-¡Recoged toda la impedimenta!- ordenó Jon a sus hombres -Ahí viene el remolcador “Teck” a buscarnos- añadió señalando con el brazo el rechoncho barco de treinta metros y tres mil caballos pintado de negro y blanco que en esos momentos reducía de marcha con estruendo y casi de golpe a doscientos metros del costado del “Captain Saieski”.
Numerosas sonrisas afloraron entre los rostros de los pescadores de atún, cinco minutos después la roda protegida por grandes cilindros de caucho negro, o sea, el punto más elevado del casco del remolcador contactaba con el costado del carguero y Koyo auxiliado por Ferdinand desplazó la escala de práctico para que comenzaran a descender. Una vez varios naúfragos sobre el castillo de proa del “Teck” sus compañeros comenzaron a arriarles los equipajes ayudados por un cabo, y en un cuarto de hora el pequeño barco se separaba del grande al tiempo que desde ambas naves numerosas manos se agitaban en señal de despedida.
Mientras el más pequeño ponía proa a la bocana del canal de Vidri al tiempo que ganaba velocidad, el más grande, ante los atónitos ojos de Jon Somarriba daba avante tres cuartos poniendo rumbo Oeste con un penacho de humo negruzco sobre el extremo de su chimenea.
-¡Manda cojones!, ahora va a resultar que Douala está al Oeste de Abidján, ¡lo que aprende uno en estos tiempos!- dijo asombrado
-¿No te dijeron que iban a Camerún?- preguntó Sabino
-¡Pues eso!, y ahora ponen proa a Occidente, aquí huele a cuerno quemado-
-Vete a saber a qué se dedica ese barco- desconfió Javier
-Piensa mal y acertarás- agoró Jon -Económicamente no les interesa declarar que van a Douala porque casi les pillaba de paso. Si su destino es un puerto que está más al Oeste que Abidján, en principio les convenía decirlo porque ahora tienen que retroceder, con lo que la distancia recorrida y el tiempo perdido de su ruta es mayor y por tanto más importante la cantidad a cobrar del seguro de nuestro barco. Sin embargo han mentido, con lo que cobrarán menos, con el consiguiente perjuicio para su armador ¿porqué?-
Razonó el rubio a sus muchachos elevando la voz para poder ser oído por encima del atronador ruido proveniente del tubo de escape del poderoso motor propulsor del remolcador cuyo trabajo distaba mucho del que estaba realizando en aquel momento.
Habitualmente se dedicaba a ayudar a atracar y desatracar barcos mercantes dentro del puerto, es decir, tirar y empujar con sus cuarenta y cinco toneladas de potencia de tiro a punto fijo.
Ahora navegaba por el canal en dirección a Lagune Ébrie a diez nudos levantando grandes olas a su paso. Trescientos metros antes de llegar al pontón cargadero de combustible en el que estaba amarrado un moderno buque tanque pintado de color butano que habitualmente transportaba gasolina y de seis mil toneladas llamado “Rikiziano”, el patrón del remolcador amoderó la máquina al mínimo para evitar un estropicio a causa de los balances que podrían provocar sus olas en el buque-tanque.
Una vez rebasada la posición del barco con matrícula de Palermo el motor propulsor del “Teck” bramó de nuevo con fuerza.
Jon y Lito se habían sentado sobre una caja metálica pintada de rojo que contenía chalecos salvavidas, estaban un poco separados de los demás, el gallego hizo una confidencia al vasco:
-Vaya cabronada, estaba aprendiendo con el americano más cosas que con todos los anteriores maquinistas juntos, y ahora se va todo a la mierda, vete a saber lo que ocurrirá con nosotros-
Lito llamaba americano a Porriño porque éste había trabajado en cerqueros de la flota americana durante años.
-Tranquilidad, esperemos que nuestros armadores echen el guante pronto a otro barco-
Después del largo paseo de boya en boya que a Jon le pareció absurdo, atracaban frente al edificio de la SOGEM, donde les esperaban la Embajadora Edurne Orbe Rodríguez, Emma, Óscar y Diamé. Noemí estaba de vacaciones.
