El uso de los puntales en el Tonic 23 de orza abatible.
Para poder varar en sitios de marea, como en Bretaña, y poder pernoctar en sitios así:

tuve que conseguirme unos puntales. Son de altura regulable y la primera vez que los usas es lo complicado, ya que es difícil que coincidan con la altura del barco a la perfección. Si los dejas más largos todo el peso del barco apoya en ellos y los anclajes de la cubierta (unos simples cáncamos) no están diseñados para eso. Y si los dejas un más cortos te arriesgas a que el barco se apoye en el quillote y se venza hacia uno de los lados sin quedar vertical, con el peligro de que el puntal de ese lado ceda y el barco se caiga. Para la medida exacta esperamos a sacar el barco para darle la patente antes del viaje. Bien asentado en la cuna del varadero pasamos una tabla de madera por el borde inferior del quillote y la enrasamos a la horizontal con un nivel. Luego colocamos uno de los puntales colgando en el aire y ajustamos su longitud para que la plataforma de apoyo quedase un poquito más alta que la madera. Luego pusimos el otro a la misma medida.



Con la medida ajustada su colocación en el mar es sencilla y esa operación sólo hay que hacerla una vez.
Otro tema fue cómo estibarlos, pues en un barco pequeño falta espacio para todo. Mientras no se utilizaban (entre Santander y Bretaña y a la vuelta) iban colgados sobre la cabina de popa, justo en el realce del techo que corresponde por arriba a la brazola. Los colocábamos limpios y secos.
Pero cuando se utilizaban, como en toda nuestra estancia en Bretaña, que salían del agua sucios de barro, llenos de algas y mojados, los poníamos en la cubierta uno a cada lado de la cabina, sujetos por delante al cadenote del obenque con la misma pieza que los ancla al cáncamo cuando se usan, y por detrás a uno de los candeleros, amarrados con el propio cabo que se usa para estabilizarlos hacia proa y popa cuando sujetan el barco.
Como iban encima de las líneas de vida, tuvimos que revisar el recorrido de estas líneas para que el puntal no estorbara su uso. Pero por lo menos no impedían el paso por la borda para las maniobras en proa.
No obstante su uso fue un poco decepcionante, y hasta arriesgado si se levantaban viento y olas cuando te tocaba reflotar.