para una de esas cosas ridiculas de goma,... me pareceria andar sentado en un anillo para almorranas...-añadio mientras se abria entero en otra gran risotada, ya feliz por la llegada de su nuevo patron y quizas...compañero.

El British Seagull arrancó inesperadamente a la primera, y el bote comenzó a moverse dejando tras de si una humareda tan espesa, fruto de la mezcla al doce por ciento que gastaba, que los demás barcos que nos cruzabamos hacían sonar su bocina, no sé si para saludar o porque creían realmente que la niebla era incipiente.
El mar estaba plano como un espejo pero el bote avanzaba trabajosamente, empujado por aquel motor como si se tratara de subir una empinada cuesta con una vespino; hasta que pocas brazadas antes de abordar al Siete Mares, una taquicardia redoblada por una arritmia, paró definitivamente a aquel motor, que sin duda tanta guerra había dado, y que nunca más conseguirian arrancar.
Alcanzaron el barco con un par de remadas.

Le gustó. Le gusto mucho ya cuando lo adivinaba entre la humareda del fuera borda. Embarcaron los remos y protegieron los cascos de ambas embarcaciones con unos brazos raudos que se iban a la maniobra sin pensar;como dos automatas.
- Que ya no estoy para estos francobordos chico... le espetaba Manuel tras el esfuerzo.
Le dió todo el resguardo que pudo a su maltrecho pié y se encaramó a cubierta . Respiró tan hondo que sintió una punzada en lo mas negro de sus pulmones. Ya estaba a bordo del Siete Mares

Sudoroso alzó la vista y observó la majestuosa silueta del Siete Mares, dibujándose perfecta contra el nitido azul de la mañana.

Anticipándose a su intriga por ver gente sobre el puente
Manuel se arranco a nuevas confesiones.
_ No, no creas que tengo ya la tripulacion completa...ojalá pero no..
de momento estoy arreglando lo mas gordo, son del varadero del Nautico que se han ofrecido a trabajar por su cuenta antes de empezar el tajo para el Comodoro...buena gente...el de arriba en las crucetas es un tal Embat, y revisando el motor un tal Panxut, a ese hay que dejarle que haga lo que se le emperejile..va a su aire..pero nunca le terminan sobrando piezas...las usa todas, aunque quizas para otra cosa distinta a la original...

Esteban sonrió y con una ligereza asombrosa trepó por la escala saltando a la cubierta, estaba deseoso de revisar su nuevo barco y discutir con el armador el destino de la singladura, todo parecía perfecto, aunque no se quitaba de la cabeza la advertencia que Manuel le había hecho sobre el tal Panxut, le intrigaba lo que hacía con las herramientas y si debía temerle por ello.

Una ligereza impropia de un hombre que andaba cojo, porque el pie le dolía un huevo. Le dolía y palpitaba como si su corazón se hubiese desplazado hasta esa extremidad.

Sin embargo Esteban estaba acostumbrado a soportar el dolor, y solo una mueca le delataba cuando involuntariamente daba con su pie en el suelo, pero curtido como estaba en mil batallas, no se iba a arredrar por un pequeño corte en su pie, aun recordaba aquel ataque de un tiburón tigre que había arponeado en Thaiti y que aun moribundo casi le arranca su brazo derecho.

La cubierta limpia y despejada dejaba ver el lustre de las maderas nobles utilizadas para construir el velero.

El sol casi tocaba el mar, mientras la tripulación terminaba sus tareas del dia, Manuel saco una red del agua, dentro, un precioso atun, tres caracolas y una Langosta. Con una habilidad musical, limpio el pescado y lo bajo a la cocina. Un gran caldero bullia al fuego de una antigua estufa.

Sin embargo, y a pesar del reluciente Sol, Manuel de un gesto le indicó que diera un vistazo al sudoeste, donde unos oscuros y tenebrosos nubarrones se estaban estableciendo.
-És una tormenta tropical, explicó Manuel, pero debemos controlar que no se convierta en un huracán. Voy a bajar al tambucho a mirar el parte y si viene para acá, zarparemos inmediatamente para poner agua de por medio.
-Está bien -contestó Esteban, mientras disimulaba su cojera- yo mientras voy a proa a asegurar el fondeo.

Eso le daria ocasion para mirar algo el barco, aunque su avezado ojo ya le hablaba vida y milagros de su nuevo pupilo..los barcos pasaban a ser casi personas para el, si decidia hacerse cargo de alguno. Un Baltic Trader ketch, construido en Dinamarca para alguna pesqueria en principio, tan robusto como para pelearse con los hielos de Islandia en invierno o los calamentos de redes cerca de las rocas aflorantes de los fiordos noruegos persiguiendo bacaladas. Luego seria adecentado, comprado en subasta por un particular y usado de morada flotante en algun canal de Amsterdam. Como hubiera terminado en el Mediterraneo y en manos de Manuel...cocinero de buque de linea, como llegaria a saber mas tarde, formaba parte de una historia todavia desconocida pero que terminaria conociendo al detalle, se temio..encogiendose finalmente de hombros.




__________________
__________________
..la lontananza sai
é come il vento
che fa dimenticare chi non s'ama..
spegne i fuochi piccoli,
ma accende quelli grandi



Editado por malamar en 28-02-2007 a las 00:12.
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Muy bien! La idea es brillante y sois muy imaginativos. Se pone interesante. Soy muy mala escribiendo pero seguiré vuestra historia con interés. Si queda bien, podeis presentarla al premio Nostromo. Una ronda para que sigais inspirados
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