Jon saltó a tierra el primero y saludó con sendos besos en las mejillas a Emma y estrechó la mano a los demás, después se dirigieron a la fachada del edificio de la consignataria frente al cual estaban aparcados los vehículos de los presentes, entre ellos el mercedes verde intenso de la Sra. Orbe, al patrón bermeano le sorprendió gratamente la juventud de aquella mujer para el cargo que ocupaba, no aparentaba ni cuarenta. A buen seguro debía ser muy capaz en su trabajo. Era morena, con su largo cabello negro como el azabache desparramándose en cascada sobre sus hombros y espalda, delgada y de mediana estatura, más tarde supo el bermeano que era natural de Alcalá de Guadaira (Sevilla).
Somarriba extrajo de su maleta los documentos personales de la dotación y entregó a Diamé el pasaporte, la cartilla de vacunaciones y la cartilla de navegación de Daniel que estaba acomodado en el coche que usaba el enjuto marfileño con gafas. Inmediatamente se puso al volante y partió rumbo al hospital. Jon y Edurne usaron la tapa del portamaletas de la gran berlina alemana como mesa improvisada, y mientras el bermeano firmaba codo con codo con la sevillana, ésta sellaba las cartillas de una en una. El rubio no pudo por menos de pensar << Madre del amor hermoso, qué bien huele la condenada, debe ser un perfume francés carísimo. Yo en cambio para ella debo oler a verraco, con esta ropa sucia ¡maldita sea mi estampa!. Creo que lo entenderá, no es tonta, supongo>>.
En el lugar correspondiente a motivo del desembarque, Jon escribía con un bolígrafo negro que le había facilitado Emma, Naufragio, después firmaba en el lugar reservado para el capitán del buque. <<Qué color de tinta más apropiado para hacer el trabajo que estoy haciendo>> pensó el bermeano.
En menos de media hora había terminado aquel episodio, la joven y guapa embajadora muy amable y simpática a su vez, ofreció a Jon que la llamara sin dudarlo por teléfono si necesitaban ayuda para lo que fuese y le entregó una coqueta tarjeta oficial en la que estaban todos los datos, después se despidió con una sonrisa franca estrechándole la mano.
El bermeano aprovechó para comunicarle que al siguiente día tendría en la Embajada la Protesta de Averías, tan pronto como Emma lo transcribiera todo a máquina.
-No te preocupes capitán, en un caso como éste aunque fuera pasado mañana no pasaría nada- respondió ella amablemente
-Pero me interesa presentarlo mañana señora, seguramente volaremos por la noche tanto yo como los testigos que presentaré-
-Llámame Edurne, lo de señora me hace parecer mayor. Si quieres te acercas mañana a la Embajada, y si no vete tranquilo a tu hogar junto con tus muchachos. Recibiría tu Protesta de manos de Emma y la admitiría a trámite en el acto, no tendrás problema alguno. Por cierto, tampoco es necesario que te presentes con testigos, para mí es suficiente con tu palabra. Donde tendréis que testificar es ante la compañía aseguradora en España, pero de todas formas, testigos en realidad lo sois todos los miembros de la dotación-
Eso es cierto Edurne, de acuerdo, si está pasado todo a limpio a tiempo me pasaré por allí mañana, en caso contrario te lo entregará Emma. De nuevo gracias por todo-
-De nada Jon y si no nos vemos, buen viaje y disfruta de tus vacaciones- terminó la agraciada mujer con otra sonrisa radiante
A continuación se acomodó en su berlina y encendiendo el motor hizo marcha atrás, un minuto después desaparecía por la entrada al recinto.
