Tobago
Cuando desperté el primer día y saqué la cabeza por el tambucho me sorprendió ver la jungla que prácticamente bajaba hasta la playa y que las luces que veíamos la noche anterior no eran más que un pequeño pueblo de pescadores.
Mi primera impresión fue que estábamos en el sitio más cutre de todo el Caribe: casas con tejados que se venían abajo, gente desocupada por todos sitios, gallinas campando por las calles. Cinco minutos más tarde me había enamorado del lugar: el colorido de sus casas, la sonrisa de sus gentes, su cerveza fresquita, las palmeras en la playa, la música saliendo de las ventanas, los olores a bosque húmedo, la ausencia de hoteles, no ver a penas turistas… tal vez en este rinconcito todavía hayamos encontrado ese “Caribe auténtico” que nosotros estábamos seguros de que había desaparecido.
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