
02-01-2016, 21:09
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Capisol
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Re: Y El Temido lll se fue al Caribe
Los días pasaron volando en Playa Blanca y la mañana del 30, nublada y con
poco viento (como de costumbre), zarpamos rumbo a Cabo Verde.
Unas 900nm nos separaban de nuestro nuevo destino: Mindelo.
Como la previsión para los siguientes días era de que tendríamos calima,
decidimos bajar por la costa este de Fuerteventura, a fin de encontrarnos
lo más al este posible, cuando el viento subiese.
Una última conexión con el cofrade Alex, al que dejamos navegando por la
zona de la playa del Papagayo y rumbo a la isla de Lobos. Aunque llevábamos
las velas izadas, nos hacía falta la ayuda del motor para avanzar. La idea era
que cuando llegase la noche, hubiésemos sobrepasado el Morro Jable, a fin de
navegar libre de interferencias con la costa.
Tras una noche tranquila, al día siguiente, como aventuraban las previsiones,
el viento fue subiendo poco a poco, para llegar a la noche, registrando
rachas de hasta 36 nk de aparente, que me obligó a meter unos grados al
oeste, a fin de que el oleaje y el propio viento, nos entrase más por la aleta.
"A más viento, menos trapo" y siguiendo las indicaciones del astillero,
enrollamos un poco más la génova, para que sufriese menos la embarcación.
Aún así, no dejábamos de hacer nuestra media prevista, que eran de 150nm
por singladura.
El viento del desierto, no nos abandonó durante los cuatro días siguientes. Y
aunque esto de por si no era malo, el polvo que arrastraba estaba poniendo
el barco perdido. Tan guarro estaba, que no apetecía salir fuera a sentarse
en la bañera o en el puesto de timonería.
Por popa llevábamos largados un par de rapalas, con la idea de que picase
algún atún o alguna llampuga despistada y hambrienta. Por fortuna, una
pieza de algo más de 10 kilos le dio por atacar al señuelo y con entusiasmo
y pericia, terminó subiendo a bordo, para regocijo de mis compañeros de
viaje. Y luego pasó lo de siempre: la bañera terminó teñida de rojo, que
junto al marrón de polvo sahariano, dejaban una estampa de un cata muy
guarreado. Pero la verdad es que no hay nada más agradecido que el
gelcoat, con varios cubos de agua salada, vuelve a relucir como si se fuese
a estrenar.
La calima no nos abandonó hasta llegar a las mismas puertas de Mindelo. Y
es tan espesa, que se parece a una densa niebla, no dejándote ver el sol
durante días. Tan así es, que estando entre las islas de San Vicente y San
Antón, con cualquiera de las dos a menos de una milla, no conseguíamos
ver su silueta, lo que nos llevaba a un principio de incertidumbre, que
aunque veíamos en las cartas electrónicas lo cerca que estamos, dudábamos
de que no se hubiesen estropeado y estuviésemos en otro sitio. Hasta que
de repente, se nos apareció el Islote de los Pájaros, un pedrusco enorme,
con muchas cagadas blancas de las aves que allí anidan. ¡Por fin!, exclamamos.
Nos acercamos a la marina que hay en la bahía, para repostar el poco
gasoil que habíamos consumido y que nos diesen amarre.
Tras seis días de navegación, habíamos concluido la segunda etapa. Y todos
seguíamos vivos. 
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