Pues sí, Antonio, alma grande, corazón generoso. Felicitaciones.
Le Jaim: Por la vida!
Supongo que adentrarse en la corriente del río de la existencia para sujetar una vida que se escapa es una experiencia aturdidora.
Hace poco estaba yo cómodamente instalado en el restaurante de un puerto dedicado a los yates de gran eslora cuando me presentaron a una gran persona; un médico cirujano traumatólogo que pasa un par de meses al año en la provincia más pobre de la India, operando a niños que no pueden caminar. A través del ventanal, detrás de su venerable cabeza de hombre bueno, veía la silueta de un enorme yate de 80 metros de eslora que pertenece (todo el mundo lo sabe) a un magnate indio que se ha convertido en el rey del acero.
Señalando al barco le pregunté cómo veía él el hecho de que la India sea una potencia nuclear y que tenga supermillonarios cuando, por otra parte, el mundo socorre a su miserable población con infinidad de ONGs y médicos altruístas que, como él, trabajan jornadas agotadoras a cambio de nada.
Me respondió con una dulce sonrisa: amigo, ellos bastante hacen con permitir que los occidentales intervengamos en el sagrado orden de las cosas. Para ellos, al menos para los muy creyentes, si alguien nace con las piernas enfermas es porque necesita vivir la vida de un lisiado para llegar a ser perfecto en la eternidad. Nunca me he atrevido a hacer el seguimiento vital de ninguno de mis pacientes. Espero que el poder caminar les haya hecho más felices, pero la India se te va metiendo poco a poco bajo la piel y ya no estoy seguro de no estar cometiendo un sacrilegio.
Iría bien, Antonio, que tú sí te atrevieses a hacer ese seguimiento y pudieras contarle algún día a la gente que sí, que alguien rescatado "del sagrado orden de las cosas" puede ser feliz y hacer felices a los demás.
Va por usté, Maestro
