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Antiguo 10-10-2007, 19:42
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Tabernero Tabernero esta desconectado
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Predeterminado Re: Y volver, volver, voooooolverrrrr...

Acabo:

Comienza el tercer día de navegación y ya hemos recorrido unas 280 millas. Aunque cansados llevamos un buen ritmo y esto nos anima. El viento poco a poco ha ido rolando a N con lo que ahora ya no vamos rumbo a Casablanca sino algo por encima de Kenitra. Por el Iridium nos siguen llegando previsiones de que seguirá rolando a NW aunque no acaba de entrar.

Al mediodía navegando con olas de 3 metros (lo que ya nos parecía todo un calmón) y con 15 nudos de viento, tumbados y relajados dentro de lo posible, cada uno en un banco, medio dormitando, suena un terrible CRAACC acompañado de una fuerte sacudida de toda la jarcia que parecía como si hubiésemos desarbolado. Nos levantamos de un salto sin saber bien que estaba pasando, miramos hacia delante y vemos el stay muy combado pero todo en su sitio, miramos hacia atrás y vemos el back suelto, sólo sujeto por un cabo que suelo montar de respeto, pero que tenía demasiada holgura con lo que iba dando latigazos de banda a banda. De un salto me tiro encima de él y lo agarro, o mejor dicho, me agarra él por el dedo meñique sin intención de soltarme, mientras cimbreaba con cada ola. Manolo que ve la situación lo coge más arriba y así consigo liberar mi dedo. Echo un vistazo, sin acordarme del dedo y veo que lo que ha partido es una de las poleas triples del aparejo de dar tensión, mientras Manolo me dice: ¡Tío la mano! Me miro la mano y me la veo toda ensangrentada, tanto, que ya empezaba a gotear encima de la teca del banco de popa. Por enésima vez se me escapa el consabido ¡Joder!...

Me agarro con la izquierda al back para evitar que siguiera dando latigazos y se fuera o rompiera la mayor y mando a Manolo a enrollar génova y posteriormente a por el botiquín a ver si conseguía hacer también un balance de daños de mi dedo. Tras limpiarme la herida, mientras Manolo sujetaba ahora el back, veo que no es para tanto la cosa, sólo un corte por la base del dedo pero que sangraba profusamente. Me vendé como pude y nos pusimos a reparar la rotura, para ello le quitamos una vuelta al cabo del aparejo dejando libre el centro de la polea superior que es la que había roto su arraigo y ahí amarramos, pasándolo por dentro, directamente el cabo del aparejo. Dimos tensión a todo el conjunto, ahora sólo con dos vueltas, pero sin pasarnos y posteriormente amarramos fuertemente otro cabo desde el arraigo del back hasta el ojo del terminal superior. Me curo el dedo que seguía sangrando y pienso en la suerte que tuvimos de llevar un barco con crucetas retrasadas… El barco no hizo falta limpiarlo de sangre, ya se limpió él sólo con el agua del mar, jeje…

Arrancamos motor y seguimos navegando con mayor y máquina. Al atardecer volvimos a trincar un pez, esta vez un dorado bastante gordito, pero que ni intentamos subir a bordo y lo dejamos escapar (aunque la peña no se lo crea). No estábamos para pescaditos. Como todas las noches el viento comenzó a subir y la mar a ponerse más gorda con olas de más de cuatro metros rompiendo por todos lados. Así estuvimos hasta las 5 o las 6 de la mañana en que la cosa se empezó a complicar de verdad. Yo iba durmiendo o intentándolo porque empezamos a dar pantocazos que me suspendían en el aire para caer como un plomo encima del sillón. Como pude me levanté y me puse el traje de aguas. Cuando salí fuera aquello era la releche, “er Manué” chorreando y agua por todos lados. Las olas como ninguno nunca antes habíamos visto, nos entraban por todos lados, grandes de fondo por popa y de través, muy grandes de viento por proa que chocaban con las de fondo y montaban un cirio de la leche. Según se fue haciendo de día la cosa fue empeorando aún más. Nos venían rompiendo con crestas de más de un metro que se formaban por todos lados, lo que sumado a la ya considerable altura de las olas nos hacía navegar con mar de más de 6 metros y muy difuso. Por supuesto, que ya mucho antes habíamos tenido que cambiar rumbo e intentábamos correr la castaña, habíamos virado varias veces pero nada, era imposible navegar hacia ningún lado… Al final optamos por quedarnos medio a la capa sin apenas avanzar y esperar que pasara, lo que empezó a ocurrir sobre las 4 de la tarde en que de repente empezó a caer hasta que el mar se quedó en menos de 2 horas absolutamente planchado.

