Hola,
Hemos hablado en este tugurio en varias ocasiones durante sus ya muchos años de existerncia sobre el problema de cómo determinar la longitud en medio del mar. Es muy conocida la historia de la contienda, durante buena parte del siglo XVIII, entre Nevil Maskelyne (que era el Astronónomo Real de Inglaterra) y el carpintero-relojero John Harrison por llevarse el premio de 20000 libras esterlinas que había ofrecido la Comisión de la Longitud del Parlamento inglés a quien propusiese un método capaz de determinar la longitud en la que se encontraba un barco en alta mar. La solución final a ese problema, mediante lo que hoy día llamamos navegación astronómica estándar (es decir, medir la altura de un astro y obtener una recta de altura), es conocida, especialmente por quienes estudian para CY. Pero seguramente es mucho menos conocido que a lo largo de los siglos anteriores se propusieron otras soluciones, sus autores espoleados sin duda por los suculentos premios que las distintas potencias navales iban sucesivamente convocando con el fin de conseguir la tan ansiada solución. Hoy voy a empezar a contaros el intento más serio en este sentido. Y digo voy a empezar porque esto me llevará varias entregas que iré poniendo cuando vaya teniendo tiempo. El objetivo final es proponer a los muchos aficionados a la Astronomía que, me consta, hay en este tugurio, y que disponen de un simple telescopio (como los que el Lidl pone a la venta más o menos poco antes de Navidades), que intenten poner en práctica el método. El método, que explicaré más detenidamente en próximas entregas, consiste en observar mediante el telescopio un eclipse de una de las lunas de Júpiter, anotando la hora civil del lugar en el que tal evento tiene lugar. Así de simple. Se trata de un método propuesto por primera vez nada menos que por Galileo Galilei a la Corona española en 1612. Pero antes de meternos en faena quizás os interese un poquito de historia del asunto.
La navegación de altura, lejos de la vista de la costa durante días o semanas, comenzó a finales del siglo XV con los portugueses que descubrieron y doblaron el Cabo de Buena Esperanza y establecieron la ruta a las Indias siguiendo esa derrota, y los españoles que descubrieron América tratando de establecer (dicen) una ruta a las Indias por el oeste. Esas navegaciones de altura se basaban en el principio de
paralelo correr tierra encontrar. Es decir, se navegaba esencialmente siguiendo rumbos oeste o este hasta dar con tierra por la proa. Los navegantes de la época sabían determinar su latitud a partir de la altura del Sol a mediodía o de la altura de la Polar en el hemisferio norte. Disponían de tablas de declinación del Sol en función de la fecha (las
Tablas Alfonsinas, confeccionadas por orden del rey Alfonso X el Sabio fueron de las primeras si es que no fueron las primeras) y tenían instrumentos para medir la altura de los astros (esencialmente ballestillas y astrolabios náuticos). Pero navegaban desconociendo la longitud en la que se encontraban para la que tan sólo tenían muy burdas aproximaciones basadas en una estima bastante inexacta pues no tampoco contaban con una medida fiable de la velocidad del barco (la corredera de barquilla no es un instrumento preciso que digamos). Sí disponían de
aguja de marear (o sea, compás), pero tan sólo empezaban a darse cuenta de la existencia de la declinación magnética (Colón habla en su diario de navegación de que
la aguja le norteaba).
