Ultima del dia, es algo larga, no estrictamente ligada a la nautica militar (aunque si en parte) pero me ha encantado el relato, de nuestros fomosos Tercios de Flandes. (Obtenido de Foro Naval)
PARTE I
Duiveland, 1575 , la operacion anfibia de los tercios para conquistar las islas de Zelanda
Duiveland, 1575
En este tiempo se continuaba la empresa de ganar las islas de Zelanda. Las personas conocedores de los canales de esta provincia dieron aviso de que desde la isla de Tolen [Landt van der Tolen] se podía llegar en barcas a Philipe Landt, una isla desde la cual se podía vadear andando en horas de marea baja, cruzando el canal y llegando a la isla de Duyvelandt, desde la cual, y cruzando un canal, se podía entrar en Schowen, isla donde se ubicaba Zierickzee, que era la villa y puerto que se pretendía tomar, pues daba el dominio de este grupo de islas.
El Comendador Mayor, Luis de Requesens, gobernador y capitán general de Flandes, acompañado por Sancho Dávila, Chapin Vitelli, el coronel Mondragón y Juan Usoria de Ulloa partió de Amberes a Bergen op Zoom, de allí a la isla de la Tola [o Toleno] de allí a la villa Saint Annelandt.
Las tropas: seis banderas de españoles que habían venido de Holanda del tercio de Julián Romero y cinco del de Valdés, la compañía de Isidro Pacheco y cien soldados del castillo de Amberes y algunas banderas de valones de las coronelías del Conde de Rus, Cristóbal de Mondragón y Francisco Verdugo, la compañía de alemanes altos de Francisco de Montesdoca, gobernador de Maastricht, otras banderas de alemanes del Conde Haníbal y dos de gastadores, siendo número de mil soldados de cada nación y tres mil en total, doscientos gastadores y cuatro compañías de caballos, que servían de hacer guardia en la Tolen.
Se enviaron cuatro compañías [dos de españoles y dos de valones] a reconocer el paso, “a tentar el vado”. Yendo en barcas hasta la isla de Philipslandt, aguardaron la menguante, y comenzaron a cruzar el vado que había de pasarles a Duiveland, recorriendo la mitad del camino, donde la armada de los rebeldes salió a defenderles el paso. En este punto se dieron la vuelta, y viendo la dificultad física del paso, y el impedimento que les ponía la armada rebelde, informaron al Comendador que “serían más los soldados que se perderían al vadear que los que pasarían en salvo”.
Juan Osorio de Ulloa, empeñado en recibir el mando de esa misión, no quiso oir las voces que descartaban la factibilidad del paso, así que envió a Juan de Aranda, sargento de la compañía del capitán Juan Daza a reconocer el vado de noche, junto con 12 hombres y dos guías que certificaban el paso, con el empeño personal de traer tierra y hierba del dique de Duiveland, o morir en la empresa.
Así, haciendo el camino indicado, con barcas hasta Philipslandt, y caminando a la menguante, pasaron de noche entre las dos partes en que se dividía la armada rebelde, cada una a cada costado del bajío por el que caminaban. Pasando dificultades por haber de caminar la mayor parte del camino en el agua, consiguieron poner el pie en el dique Juan de Aranda, Lezcano y Francisco de Marradas, pero descubriendo una guardia a Marradas, tocaron alarma, y tuvieron que volver a hacer el camino. [1]
Teniendo éxito en el reconocimiento, lo comunicaron, y la decisión de efectuar el cruce se tomó, no sin que se presentaran varios pareceres, algunos de ellos discordantes, basados en el testimonio de los primeros cuatro capitanes, que tuvieron problemas para cruzar, por la existencia de la armada rebelde, que aquello “era más locura que deseo de acertar”.
Pero el recuerdo del cruce de Targoes, junto con el reconocimiento de Aranda, fueron los puntales para sostener la idea de que el cruce era posible, hubiera armada rebelde o no.
La víspera de San Miguel, 28 de septiembre, llegaron al fuerte de Saint Annenland los 1500 hombres de las tres naciones que habían de cruzar el vado. Allí se les dio un par de zapatos, y unas alforjas a cada uno, para que llevasen dos libras de pólvora y otras dos de queso y bizcocho.
el comendador mayor habló a los soldados, visitando cada cuartel en particular, que mostraron gran contentamiento de que los quisiese honrar tanto como elegirlos entre los demás que tenía Su Magestad en los Estados para tal jornada.
A las once de la noche del 28, reunió el Comendador a los cabezas de la expedición. A Sancho de Ávila le encomendó el cargo de las galeras con que cruzaría la gente a Philippeland. A Mondragón, el mando de los alemanes y valones, y a Juan de Osorio los españoles, y con ellos, el mando de la gente que había de cruzar.
De vanguardia, le tocaba a Juan de Osorio con los españoles, seguido por los alemanes y valones, y tras ellos, los gastadores, y cerrando la marcha, Gabriel de Peralta, con su compañía de españoles, haciendo los efectos de escoba.
El objetivo, llegar a Duiveland, donde los rebeldes tenían hechos fuertes [Oostduiveland] y trincheras en el mismo dique que daba vida a la isla, cruzando de una isla a otra un vado de mar de legua y media, en el espacio temporal de la menguante, entre dos armadas de los rebeldes, y hecho el cruce, asaltar las posiciones de los rebeldes, que se encontraban en posición firme y descansados, y esto, hecho por hombres cansados y desnudos.
Desnudándose [quedándose en medias calzas y camisa] Juan Osorio de Ulloa, el resto de capitanes y hombres que habían de cruzar el vado le imitaron, y se metieron en las barcas con que habían de cruzar a Philippeland. Hecho el desembarco, atravesaron la isla, y llegando ya al bajío, comenzaron a caminar en fila de uno, con los arcabuces, picas y espadas en las manos, metiéndose en el agua, la cual les llegaba primero a las rodillas, luego a la cinta, y luego a los pechos, caminando sobre un lecho enlodado que entorpecía el paso.
