Re: Relatos que impresionan
Cuando atacan las ballenas...
Pues si; pacíficas y juguetonas, pero las de estas latitudes debían tener algo de mala leche.
David Selling en la Ostar del 88
"... Mi pequeño barco de tan sólo treinta pies de eslora navegaba a una buena velocidad rumbo al oeste en medio de una mar apenas agitada por un viento franco del sur. Los días anteriores había visto un número inusual de grandes ballenas que tomaban el sol en la superficie acompañadas por juguetones ballenatos. La verdad es que, hasta ese momento, no me habían prestado la más mínima atención.
Por las noches era impresionante escuchar los ruidos que producían: se parecían al paso del viento por un pequeño agujero. En la soledad de la mar, las escuchaba mandarse sus mensajes acuáticos cuyas vibraciones llegaban hasta la superficie. Yo ponía un bote de vidrio apoyado en el fondo del barco y así amplificaba los sonidos. Otras veces, provisto de un tarro de mermelada vacío, lo apoyaba contra la plácida superficie de la mar, y era cuando mejor las escuchaba hablarse entre sí. Eran silbidos o lamentos largos que siempre recibían respuesta. De vez en cuando, un resoplido me marcaba lo cerca que las tenía cuando subían a la superficie a respirar. No sé si era inconsciencia o que ya me había habituado a ellas, pero no sentía temor. Me parecía todo un privilegio poder compartir un espacio vital junto a estos gigantes casi en extinción que, gracias al tiempo tan bueno que reinaba, se recreaban en la superficie de la mar en juegos diversos.
Mi posición era 46° 54' N 28° 45' W, cuando, un pequeño golpe, me advirtió de que tenía junto al barco a uno de estos animales. Salí de la cámara y traté de asustarlo haciendo ruido con una cacerola; de momento el animal desapareció. Regresé a la cabina, y cuando aún no había dejado el cazo en su sitio, sentí un tremendo golpe en la banda de estribor. Luego, tuve la sensación que pasaba por debajo del barco y se alejaba de nuevo. No habían pasado tres minutos cuando otra vez me embistió. Pero esta vez lo hizo con tal violencia, que todas las estructuras de mi nave crujieron. Luego se desató un ataque tenaz que abrió el casco y comenzó a entrar agua a bordo. Al principio trate de achicarla, pero enseguida advertí que era en vano. Por ello, metí algunas cosas en un saco de mano y lancé la balsa salvavidas, al tiempo que activaba la baliza de emergencia. Embarcado ya en la balsa pude contemplar la saña que emplearon las ballenas en hundir mi barco, con el temor añadido de que luego la tomaran con mi bote. Pero no fue así; pasados unos minutos de furor y terror, desaparecieron de mi vista para no volver en todo el tiempo que tuve que pasar a la deriva hasta que un avión Nimrod de la Armada británica me localizó y desvió de su ruta a un mercante para que me recogiese..."
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