El primer premio ofrecido a quien propusiese un método que permitiese determinar la longitud en la mar fue propuesto por la Corona española en 1598 cuando reinaba Felipe III, rey de España, Portugal y las Dos Sicilias (Sicilia y Nápoles). El premio consistía en 6000 ducados más 2000 de pensión anual vitalicia y otros 1000 de ayuda para gastos. Vamos, como si hoy día sales elegido diputado... Doce años después, concretamente justo después de la puesta de Sol del 7 de enero de 1610, Galileo Galilei estaba probando un telescopio que acababa de fabricarse (por cierto, Galileo no fue el inventor del telescopio como afirma mucha gente, pero esa es otra historia). Se le ocurrió apuntar su instrumento (el telescopio) hacia Júpiter que brillaba en el cielo como lo está haciendo precisamente estos días (Júpiter había pasado hacía poco tiempo su oposición, como también ocurre estos días). Lo que descubrió esa noche es uno de los descubrimientos astronómicos que más han influido en la historia, no sólo de la Astronomía sino de toda la ciencia, porque contribuyó decisivamente al cambio de nuestra concepción sobre el Universo. Esto es lo que anotó el propio Galileo sobre la observación de esa noche:
... el séptimo día de este año, 1610, a primera hora de la noche, mientras inspeccionaba las constelaciones celestes con un catalejo, Júpiter hizo su aparición. Y, como me había preparado un instrumento superior, pude ver que había tres estrellas junto a él, pequeñas pero muy brillantes. Aunque creí que pertenecían al grupo de estrellas fijas, no dejaban de intrigarme, porque parecían estar dispuestas exactamente a lo largo de una línea recta y en paralelo a la Eclíptica, y brillaban más que otras estrellas de su tamaño…
Además incluyó un dibujo de su puño y letra de lo que veía a través del ocular del telescopio:
Fijaros como el este (Oriente) está a la izquierda y el oeste (Occidente) a la derecha, como corresponde a un mapa del cielo. Intrigado por esas “estrellas” que acababa de descubrir, decidió observar a Júpiter al día siguiente. Lo que entonces descubrió lo describió así:
... cuando el 8 de enero volví a observar la misma parte de los cielos, me encontré una situación muy diferente, ya que había tres estrellas pequeñas al oeste de Júpiter, y estaban más cerca entre sí que la noche anterior. [...] Mi confusión se transformó en estupefacción…
y lo dibujó así:
Lo que había dejado estupefacto a Galileo es que si las
estrellas que había observado próximas a Júpiter eran, como él creía tras la observación de la noche anterior, estrellas fijas como todas las demás que conocía, entonces resulta que Júpiter se había movido de una noche a la siguiente hacia la parte oriental del cielo. Sin embargo, todos los astrónomos de la época sabían que Júpiter se movía en el cielo en sentido contrario con respecto al fondo de estrellas. Galileo esperó ansioso a la noche siguiente con el fin de volver a observar para corroborar esta conclusión, pero el 9 de enero resultó un día nublado que no le permitió hacer observación alguna. Cuando el 10 de enero pudo observar de nuevo a Júpiter se encontró con que sólo se veían dos de las tres estrellas:
El 13 de enero Galileo vio aparecer una cuarta estrella. Continuó con sus observaciones de Júpiter durante algunas semanas tras las cuales comprobó que las cuatro
estrellas se mantenían siempre en las proximidades de Júpiter moviéndose solidariamente con él con respecto al fondo de estrellas fijas, pero cambiando su posición con respecto al planeta y entre sí a medida que se transportaban junto a Júpiter respecto al fondo de estrellas. Llegó así a la conclusión de que estas cuatro no eran estrellas fijas sino que, por el contrario, eran cuerpos celestes que se movían siguiendo a Júpiter. Lo expresó así:
... Ahora he llegado a la conclusión de que las tres estrellas se movían sin duda alguna alrededor de Júpiter, al igual que lo hacen Venus y Mercurio alrededor de nuestro Sol…
Así que lo que había observado eran cuatro lunas del planeta Júpiter que daban vueltas a su alrededor en órbitas casi circulares de manera que desde la Tierra se veía este movimiento circular justamente de perfil, en el mismo plano en que se producía el movimiento. Galileo llamó originalmente a las lunas de Júpiter
Planetas Mediceos en honor de la familia Medici, bajo cuyo mecenazgo se encontraba. Se refirió a ellos de forma individual mediante los números I, II, III y IV, por orden de cercanía al planeta. Los nombres actuales son
Ío, Europa, Ganímedes y Calisto, nombres que fueron asignados por el astrónomo Simón Marius basándose en una sugerencia de Johannes Kepler.
Dos años después de descubrir los que hoy conocemos como satélites galileanos de Júpiter, en 1612, propuso a la Corona española utilizar los eclipses y ocultaciones de esas lunas por la sombra de Júpiter (eclipse) o por el propio Júpiter (ocultación) para determinar la longitud de un barco en la mar. Eso os lo contaré en la siguiente entrega.
Saludos,
Tropelio