[capitan tan]

Pues, cofrade Jorge Mistral, sólo se trata de la confirmación de que uno sólo tiene miedo cuando no tiene nada mejor en lo que pensar. Aquél día hacía más viento del que yo me suelo permitir y había decidido regresar a puerto porque mi tripu, estaba claro, no estaba disfrutando ya.

No sé todavía qué me pasó (no suele ser habitual en mí) cuando estaba casi entre puntas, pero decidí dar media vuelta y adentrarme de nuevo el un mar gris y agitadillo, como el día.

El viento mantenía el barco con una escora potente a babor mientras yo me encontraba algo tenso y muy concentrado (más bien debería decir que la escora del barco me traía loco, y había empezado a soltar escota de mayor e incluso a aproarme con movimientos casi de psicópata) cuando, de repente, alguien dijo "¡¡¡delfineeeees"!!!.

No recuerdo la posición que ocupaban los 7 tripulantes que me acompañaban, pero sí que los delfines tuvieron la traviesa ocurrencia de aparecer precisamente por babor y...allá se fueron todos a la velocidad del rayo. La escora del barco ya no era escora, era mala leche.

Yo sólo miraba de reojo mientras decía obviedades del estilo de "a ver, a ver, chicos, necesito tres a estribor", "insisto, tres a estribor"; "José luis, coño, cuidado con Rober"; "Alfredo, he dicho que a estribor, joder"; "Santi, coño, que ya eres mayorcito, joder" "qué pasa, ¿no habéis visto nunca delfines?" (sobra decir que yo no los había visto nunca). En vista de que nadie oía nada de lo que yo decía, entre otras cosas porque todos estaban hablando a la vez con comentarios del tipo de "qué bonito, qué pasada, qué preciosidad", y viendo que la regala tocaba el agua sin que nadie se sobresaltase, dejé de mirar de reojo, empecé a mirar sin disimulo, me relajé y disfruté durante diez minutos de los delfines, de la alegría de mi tripulación y de una navegación rápida, escorada, y mantenida como pocas veces he vuelto a lograr.

Moraleja, relax, siempre relax. Los barcos están diseñados precisamente para navegar.