Izamos génova y seguimos navegando a vela hasta ya muy cerca de Cabo Espartel con tráfico importante de mercantes, donde se nos cayó el viento del todo. Se nos hizo de noche y en medio de una espectacular calma que no nos podíamos creer nos plantamos a eso de la 1 para doblar Cabo Espartel muy pegados a costa, momento en que detecto un eco en el radar que no consigo identificar en el exterior. Lo dejo por estribor como a media milla sin conseguir ver que era aquello. Al rato miro para detrás y me pego un susto de muerte; un barco sin luces que en principio creí que era un catamarán de línea venía hacia nosotros a toda pastilla. Como a 100 metros para y enciende un foco que me deja ciego… ¡Joder, lo que nos faltaba, la patrullera marroquí!... Me da tres vueltas alumbrándome con el foco mientras yo seguía navegando, pero nada, ante su insistencia y que cada vez se acercaba más tuve que parar máquina y quedarme al pairo a ver que querían. Apagan el foco y echan la neumática al agua. Despierto al de los slip “coloraos” y nos suben a bordo, nos registran el barco de arriba abajo, nos piden la documentación y después de casi una hora nos dejan seguir. He de decir que aparte del lógico coñazo se comportaron con corrección y amabilidad; nos dijeron que eran de la Marina Real y que los registros eran rutinarios.

En fin, que tras contactar con Tarifa Tráfico por el 10 para comunicarles nuestra intención de entrar en el canal, doblamos el ya manido Cabo y nos encontramos con una maravillosa corriente a favor de tres nudos que nos hacía ir a casi 11 de GPS… Ahhh, nos adelantó un impresionante portaaviones yanqui… Coral creo que se llamaba… ¿o esa era la cerveza?

Llegamos a Ceuta amaneciendo no sin antes casi comernos unas mejilloneras que no vienen indicadas en ninguna carta y cuyas luces no se ven al confundirse con la costa. Y digo casi comernos literalmente porque las pasamos a no más de 10 metros.

Atracamos en el puerto ya de día y empezamos a sacar toda la ropa mojada a secar y nos dispusimos a reparar los daños: desmontamos los cadenotes, los dejamos secar y los sellamos con sika, secamos todo el barco por dentro, le dimos aceite con esencia de naranja a toda la maderita, ordenamos, limpiamos las sentinas, arreglamos la cocina que se había desmontado, compramos papel de junta y le hicimos una juntita nueva a la bomba, cambiamos el génova al 150, me pedí un maravilloso tensor de back hidráulico que me llegará mañana, rellanamos el depósito con las petacas sobrantes, nos dimos una ducha de agua dulce, nos pusimos ropa limpia y allí no había pasado nada. Todo ello ante la incrédula y atenta mirada de los del barco de al lado que eran tres parejas en un bavaria 46 de charter que no daban crédito a lo que veían y más cuando me escuchaban hablar solo maldiciendo porque no encontraba la 10-11… yo cuando levanté la cabeza y los vi mirándome, les sonreí… ¿Pero de dónde vienen estos? Pensarían…

Eso si, Dos Manué y yo nos dimos un homenaje de escándalo, nos fuimos a comer a un restaurante que nos recomendó Tomari al lado del puerto, el refectorio se llamaba y nos pusimos como el kiko de comer, regado con dos botellas de buen vino. Alucinante el sitio, pero barato no era… no… ¡Joder! ¿Pero es que no nos lo merecíamos?

La navegación hasta Melilla sin ningún incidente aunque para no variar con viento de proa… Llegada, besitos, amenazas de no te vas más y esas cosas…

Ciao
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