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Hermano de la costa
 
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Predeterminado Re: El Bahia las Islas por la ruta de los vikingos

No nos demoramos mucho en los aledaños de Amsterdam, aunque la visita a la capital holandesa tire mucho, pero la meteorología manda y debemos seguir avanzando, aunque sea a motor, y más cuando tenemos a la vista para dentro de unos días temporal del norte, con gran pesar de no poder hacer una escapada a la llamada Venecia del norte, cargamos los tanques de gasoil y partimos hacia Den Helder, una corta etapa de 35 millas, pero con viento de proa de 20 nudos a pesar de que por la tarde la corriente nos será favorable.
Dicho y hecho, salimos del puerto comercial con la nortada anunciada y una mar confusa de ola encrespada, originada por la corriente, que ha estado a punto de hacerme dar media vuelta, pero se me ha ocurrido acercarme a la costa y la marejada ha sido más llevadera.
Casi seis horas después de navegación para olvidar, entramos en el puerto de Den Helder, primera sorpresa al encontrarnos con que la marina deportiva está dentro de una enorme base naval, pero tal circunstancia no es óbice para que nos atiendan muy bien y no tengamos ningún problema para salir y entrar del recinto militar.

Den Helder es una típica población holandesa de vida tranquila que ha sabido conjugar su estamento civil con el militar y a las claras se muestra en el magnífico museo naval que posee la ciudad y que nos hubiera gustado recorrer más a fondo, pero nuestro calendario se impone y después de consultar con los conocedores de los entresijos del mar interior holandés decidimos avanzar millas por sus aguas someras. Para ello estudio muy bien el recorrido ya que hemos de afrontar un paso de unas tres millas que no está muy clara su profundidad, ya que unas cartas le dan menos de un metro de profundidad en la bajamar y otras en torno a los cuatro metros.

Con las cosas claras y la convicción de que con la pleamar no tendremos ningún problema de calado, abandonamos Den Helder en la primeras horas de la tarde para recorrer treinta y seis millas por la zona norte del mar interior hasta la isla de Vlieland, una de las perlas del archipiélago de las Frisias, hemos salido una hora antes de lo recomendado por mis cálculos para en la mejor de los situaciones, poco antes de que la marea comience a subir, llegar al lugar del entredicho a media marea.

Por toda la zona nos cruzamos con una ingente cantidad de pesqueros que faenan entre los arenales, nosotros no nos salimos del camino bien balizado con marcas verdes y rojas, llegando al susodicho paso una hora antes de lo calculado comprobando que la cartografía CMap 93, del OpenCpn, en la que refleja menos sonda es la acertada y como era de prever tocamos el fondo arenoso, salimos sin problemas del abarrancamiento, volvemos atrás cien metros y largo el ancla a esperar lo que no hemos hecho anteriormente. Casi una hora más tarde, con medio metro más de agua bajo la quilla afrontamos de nuevo el paso, ahora si, justitos pero pasamos con apenas a quince centímetros del fondo.

Arribamos al puertecillo de Vlieland poco antes de anochecer, aquí pasaremos los próximos tres día hasta que amaine el temporal del norte. Vlielan es una pequeña isla arenosa de unas diez millas de larga por una milla de ancha que pertenece a esa cadena de islitas que son las Frisias, situadas en la costa holandesa y alemana del mar del Norte, lugar libre de vehículos motorizados que no sean los municipales, retiro muy apetecible para jubilados y turistas que buscan tranquilidad y naturaleza virgen y como tales alquilamos unas bicis para movernos a nuestras anchas, como hacen los muchos venerables ancianitos que proliferan por la isla.

Tres días más tarde, según lo previsto, nos echamos a la mar, aún bajo los efectos de la fuerte marejada que azotó toda la costa, para hacer las últimas ciento cincuenta millas hasta el canal de Kiel. Sabemos que a lo largo del día la mar amainará bastante, como así ha sido y pasamos sin ningún sobresalto la última noche del mar del Norte.
De mañana penetramos en el río Elba para recorrer las treinta y cinco millas de estuario hasta la entrada del canal. En este caso, yo, que soy tan meticuloso con los asuntos de la navegación, no había previsto el fuerte incremento de la corriente en el río, y nos la hemos comido enterita a la contra, imperdonable error. Paramos a repostar gasoil en la ciudad rivereña de Cuxhaven para en las primeras horas de la tarde alcanzar las esclusas del canal.



