[kaia]

Proseguimos el viaje

Como habíamos previsto, se deja la boya de Cabrera a las 8,30 de la mañana, efectivamente fuera del refugio un viento del NE entre 15 y 20 nudos y su correspondiente marejada, nos va hacer incómoda la navegación en las primeras millas. Se amarina el barco un poco a la defensiva, con un rizo a la mayor, pero por el momento no detenemos el motor hasta no tener claramente establecido el rumbo a seguir.
Como la previsión es que caiga totalmente el viento a lo largo del día, de momento, tomamos un rumbo ESE, unos cuantos grados más abiertos del teórico, al sur de Cerdeña.
A media mañana, la inestabilidad del viento se hace patente y a medio día el anemómetro marca poco más de 5 nudos, se recoge el foque y se corrige el rumbo hacia el E. La ola del N sigue crecida y la navegación, sin la sustentación del viento en la velas, es bastante incómoda. Mientras se navega a motor, el piloto hace su trabajo perfectamente y la tripulación se dedica a ver transcurrir las horas sin más alicientes que prestar atención algún mercante en la lejanía y esperar procurarse un bonito en el curri que amenice la cocina.

La noche calcada al día, brisas variables, por el norte se aprecian algunos nubarrones, no demasiado tráfico de mercantes y la mar también ha bajado. La estela, jalonada por las sempiternas medusas, brillando al contacto con la hélice.
Con el nuevo día, la brisa ya claramente se establece del NW, las previsiones de van cumpliendo, aunque de momento sin el empuje suficiente para detener la máquina, se despliega el foque y el curri vuelve a la popa.
¡Bingo! Al poco tiempo el carrete se dispara, se para el motor y en pocos minutos un atún de unos 10 kgs ya está abordo, contentos por saborear una buena cena cuando se arribe a Carloforte.
El viento no se establece con claridad hasta las primeras horas de la tarde, cuando de nuevo los 15 a 20 nudos ya son una realidad, pero esta vez por la aleta de babor, era lo previsto.
Las demoras a un barco, aún en la lejanía, confirman que se navega a rumbos encontrados, se mantiene la atención constante, porque a pesar de navegar a vela, no parece que tenga muchas intenciones de variar el rumbo, se trata de un crucero de pasajeros. Efectivamente a poco más de una milla, el Bahía las Islas modifica la trayectoria, no sin antes haberle enviado una queja por radio, a la que ni han contestado.
Con la marejada de nuevo creciendo, abordo, deciden tomar la Isla de San Pietro por el sur, se coloca en el GPS un wait-point a media milla de la isla. En la oscuridad de la noche las luces costeras son bien visibles. Al entrar pasadas las 23 h entre las islas de San Pietro y San Antioco, el oleaje ha desaparecido, se arrían velas y en menos de una hora amarrados en uno de los pantalanes libres de la marina Sifredi, dentro del puerto comercial. Nadie se acerca en la arribada, así que como es bastante tarde, una cena rápida en las aún concurridas calles de Carloforte y a dormir.
La tercera travesía que realiza el Bahía a Cerdeña y la más incómoda, 40 horas de fatigosa navegación, para recorrer 280 millas y solo 6 horas a pura vela, mal bagaje para la estadística, pero bueno, el Mediterráneo es así, si se quiere establecer una ruta con un calendario determinado.

José María, el patrón, decide pasar dos noches en Carloforte y propone la partida hacia Sicilia a las seis de la mañana del día 13.
Mi previsión, desde la otra parte del globo es; brisas variables en las primeras horas del día para establecerse un viento del E de 15 nudos a partir de la tarde, originado por una pequeña alta anticiclónica que se está formando en el centro del mar Tirreno, mi consejo es que suban de latitud hasta el paralelo 39º y hagan rumbo E hasta que previsiblemente amaine el térmico y se pueda descender.
Así se ha hecho, pero ha costado subir a motor de latitud, debido la dificultosa ola corta que enseguida de ha originado. Poco a poco, esta, se ha ido haciendo más llevadera hasta el punto de poder hacer una velocidad algo superior a los 6 nudos con un rumbo este.
A medida que se ha ido ganando longitud E, el viento y la mar han descendido, para la noche, dada la bondad de la navegación, se ha establecido hacer turnos de tres guardias de a dos horas cada uno, simplemente para mantener la vigilancia de los cargueros, ya que el piloto guía al Bahía las Islas en perfecta línea recta.
En la primera parte de la noche, el tráfico ha sido bastante intenso, aunque no ha sido necesario ningún estado de alerta, después, durante el resto de la noche no se ha visto ninguno.

Nuevo día hermoso, sin viento, la marejadilla residual, no es impedimento para hacer de nuevo navegar al Bahía por encima de los 7 nudos, rumbo directo a Vito Lo Capo, hay que recuperar las millas hechas de más ayer, ganando latitud. A medio día aumenta la brisa y rola al NE, ideal para volver de nuevo a navegar como Dios manda.
Se despliega el foque y ¡¡zas!! Gualdrapeo de la vela, rápidamente se arría y se comprueba la rotura de la driza, con gran extrañeza, por que no hace dos meses se puso nueva y es de spectra, con seguridad algo la ha sesgado en la perilla del mástil, habrá que comprobarlo.
Sin perder tiempo se coloca en el puño, una de las drizas de spi y de nuevo arriba, ahora ya se vuelve a navegar con alegría. Parece estemos abocados a navegar solo en las recaladas.
A media tarde se divisan las escarpadas colinas próximas a San Vito Lo Capo y se hace entrada en su puerto aún con luz suficiente para hacerse cargo del lugar.
San Vito es un puerto en el que conviven la náutica pesquera y la deportiva, bastante abierto a la mar proviniente del Este y los pantalanes, un poco cutres para lo que suelen ser los cuidados puertos italianos. De nuevo nadie aparece a recibirnos, a pesar de que se ha llamado repetidamente por radio, amarramos donde mejor nos ha parecido y listo.
Bueno, ya hemos realizado lo más costoso de la travesía, hemos ganado dos días a la previsión hecha antes de partir, para llegar sin agobios al punto de encuentro en la ciudad de Pescara, ahora ya serán singladuras costeras diurnas, con incluso paradas en lugares gustosos.