Mi experiencia con el saildrive se reduce a sólo a una única navegación.
En mayo, un grupo de amigos trasladamos a Cartagena un barco que uno de ellos había comprado en Tenerife. Cerca de la costa africana, pillamos un pedazo de red con la hélice que, por suerte, con el barco al pairo, pudimos desenredar.
Una vez en Cartagena, el armador decidió hacer una revisión del motor y, para su sorpresa, encontró al cambiar el aceite del saildrive, mayonesa.
Según el mecánico que le hizo la revisión, la mayonesa se produjo al entrar agua salada por haberse roto un retén por efecto de la red.
Vamos que, a partir de entonces, saildrive: lagarto, lagarto.
Salud y buenos vientos