-Vamos a necesitar dinero Emma, para comprar ropa por ejemplo, en mi caso estoy con lo puesto, lo he perdido todo- solicitó el Patrón
-No te preocupes, ahora mismo llamo a tu oficina en Galicia y antes de mediodía tendréis el dinero en vuestro hotel- respondió ella -¿Quieres llamar por teléfono a casa?- preguntó
-Sí gracias, quiero tranquilizar a mis familiares. Por cierto, la Edurne esa parece una persona legal ¿no?-
-Es una tía cojonuda, espero que esté aquí muchos años- respondió Emma
-¿Cuántos años tiene?, es joven para su cargo- curioseó el bermeano
-Cuarenta y cuatro- respondió la de los anteojos con una media sonrisa
-¡Cáscaras!, no aparenta ni cuarenta, ya me parecía a mí-
Subieron los escalones que le separaban con la primera planta acompañados de Óscar y la consignataria marcó el número de su hogar. Charló brevemente con María asegurándole que no había sufrido daño alguno, ante los lamentos que pronunció el rudo pescador referentes a su desgracia y la incertidumbre creada sobre su futuro embarque y el tiempo que tardaría en hacerlo, la de Mungía soltó una frase que sorprendió sobremanera al bermeano <<Que nuestros bienes sirvan para mitigar nuestros males>>. María no era muy dada a las frases poéticas y dejó boquiabierto a su marido, después se despidió de su esposa y pidió a Emma que marcara el número de la oficina de su empresa armadora.
El hijo segundo de José Alosno se puso al aparato y le dio la no por esperada menos trágica noticia:
-Hola Jon, buenos días, por decir algo- hablaba suave, con pena
-Buenos días José Miguel, lo de buenos días efectivamente es por decir algo-
-Hemos recibido la llamada de Eustaquio desde el “Alborada Diez” notificándonos el hundimiento del “Apóstol Segundo”. Ha sido a las siete de la mañana de ahí, es decir hace una hora- explicó lacónico
-Vaya por Dios. Estaba cantado José Miguel, el barco lo vi abrasado por las llamas-
-Bueno, eso ahora ya no tiene solución. A partir de hoy es cosa del seguro, esperemos que no tengamos problemas y encontremos otro que lo sustituya en breve. Te habrá dicho Jaime que tenéis que redactar un informe detallado de lo sucedido-
-Afirmativo, además no hace falta que nos lo diga, es obvio que tenemos que presentar una Protesta de Averías en la Embajada en el plazo máximo de veinticuatro horas contadas a partir de nuestro realojo. En cuanto llegue al hotel me pondré manos a la obra porque Eustaquio no llegará aquí hasta mañana a mediodía como más pronto, porque vienen con la panga de remolque y no pueden correr mucho, de todas formas conozco el procedimiento de memoria así es que esta tarde estará lista-
-De acuerdo, gracias Jon. Finalmente mi padre no ha volado, dada su edad se lo hemos desaconsejado los hijos y ha accedido a regañadientes a quedarse aquí. Esta mañana debe haber llegado Jaime ahí-
-Conforme José Miguel, en unos días supongo que nos veremos por ahí, un abrazo-
-Mi hermano Juan Ignacio acaba de dar orden a Emma por el otro teléfono de que te sean entregados cuatrocientos mil francos CFA para vuestros gastos, adminístralos como veas conveniente, adiós y un abrazo-
Gracias y hasta la vista- finalizó Jon y colgó.
-Ya se ha hundido- dijo el rubio con voz fúnebre mirando a Emma y Óscar
-Bueno, estaba previsto ¿no? Además si estaba achicharrado quizá sea mejor- opinó ella
-Estaba muy achicharrado Emma. De no hundirse no creo que mereciera la pena su reparación. Está claro que mejor así, aunque no sé lo que pensará el seguro- se preguntó el rubio encogiéndose de hombros
-Aparte de los gastos de llevarlo de remolque a un astillero y demás. Por cierto ¿cuánto pescado teníais a bordo?- preguntó Óscar con un hilo de voz.
