Jueves, 5 de julio.
Estuvo soplando toda la noche y por la mañana continuaba con más ganas todavía.
Las previsiones continuaban siendo de NW fuerte. El marinero nos auguró más de 40 nudos si partíamos.
Así que decidimos pasar el día en ese nuevo (sin terminar) y pequeño puerto y conocer un poco los alrededores por tierra.
El precio rondaba unos comprensibles 35 euros.
Los servicios muy limpios, había agua y luz. Pero no había gasolinera.
Pero no nos preucupaba demasiado, nos quedaba más de la mitad del depósito. Aun así, por la tarde, traspasamos 50 litros de un par de jarricans al depósito principal.
El puerto está como en medio de la nada. No hay ninguna población junto a él. El pueblo más cercano es el propio Teludada y aquel enclave debía de ser el antiguo puerto de los pescadores de esta población que está a unos 8 kms tierra adentro.
Cerca de la bocana hay una zona de fondeo bastante bien resguardada y que también está debidamente marcada en las cartas. No es muy grande y ya habían dos veleros y un cata a los que se veía bastante cómodos aguantando el N que pegaba.
Tras un promontorio hay una zona de acampada institucionalizada (Cagliari, la capital, ya no está tan lejos), también hay rulottes y algunos bungalows de esos de quita y pón.
Es el único lugar "habitable" de esta zona, muy virgen al estar bajo la "tutela" militar.
A los pies de la zona de acampada, comienza una larga y preciosa playa de arenas blancas y aguas turquesas. Además la isola Rossa, frente a ella, la resguarda.
Esta playa está "explotada" por un chiringuito de esos que tiene de todo. Terraza, tumbonas, todo tipo de embarcaciones para alquilar, ... y aunque quizás por la fecha y ser entre semana no había mucha gente, visto todo lo que tenían ahí preparado, imaginamos que los fines de semana o más entrado el verano la cosa se debía poner bastante más llenita.
El agua estaba helada. Mucho más que en otros sitios que nos bañamos. Quizás hayan corrientes ahí o el N que llevaba ya varios días soplando la había refrescado ...
Nos vamos de excursión
Al otro lado de la gran bahía, frente al puerto se vé un pecado urbanístico de esos que creías que España tenía la exclusiva.
Un hotel al borde mismo del mar. Una mácula en medio de tanto verde y territorio sin tocar. Por suerte quedaba muy lejos y evitar su visión era muy fácil.
La zona nos ofrecía varias alternativas., como la de volver un poco más al norte y conocer la zona de dunas de Porto Pino que no habíamos podido visitar. Podíamos mirar de alquilar un coche por teléfono y que nos lo llevaran al puerto para movernos con más libertad pero eramos seis y necesitábamos dos o un monovolumen.
Vimos que también había servicio de autobuses regulares con la población de Teulada y finalmente nos fuimos en autobús a comer al pueblo.
El marinero que cubría el turno de día era una pasada. Servicial, simpático, atento. Te hablaba a 200 por hora y le daba igual si lo entendías o no, no paraba de hablar. Hablaba tanto que si no era por la primera expresión, lo entenderías por la segunda y si no por la tercera... y si finalmente te daba un ataque de risa ante tal avalancha, se detenía con una sonrisa de complicidad y ... volvía a comenzar su discurso, esta vez más pausadamente.
Cuando llegó el autocar que nos tenía que llevar a Teulada, habló con el chofer y ... no nos quiso cobrar nada.
El corto viaje transcurrió por paisajes muy agrestes que me recordaban un tanto el cabo de Gata.
Al llegar al pueblo bajamos en la parada teóricamente del centro. No había apenas nadie en las calles, un sol de justicia que caía a plomo e imaginamos a todo el mundo sesteando tras esas ventanas y puertas cerradas. Fuimos a los dos restaurantes que aparecían en la guía que llevábamos y los dos estaban cerrados.
En la guía aparecía un tercero que estaba antes de llegar al pueblo (habíamos pasado delante con el autobús), bastante lejos de donde estábamos en ese momento y cada vez era más tarde para pedir de comer. Eso si estaba abierto.
En esto aparecieron dos hombres y una mujer también con la intención de entrar en uno de los Rtes. cerrados.
Iban "oficinísticamente" bien vestidos y contrastaban en un entorno tan rural. Como supimos más tarde, trabajaban en el ayuntamiento.
Les contamos nuestro problema para encontrar algún lugar donde comer.
Después de muchas exclamaciones y quejas por su parte y de que como podía ser que todos estuvieran cerrados el mismo día... (igual trabajaban en la oficina de turismo ;-) coincidieron en que la única alternativa era el Rte. de las afueras.
Ya nos disponíamos a pegarnos la caminata de vuelta por el pueblo desierto cuando nos detuvieron, fueron a buscar dos coches y nos acompañaron al Rte. Impresionante, como aquí!!!
El Rte. MezzaLuna estaba abierto, con una gran terraza exterior bajo árboles y todo para nosotros. Aunque al mediodía sólo servían un meú que no estaba mal y unos postres buenísimos.
La simpatiquísima camarera al final de la comida se ofreció para localizarnos un taxi para los 6 y poder devolvernos al puerto.
Al rato volvío que ya había encontrado quien nos llevaba a todos y por sólo 15 euros. Cinco minutos más tarde llegaba un microbús al Rte. para llevarnos de nuevo a la costa.
Me senté junto al taxista y estuvo todo el viaje contándome lo mucho que se parecía el "sardo" al español y de nuestras vinculaciones históricas y sociales.
- "Coñe, un doctotaxistasardo nos ha tocado"... pensé.
Resultaba que él pasaba medio año en España, en la Teulada (Moraira) de Alicante donde tenía familia.
Que la coincidencia de nombres no era casualidad y también eran localidades hermanadas. Que incluso se había hecho alguna regata que unía ambas localidades en conmemoración a no se qué aniversario.
Luego pasó a mostrarme coincidencias del idioma sardo con el español.
Yo también quise aportar mi granito de arena en tan enriquecedora y elevada conversación y le comenté la coincidencia y relación del Alger con el catalán, pero no le dió la mayor importancia y continuo como si nada con su monólogo histórico y sociopolítico del sur de Cerdeña. Arremetió de paso contra el euro y la Europa unida que "los hacía cada vez más pobres", me contó que en la Isola Rossa hay un manantial de agua dulce y cuando llegamos (yo ya medio mareado con tanto dato relatado casi sin respirar por su parte) me tendió una tarjeta en la que se leía .
"Marco Pavia. Taxista" para posibles futuras ocasiones. Gracias Marco!!
Digamos pues que, aunque del pueblo de Teulada apenas podimos ver nada, si disfrutamos de una corta pero intensa relación con parte de sus amables gentes.
Estuvimos luego perreando por el barco y puliendo temas de la conexión del AIS con la antena, hasta que bajó un poco el sol y partimos a darnos un baño a la playa de al lado y hacer el indio por ahí.
Cervecita en el chiringuito y a cenar al barco.
Una cucada de yola que había cerquita de nuestro amarre
El "Caps III" en Teulada
El lunes más....