Atrapado en Galicia
Escribo esto para desahogarme, pues no me queda mas que esperar.
Procedente de El Algarve, alcancé Baiona a finales de junio, tras pasar una intensa niebla que nos acompañó durante toda la jornada desde Leixoes, Oporto. Pareció el preludio de las vicisutudes que más tarde acaecerían en esta tierra entrañable con una mar preciosa. Aquí empezaron los problemas.
Una compañera nos deja como tripulante por deberes maternos. Al día siguiente, el compañero que llevaba también, gran aficionado y de gran ayuda, también me abandona por motivos personales inaplazables. Me quedo sólo. Me angustio un poco por la mar que me toca, pero me digo: "bueno, no es la primera vez que te toca".
A pesar del fuerte NE que anunciaban, opto por continuar mi navegación hacia el norte para acercarme a mi último objetivo, Bilbao. Ráfagas de 25 nudos que me pegaban en la nariz y olas de viento de frente superiores a los 2 y 3 m. me obligan a pedirle más a mi motor. Le subo de las 2.200 r.p.m. habituales de crucero a las 2.600, pues el barco con el embate de las olas se me quedaba practicamente parado.
Para mi alivio, por fin alcanzo Muros, pueblo precioso con gente encantadora. Al igual que otros días, reviso el motor y para mi sorpresa observo que me ha tirado casi todo el aceite a la sentina, que parecía el Mar Negro.
"Esto no puede ser", me digo. Contacto con un mecánico muy competente, Kino se llama, que descubre cómo la fuga procede del retén del cigüeñal. "Hay que pedirlo nuevo", comenta. "Vale", le digo al tiempo que hago agenda y me complace observar cómo la espera de la pieza coincide con los días de NE. La espera debe prorrogarse más de lo previsto pues coincide una fiesta local al tiempo que ya asoma en el calendario el fin de semana. Ya el sábado, cambia el viento hacia el SO y la mar se calma bastante. Otros veleros salen, todos, menos yo, que me quedó en el espigón un tanto afligido.
Tras paliar mis penas con buenas almejas y algún centollo que compraba en un puesto de pesca muy cercano, acompañados de Riveiro, aparece Kino el lunes a media mañana y me coloca la maldita junta. Se hace tarde. "Saldré mañana", me digo pues la predicción era muy buena.
Me despierto a las cinco y media de la mañana y, para mi asombro, había tal niebla que no se veía el foco de las farolas del puerto, sólo su resplandor. Me tocaba navegar por lo que llaman "la costa de la muerte" con una mar que, aunque buena, siempre está algo embravecida y con rompientes que anuncian algunos bajos, pero no todos. Para colmo, días atrás se había levantado la veda del pulpo y observé en mis jornadas de espera cómo los barcos cargaban a toda prisa los innumerables montones de nasas para salir a toda prisa a la mar y arrojarlos al agua acompañadas de sus respectivas boyas con la esperanza de una buena pesca. "Esto será un campo de minas", me dije al tiempo que la niebla me calaba como si fuera una esponja.
Decido esperar y a media mañana despeja. El día quedó de sol y moscas. Así que zarpo con la esperanza de superar el cabo Finisterre. Alcanzo La Coruña no sin cietas dificultades a la hora de pasar la punta de Malpica pues de un día a otro, el parte había cambiado. A la altura de dos islas de cuyo nombre no me acuerdo, el viento, aunque portante, sopla por encima de los 25 nudos mientras que olas de entre 4 y 5 m. rodean el barco pues ahí se ve que confluyen las procedentes del Atlántico y también del Cantábrico, que ya se empieza a hacer notar. En la radio, mientras me acercaba, ya habían anunciado para aquella zona fuerte marejada con tendencia a mar gruesa.
Mientras ajusto el velamen, pues el viento también rolaba al igual que las olas, y en medio de un fuerte chubasco observo justo al lado de mi banda de babor a un enorme bicho que se está zambullendo majestuosamente, sin prisa, y al que sólo veo su cuerpo pues la cabeza ya estaba dentro del agua y la cola aún no había salido. Mis esfuerzos con el winchi me impidieron perder más tiempo mirando, pero puedo jurar que aquello tenía más de 6 m. y no era un delfín, que ya los conozco, ni una ballena pues su cuerpo era muy esbelto.
Bueno, ya continuaré pues ha transcurrido casi una semana y aún sigo en A Coruña.
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