Amigos y Cofrades.
Me he pensado mucho poner este post, llevo todo el día dándole vueltas. Y aun ahora, no estoy seguro.
A veces es fácil que la emoción nos lleve lejos. Incluso hasta donde no quisiéramos haber llegado. Pero pienso que, al fin y al cabo, se trata de uno de nosotros. Y pienso también que, aun en las situaciones más duras, siempre hay algo bueno que puede ser aprendido. La tenue tibieza de la esperanza cuando todo parece haberse perdido.
Este es un post triste, pero impregnado de luz. Y de amor. Sí, de amor. Del amor de una familia y de la luz de una Bahía bajo una suave brisa de invierno. En medio de una mar clemente, inmensamente azul y calma, que recibió a nuestro compañero.
A las doce y cuarto del mediodía, a media milla al Oeste de la boya roja que señala los peligrosos corrales de roca a medio sumergir, nuestro amigo el Pitufo Marino ha entrado por fin en su nueva casa, las aguas de la Bahía. Entre los honores que un marino como él merece, nuestras bocinas de niebla sonaron largamente cuando le acogió la Mar.
No fui a despedirle, fui a darle la bienvenida. Como todos los que allí navegamos esta mañana. Al fin descansa donde siempre quiso estar, en "su" Bahia de Cádiz. Una docena de rosas rojas marcan el lugar.
Una docena de rosas, doce pedacitos de corazón que quedan con él entre las aguas para siempre. Donde estará jugando entre nuestros cascos, acariciando delfines y listados. Persiguiendo al veloz marlin o gastándole bromas a la asustadiza caballa. Meciéndose feliz con la mar de leva de poniente o saltando entre las crestas de espuma de los temporales del Suroeste. Acariciando bajo el sol entre las rompientes las doradas arenas de Vista Hermosa, el Playa de la Luz o Costa Ballena.
Le dimos la bienvenida como se honra a los marinos. Y quedó, en medio de esa mar limpia, fresca y amable, el eterno testimonio de amor de doce pedazos de corazón en forma de doce rosas rojas.
Bienvenido a la Bahía, amigo Pitufo.
Con nosotros estarás bien.
Rog