El paso por las esclusas todo un acontecimiento para los novatos en navegación por canales

Como no sabemos muy bien cómo funciona el paso esperamos a ver que hacen dos veleros que llevan un rato esperando cuando hemos llegado y no es otra cosa que entrar en la esclusa, de las cuatro que existen, cuando en el correspondiente semáforo, se apaga la luz roja y se enciende una blanca parpadeante. El paso por el canal de sesenta millas, un poco estresante hasta que te acostumbras a que grandes mercantes te sobrepasen a una veintena de metros de tu costado. El canal discurre por la verde campiña alemana de Jutlandia, su tránsito es gratis para embarcaciones deportivas de pequeño porte, es obligatorio hacerlo de día, por lo que, como hemos entrado por la tarde hacemos noche a dos tercios de recorrido, en uno de las muchos pequeños Yachs Clubs que existen en la población de Rendsburg, baratos y con buen servicio.

Al día siguiente temprano continuamos navegando en la misma tónica, con día espléndido, al llegar a la esclusa de salida, ya sabemos el protocolo y no hemos de esperar a nadie para entrar en cuanto se ha encendido la luz blanca de vía libre.
Media hora después, en aguas libres izamos velas y navegamos en la bahía de Kiel, con buena brisa, increíble la cantidad de veleros que vemos hasta el horizonte, en este día de sábado, navegando por todos lados, nosotros ponemos rumbo al norte, pero la brisa del este noreste, al salir de la bahía, rola más de la cuenta al norte lo que nos impide nuestro propósito de pasar la noche donde teníamos previsto sin navegar a motor y como ya estoy un poco arto de quemar gasoil, disfrutamos de navegar a vela, aunque solo alcancemos la población de Bagenkop en la danesa isla de Langeland, fondeamos en una bonita playa junto al puerto y desembarcamos con la neumática a echar un vistazo por el pueblo.




En Bangenkop desembarcamos en el primero de los países nordicos Dinamarca

Al día siguiente sí que tenemos un buen viento del este y lo aprovechamos para ganar latitud rápidamente, disfrutando, esta vez sí, de un buen día de navegación y aunque llevamos bien el compromiso de fechas, decidimos seguir navegando por la noche, para que Fermín disponga de un poco más de tiempo en la península escandinava antes de su vuelta a la vida cotidiana, las últimas millas a Skagen de nuevo hay que hacer uso del diesel, para variar.




Bahia en medio del puerto pesquero de Skagen



Que orgullosos los daneses de su bandera, ya nos gustaría a nosotros lucir la nuestra en nuestros barcos y no tener que recurrir a las de conveniencia...En fin...

Nos sorprende esta pequeña ciudad, situada en lo más norteño de Dinamarca por su enorme puerto pesquero con gradas de varada y astilleros para grandes pesqueros de altura. La parada ha sido obligada porque mediante internet habíamos concertado cita hace días en una clínica veterinaria ya que la normativa noruega para ingresar mascotas de la Unión Europea, exigen, además de las vacunas reglamentarias y el chip correspondiente, el certificado de desparasitación, incluido en su pasaporte, con una validez de un máximo de cinco días.
Cumplido el trámite, por la tarde salimos rumbo a la costa sueca, Escandinavia, estos días, está inmersa en una gran franja anticiclónica y desde que entramos en tierras vikingas nos está regalando temperaturas propias de latitudes mediterráneas, aunque echamos de menos un poco de viento.
Desde Skagen hemos puesto rumbo a la costa sueca, en principio no tenía intención de visitarla pero cuadran las fechas y vamos a navegar sus aguas que según Luis son espectaculares, me da la sensación que a partir de entrar en los países nórdicos todo es espectacular, hasta los precios de las cervezas que tomamos en Skagen, aunque las marinas sean incluso más baratas que en España y el abastecimiento de la despensa nada escandaloso.

