PARTE II
Apercibida de ordinario la armada rebelde para vigilar las aguas, más aún después de la expedición de Aranda, aguardaban el cruce: 38 navíos gruesos y 200 barcas, a banda y banda del bajío o banco por el que transitaban las tropas del rey de España, haciéndoles un paseíllo por ser el paso inexcusable.
A pesar de ser de noche, y ser cumplido el silencio en la marcha, el chapoteo del caminar en el agua dio noticia a los rebeldes de la presencia de los soldados del rey, los cuales empezaron a recibir fuego de artillería y arcabuces. El único factor positivo de todo era que el bajío impedía a los navíos artillados aproximarse, pero la menguante había acabado ya, y comenzaban a crecer las aguas, arrimándose de tal manera las barcas que desde las mismas, con unas batidoras de trigo [tres palos unidos a una vara por unas correas de cuero, una especie de rudimentario pero efectivo nunchaku] golpeaban a los soldados, y con ganchos los atrapaban, sin que estos pudieran aprovecharse de sus armas, ni detenerse a defender, pues lo único que había que hacer era caminar, caminar y no ahogarse antes de llegar a tierra firme, al dique que debían asaltar.
El capitán Isidro Pacheco, que había defendido Targoes de los rebeldes, y que había sido liberado por una expedición como en la que ahora él mismo participaba, fue muerto por la artillería de la armada.
Don Gabriel de Peralta, del cual dijimos que llevaba la retaguardia caminaba lo aprisa que podía, llegando incluso a mezclarse su compañía con los gastadores que habían de empujar, ahogándose ya muchos con la creciente. Por no haber hecho ni la mitad del camino, y ver que el agua les comía, y que el paso lento de los últimos de la cola le entorpecía, tuvo que darse la vuelta, retornando al comienzo de su camino.
Llegaban ya los españoles encabezados por Juan Osorio al dique, que era defendido por 10 banderas de ingleses, franceses y escoceses dirigidos por Monsieur de Boissot, y tomando 20 soldados, que eran los que con él iban a la cabeza, con espadas y picas en la mano, por no tener otra cosa que hacer que ocupar el dique, se subieron a él, y atacaron a los rebeldes que lo defendían, desamparando estos sus puestos, y retirándose a los fuertes que sobre el mismo dique estaban hechos, o a sus navíos.
Retirados los rebeldes, y ganada este cabeza de puente, tan “sólo” quedó ocupar la isla. Un proceso que no se completó hasta el 2 de julio de 1576, amotinándose a continuación las tropas que en esta durísima empresa habían participado, y dando lugar a los sucesos de ese año.
No tenemos el detalle de las bajas que sufrieron las tropas, pero de los 200 gastadores no quedaron sino 10 vivos. La mayor parte de las bajas fueron valonas y alemanes, y los españoles sufrieron menos en el cruce, probablemente, por el hecho de ir primeros.
Por si se les ocurre buscar en un mapa actual la situación geográfica en la cual se desarrolló esta acción encontraran que la acción del hombre ha convertido en península este antaño grupo de islas. Para que se hagan una idea adjunto un mapa de algo parecido a lo que se pudieron encontrar las tropas del rey: un conjunto de islas, y agua, mucha agua.
Pasando de Lant van der Tolen a Phillipe Landt, para cruzar a posterioridad al dique de Duivelandt, en la misma Oostduivelandt, o cerca de esta villa.
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