-Mil toneladas, y llevábamos justo un mes de mar, salimos como sabes el 17 de Marzo y abandonamos el barco el 17 de Abril-
-¡Caramba!, qué pena Jon, que yo sepa nadie ha pescado tanto en el último mes- exclamó el marfileño de los gruesos befos sorprendido
-Crueldades del destino, las desgracias siempre nos suceden a los desgraciados-
-¡No digas eso hombre!, te ha tocado la lotería mala y punto, ya verás cómo más pronto que tarde tendrás otro barco- animó Emma en un susurro dándole una palmada en un brazo con su mano
-Eso es lo que me ha dicho el jefe, que se van a poner manos a la obra de inmediato para buscar un sustituto. Aún así como mínimo se irán unos meses o a lo peor un año al carajo ¡con lo bien que íbamos!-
-Qué le vamos a hacer, dale gracias a Dios de que estáis todos bien, barcos hay muchos e incluso se construyen si hace falta- animó Óscar
-En eso estoy de acuerdo. Bueno chicos, hay mucha gente esperando, nos vamos al hotel- quiso despedirse Jon
-De acuerdo, tengo pasajes para vosotros para mañana por la noche pero están sin confirmar. En cuanto me los confirmen te lo digo- comunicó la catalana
-Gracias Emma, eres un cielo- y el rubio le largó dos besos en las mejillas, a continuación estrechó la mano del nativo y le propinó una suave palmada en su prominente barriga con la zurda.
Después de saludar a todo el personal de la SOGEM, los tripulantes naufragados se acomodaron en dos microbuses Mitsubishi y otras tantas berlinas Toyota del allí conocidísimo modelo Corolla y se dirigieron al hotel Ivoire Star precedidos por una ranchera Nissan cargada con los equipajes. Los vehículos japoneses se llevan una gran parte de la tarta en cuanto a la automoción de aquel país, en dura pugna con franceses y alemanes.
Cuando llegaron al hotel de cinco estrellas, Jaime Royo Alosno les esperaba en recepción, Somarriba y él se dieron un abrazo, después el joven estrechó la mano de todos los tripulantes con cara de circunstancias.
Jon había tenido a Jaime de camarero durante dos meses en sus vacaciones veraniegas nueve años atrás en el “Apóstol Segundo” en sus tiempos mozos, a la sazón contaba con diecinueve años de edad, y ahora con veintiocho se había convertido en todo un inspector. Antes se había licenciado en ingeniero de máquinas marinas.
A continuación se acercaron todos al amplio bar y se sentaron, Jaime solicitó abundantes tapas variadas para todos y refrescos al gusto.
Charlaron mientras comían y bebían, de los pormenores del incendio, de la estancia en la panga, del viaje de regreso a puerto en el “Captain Saieski” y el “caluroso” recibimiento que allí les habían dispensado etc.
Después se dirigieron al gran mostrador de recepción donde fueron atendidos por dos jóvenes y agraciadas nativas. Media hora después todos ellos tenían en su poder una llave consistente en una tarjeta similar a las de crédito que abría su habitación.
Jon dejó sus dos maletas, una dentro de la otra en su amplia y casi lujosa estancia y descendió de nuevo al bar donde le esperaba Jaime con un cuaderno tamaño folio y un bolígrafo como así se lo había solicitado el patrón.
Éste se sentó solo y comenzó a escribir de inmediato, lo hacía sin prisa pero sin pausa. Sabía lo que tenía que poner casi de memoria porque en sus cerca de tres décadas en el puente le había tocado hacer unas cuantas Protestas de Averías, aunque ninguna de aquella gravedad. De todas formas tenía todo cuanto había sucedido muy fresco en su cerebro, ese era otro motivo que le empujaba a escribir cuanto antes.
Capítulo aparte era el encabezamiento y la parrafada final de su escrito pero confiaba en su buena memoria. El archiconocido Compendio de Derecho y Legislación Marítimo-Pesquera del ilustre marino militar Agustín Vigier de Torres, publicado por la Subsecretaría de la Marina Mercante en 1977, funcionó a las mil maravillas durante muchos años y continúa haciéndolo aún en nuestros días sirviendo de inestimable ayuda y guía a innumerables titulados naútico-pesqueros.
