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Corsario
 
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Predeterminado Re: Relatos que impresionan

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Este del libro "Aventuras y desventuras de un navegante solitario" de Paco Jimenez

Parte IV

Tras el naufragio y posterior rescate creí que había cubierto mi cupo de tragedias en la mar, por lo que en el verano del año 1997 adquirí una nueva embarcación modelo Jeaneau de treinta y nueve pies. ¡Qué equivocado estaba!
Esta embarcación de nombre Seratia la compré en Altea, Alicante, y acompañado de mi hijo Franky y un buen amigo suyo y gran navegante de nombre David Díaz, emprendimos la travesía hasta Canarias. Navegando a la altura de Almería con una mar en calma y sin viento y a unas cuatro millas (siete km) de la costa, a mi hijo se le ocurre darse un baño, tirando para ello el balde por la popa para recoger agua, con tan mala suerte (por decir algo) que es arrastrado por este cayendo al mar. Esto no tendría la mayor importancia si no fuera porque David descansaba en la proa tras terminar su guardia, y yo me encontraba leyendo en la mesa de cartas, además de que el barco tenía el piloto automático y el motor en funcionamiento, motivo este último por el que no le oímos pedir ayuda.

Pasados unos veinte minutos más o menos le pregunté a Franky si avistaba algo, a lo que él, como era lógico, no me respondió. Extrañado salí a cubierta y no le vi por lo que lo busqué en el único sitio que podría estar en el interior, es decir en el camarote de popa o en los baños. Por supuesto allí no estaba. Asustado salí de nuevo a cubierta y vi su bañador en la popa, así como que faltaba el balde. No era muy difícil sacar las conclusiones acertadas. Rápidamente levanté a David y dimos la vuelta, pero sin resultado. Franky no aparecía. Por indicación de David llamé al 091 a través del móvil, que milagrosamente tenía cobertura, llegando treinta minutos después a nuestro costado dos lanchas tipo Striker de la guardia civil, que junto a dos veleros de la zona que me habían oído pedir auxilio a través de la VHF comenzaron la búsqueda, peinando la mar en una zona de tres millas, pues ésta era la distancia en la que habíamos calculado que Franky había caído al mar.
Según nos contó posteriormente sintió calor en su guardia y había decidido darse un baldeo por la popa para refrescarse; sin embargo, y debido a un exceso de confianza, decidió no avisarnos, tiró el balde al agua introduciendo su muñeca en la gaza, otro error, pues al contacto con el agua el balde hizo de ancla flotante echándolo al mar a unas cuatro millas de la costa completamente desnudo.
Una vez hubo caído al mar intentó nadar para alcanzar al barco, cosa bastante difícil cuando este navega a motor a unos seis nudos de velocidad, desechando el balde para ello, un tercer error como se verá más adelante.
Pasados unos veinte minutos de su caída, como comentaba anteriormente, nos dimos cuenta de que Franky ya no estaba a bordo y viramos 180º con el fin de recogerlo, lamentablemente si no conoces el momento en que cayó es bastante difícil calcular su posición, además de otros pequeños factores, como el abatimiento de Franky debido a la corriente, la resaca que hacía imposible ver su chapoteo, y sobre todo el que no conservara el balde, pues en el mar una persona no puede asomar más que su cabeza y sus manos hasta los codos, a menos que sea jugador de waterpolo, pues de otra manera se hundiría y en este caso el balde agitado sobre su cabeza hubiese sido una clara señal.
Debido a estas circunstancias y según nos contó después Franky, aunque pasamos a unos cien metros de él no pudimos verlo, sin embargo él nos observaba perfectamente mientras nos gritaba y chapoteaba, pero no lo oíamos debido al sonido de nuestro motor.
Así que allí dejamos a Franky, a unas cinco millas de la costa mientras nuestra embarcación se alejaba en dirección contraria. Después nos contó que al ver alejarse el barco y tras sobreponerse hizo lo que según él, y yo pienso lo mismo, era lo mejor, nadar a tierra, pues aunque divisaba mar adentro y relativamente cerca a unas pequeñas embarcaciones de pesca, tenía miedo de que al llegar hubiesen cambiado su posición, teniendo que ganar la tierra desde una milla más. Así que mientras nosotros en el Seratia llamábamos por VHF y con el móvil al 091, Franky intentaba ganar la costa a nado.
El tiempo pasaba sin resultados, y yo estaba cada vez más nervioso, pues imaginaba que a lo mejor al caer al agua, Franky se había golpeado la cabeza. He de decir que David se portó en todo momento de forma magistral, engañándome con el tiempo que transcurría y dándome ánimos.
Navegábamos en zigzag desde la posición en que habíamos virado al darnos cuenta de su ausencia, hasta una posición treinta minutos a 180º de nuestro rumbo original, acercándonos en cada bordada un poco más a tierra, con el fin de verlo si, como suponíamos, se acercaba a tierra.
A la llamada al 091 nos contestaron desde un puesto de policía en tierra, no recuerdo bien de qué ciudad, y les pregunté, después de contarles el incidente, si había algún helicóptero de salvamento disponible para enviarlo a nuestra posición de GPS, pues a vista de pájaro la posibilidad de encontrarlo eran mayores. Nos contestaron que esto no era posible, pero que nos enviarían dos embarcaciones de la guardia civil tipo Striker.
A la media hora de efectuar la llamada llegaron éstas echando los pistones por el escape. También le hice señales con las bengalas de salvamento a una lujosa motora que navegaba a una milla a mi banda de estribor a unos veinte nudos de velocidad, pero o bien porque no me vio o bien porque no quiso verme (una bengala aún de día es bastante llamativa) no se detuvo para socorrernos.
Dos horas después de la llamada de socorro navegaban en busca de Franky las dos Strikers de la guardia civil, un velero que acudió a la llamada de socorro a través del canal 16 de la VHF (todos los barcos que se encuentran navegando han de tener este canal abierto para casos de socorro) y el Seratia.
Después de las casi cuatro horas más angustiosas de mi vida oímos a un barco de recreo a motor de unos veinte metros de eslora que navegaba a unos doscientos metros de la orilla y que hacía sonar su bocina de forma continua, por lo que nos dirigimos rápidamente hacia él. Habían encontrado a Franky completamente desnudo y muy cansado intentando ganar la orilla a nado en ese momento.
Franky nos dijo posteriormente a David y a mí que al acercarse a la orilla vio ese barco, que se acercaba a gran velocidad, y que poco faltó para que le pasara por la quilla, sin embargo el capitán estaba atento, pues había recibido mi señal de socorro a través del canal 16 y se mantenía en el puente de mando oteando el mar. Una vez lo hubo avistado procedió a lanzarle un aro salvavidas al que Franky se agarró con sus últimas fuerzas y a lanzar la escala de abordo. Unos días después, Franky nos contó lo avergonzado que se había sentido al subir por la escalera, ya no tanto por el hecho de haberse caído al mar de esa forma tan tonta, sino porque a pie de escala se encontraba la segundo de abordo, una señorita de unos veinticinco años y un físico estupendo que lo observó de arriba a bajo, desnudo, mojado y completamente helado...
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De maestros y navegantes
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