Un poco de poesía japonesa actual.
Conejo
Tú sé zorro y devórame. Encuéntrame al brincar en la nieve,
persígueme con los ojos ensangrentados. Huyo. Para ser perseguido
por ti. A veces vuelvo la cabeza y brinco al reconocerte.
Brinco. Me late el corazón. Levanto mis orejas. Me alegro. Me
ansías. Me persigues tan fervorosamente. Escucho tus pasos,
tu latido y tus rugidos. Escucho con mis orejas aumentar tu
temperatura, crecer tu apetito y salpicar tu sudor. Tú nunca
renuncies. Aunque se te pelen las patas y tropieces con un tocón,
levántate para perseguirme. Imagina lo deliciosa que es mi
carne. Imagina el sabor del botín que consigues después de tres
días de hambre. Mi carne es sumamente exquisita. Un monte
de invierno. Todo está cubierto de nieve. Nos encontramos
absolutamente solos. Huyo. Tú persígueme. Seguramente me
capturarás. Llorando río, lloro riendo, y dentro de poco me
alcanzas. Te lanzas contra mí. Tus brazos tibios. Tus palpitaciones
violentas. Tu sudor rebosando. Tu aliento me toca
las orejas. Esperaba este momento, siempre, desde hace mil
años. Tú muérdeme el cuello con todas tus fuerzas. Ése es mi
punto débil. Mi pelo blanco flota en el aire. Mi sangre roja se
derrama, para manchar la nieve. Siento el cielo cerca. Mis dos
pupilas reflejan el arcoíris, y expiro con una sonrisa irónica.
Esperaba este momento. Siempre.
Toshiko Hirata
