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Entiendo y me parecen divertidas las regatas de club, como acto social, distendido y jovial.

Pero no alcanzo a entender esas regatas cada vez más frecuentes, con barcos cada vez más sofisticados, con formas estrafalarias, carentes de alma, con una tecnología espacial de la bomba, y con la parafernalia de medios y dineros que lo envuelve todo.

No entiendo esos “desafíos” ni la gracia que puede tener navegar –si es que aún se puede llamar así- a tropecientos nudos, siempre a límite, sin confort alguno y comiendo durante semanas alimentos insípidos envasados al vacío.

Me viene a la mente una de esas regatas hace mucho tiempo en la que un proa cayó al agua y desapareció para siempre en una maniobra de spi en mitad de la noche. Qué espanto, qué horror! … y sobre todo, para qué?!?

Me gustan más las navegadas sin records, sin grandes espectáculos, en las que, con la compañía de amigos o sólo, sientes como el barco se mueve en el agua, como vive,… Navegar es vida.