Durante la noche, si puede llamarse noche a las cuatro horas de penumbra, hemos navegado a motor, en un mar como una balsa de aceite, a bajas revoluciones para acceder a la costa, plagada de islotes y arrecifes, con el sol ya iluminando y eso que serán las cuatro de la mañana, y como bien lo ha descrito Luis las últimas diez millas a tierra firme espectaculares, serpenteando entre islotes de todos los tamaños, rocas desnudas y arrecifes que en muchos casos no afloran de la superficie, si bien en los lugares de paso están bien señalizados con boyas verdes y rojas, además de las cardinales, cuyos colores amarillos y negros son bien visibles desde la distancia, de todas formas las cartografías que llevamos sitúan a la perfección cada una de las rocas y no hay problema para seguir una ruta segura.


Saliendo de Fjaellbacka en la costa sueca

Como es muy pronto he elegido una pequeña población de impronunciable nombre, para nosotros, donde haremos una corta parada, ver un autentico pueblo de pescadores y echar una cabezadita, que llevo en vela un montón de horas. Atracamos en uno de los varios muelles libres de una pequeña marina deportiva y como era de esperar la población está desierta a horas tan tempranas. En un par de horas nos vamos como hemos venido, sigilosamente y prácticamente sin ver un alma por los alrededores. Volvemos al dédalo de islotes con rumbo norte, ahora sí, a recalar en una ciudad más populosa cerca ya de la frontera noruega.

Stromstad es muy frecuentada por los noruegos, según nos cuenta Luis, porque no se encuentra lejos de Oslo y las bebidas alcohólicas, a las que son muy aficionados por estas latitudes, tienen muchos menos gravámenes. La marina en consonancia con lo que hemos visto últimamente, sigue sorprendiéndome que no haya que rellenar ningún papel, simplemente meter la tarjeta de crédito, en una especie de cajero automático, teclear la eslora del barco, los días de estancia y listo, te sale una pegatina que hay que poner en el barco para que el encargado de turno, cuando hace su ronda compruebe que estas al corriente del pago y nada más, como cuando aparcas tu coche en un parking.
La ciudad no tiene mucho que enseñar más allá de los alrededores del puerto, donde se aglutinan la mayoría de restaurantes y heladerías a las que los suecos son muy aficionados.



Me rio yo de los islotes y bajos de las rías gallegas

Y desde Stormstad el siguiente salto ya es a Noruega, penetramos en el fiordo de Oslo por su margen izquierda, lo cruzamos a la otra orilla para arribar a Horten, hay varias marinas donde elegir amarre, lo hacemos en la que nos parece más cercana al centro y amarramos en una de las muchas plazas libres, las formalidades las mismas que en Suecia, ticket de parking y listo, y ya estamos en Noruega, me gusta esto, lo celebramos tomando una cerveza en una de las cafeterías junto a la marina, un paseo por la población, que no es que sea una fiesta y poco más.



En Horten hemos pisado suelo noruego

Para el día siguiente ya solo nos queda la última etapita, llegar a Oslo, salimos pronto, aquí quieras o no, se madruga bastante, el sol tempranero invita a ello, entramos en la parte estrecha del fiordo, hoy sábado hay mucho tráfico de todo tipo de embarcaciones, como nos pilla de paso hacemos una parada en la marina donde Luis tiene su velero, Un flamante Bavaria 44, la entrada un canal estrecho y justito de calado pero sin problemas atracamos en la plaza libre al lado del Prime Time, Luis nos enseña con ilusión como está preparando el barco para la temporada veraniega que se avecina y sin demorarnos demasiado continuamos rumbo norte por el fiordo.




El noruego, orgulloso de su Prime Time


En los aledaños de Oslo una locura de tráfico náutico en todas direcciones, alguien lo ha comparado al caos de las calles de una ciudad india, los noruegos tienen ganas de sacudirse el invierno especialmente crudo que han padecido y están ansiosos de disfrutar de este avance veraniego. Amarramos en la marina de la Reina, donde Hege, la mujer de Luis no ha reservado plaza y por fin ya estamos a todos los efectos en Noruega, punto y aparte, la primera, de las tres etapas cumplidas, un paseo como quien dice de mil setecientas millas desde que salimos de la ría de Vigo, un mes de navegación con altibajos pero bueno en líneas generales, aunque me queda la sensación de haber navegado demasiadas horas a motor. Mis dos amigos desembarcan para regresar a sus quehaceres y yo presto a comenzar la segunda de las etapas en esta ruta por el país de los vikingos, con mi hija y otros amigos.

Salud
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Las navegaciones del Bahia de las Islas en el canal Youtube bahialasislas1
Instagram bahialasislas
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