El escrito del rubio patrón bermeano iba dirigido a la Embajada de España en Abidján puesto que en aquél país no existe Embajada ni Consulado de Guatemala. Por cierto que el susodicho escrito decía así:
Yo, D. Jon Somarriba Zarra, Capitán de Pesca con tarjeta profesional Nº 42101769/72 y al mando del atunero congelador de pabellón guatemalteco matriculado en Puerto Quetzal y denominado “Apóstol Segundo”, con indicativo de llamada NEMJ, Nº IMO 235712431, y cuyos propietarios son “Atunera Apóstol S.A.” con domicilio social en C/ Libertadores nº 1 A de San José, departamento de Escuintla (Guatemala).
Dedicado el buque de mi mando a faenas de pesca en Alta Mar, con procedencia del puerto de Abidján (Costa de Marfil) de un mes de antigüedad, y destino desconocido. Con una carga aproximada de 1.000 Tm de túnidos congelados a granel a bordo capturados con las artes de mi barco. Encontrándose asegurado el barco en “Seguros Maine S.A.”, con sede social en Madrid (España) y la pesca capturada asegurada en “Aseguradora La Araucana S.A.”, con sede social en La Coruña (España), ante V.S. comparezco y como mejor proceda en Derecho expongo:
A continuación Jon hizo una exposición de los hechos tal y como habían acontecido sin omitir ni añadir una coma. Es decir, una copia escrita de la narración de una concatenación de hechos tal y como se recoge en el Capítulo anterior. En condiciones normales, cuando hay una avería se transcribe fielmente lo anotado en el Diario de Navegación, pero en este caso el libro se había perdido. Además, hubiera sido de todo punto imposible anotar nada en el Diario antes del abandono del buque dada la rapidez con la que se habían desarrollado los acontecimientos. Tenía que describir ahora de su puño y letra lo que había sucedido como si lo estuviera haciendo en el susodicho Diario en el despacho de su barco después de una avería digamos “normal”.
Al comienzo de su relato había puesto la posición exacta en la que había sucedido el fatal accidente, había quedado grabada también en su memoria.
Cuando terminó con la narración de los hechos desde la voz de alarma en su barco hasta el desembarco de los tripulantes en puerto, cuya labor por cierto ocupó cinco folios, eran ya la una del mediodía y Jaime interrumpió de su concentración al nieto de Abarkas que estaba releyendo el escrito. Mientras Somarriba escribía el joven inspector había estado charlando con el personal de máquinas sobre el peliagudo tema del pavoroso incendio que había acabado con el barco, resultaba imposible saber la causa que lo había iniciado, todo eran elucubraciones.
-Jon, perdona que te interrumpa pero tenemos que comer. Me dice el maitre del hotel que a las dos cierran el comedor, aquí almuerzan temprano, ya sabes, los clientes están haciéndolo algunos desde las doce-
-Está bien, de acuerdo Jaime, ya continuaré después. De hecho creo que ya tengo redactado lo más escabroso-
-Sí hombre, te sobrará tiempo después de una buena siesta. Tengo una mesa reservada para todos en aquel extremo del comedor, con vistas al jardín y al lago-
-Estupendo Jaime, vamos para allá-
En aquel momento se presentó Diamé saludando a ambos:
-Hola, buenos mediodías- esta expresión la había aprendido de Jon -Vengo a traer el pájaro- añadió sacando del bolsillo del pantalón un abultado sobre de color manila.
-¡Rayos! ¿Qué pájaro?- exclamó Jaime estupefacto
-El dinero, hombre ¿no creerás que me he comprado un loro?- respondió Jon
-Hombre, no creo que tu estado de ánimo sea actualmente como para comprar loros- respondió el joven gallego




