Hace unos años leí en la revista Skipper un relato impactante.
Navegante de mediana edad sale de Masnou a pescar sólo en Otoño con una lancha a motor y ancla a cierta distancia de la costa. A media mañana empieza a levantarse el Garbí y decide acercarse a proa a izar el ancla para regresar a puerto.
A media izada pierde el equilibrio y cae al agua! Intenta trepar por la cadena pero la proa le queda muy alta y no consigue encaramarse a cubierta.
Nada hacia popa y tampoco logra alcanzar la escalera que lleva plegada.
El viento sigue aumentando, el ancla a medio izar ya no retiene el barco, éste deriva cada vez más rápido hasta que se agota, pierde fuerzas y se suelta del casco.
Queda solo en el mar y ve como el barco se aleja sin poder hacer nada por evitarlo, quedando solo en medio del mar.
El agua está muy fría y empieza a sentir sïntomas de hipotermia, los borregos de espuma son cada vez mayores y se resigna a bien morir.
Al cabo de un rato un enorme buque porta containers hace su maniobra de aproximación al puerto de barcelona y el piloto que lleva el barco desde popa, a veinte metros de altura sobre el agua y que a su alrededor no ve otra cosa que olas y espuma desde detrás de una cristalera, de repente desvía la vista a un lado y ve una cabeza con un brazo alzado pidiendo auxilio. Le da al MOB corta máquina, el barco con su inmensa masa ni se entera, manda bajar una auxiliar con las coordenadas memorizadas y tras una corta busca dan con el naúfrago al que rescatan ya sin fuerzas para mantenerse a flote. Unas horas de estabilización en el Hospital y salva su vida sin mayores daños y encima le recuperan el barco que ha ido derivando sin encallar....
Cuando alguien le pregunta si considera un milagro la casualidad de que desde el puente del carguero el piloto viera en la inmensidad y en medio de un mar revuelto el pequeñísimo punto de su cabeza y su mano haciendo señales, la respuesta es afirmativa.
Acto seguido se pregunta : habrá tenido algo que ver el que justo un año antes hubiera arrojado aproximadamente en aquél lugar las cenizas de su fallecida madre?
La respuesta no la tienen los humanos, pero impresiona !
El pobre Francisco Puchol, eminente Letrado, no ha tenido tanta suerte.
Saludos
