Re: Historias de la pesca del atún tropical
A la mañana siguiente estaban desayunando cuando Amidou y Bongo se presentaron ante los náufragos para saludarles, en especial al patrón claro está, después de una breve charla se marcharon por donde habían venido.
A las nueve Jon llamó a Emma con el móvil de Jaime para solicitar un coche con chófer. Media hora después montaban en una berlina Jon, Javier, Sabino y Lito y se dirigieron a la oficina de la SOGEM con Antoine al volante.
Una vez allí la consignataria catalana entregó al patrón una copia mecanografiada de su Protesta y le informó también de que Eustaquio estaría allí a mediodía, no antes.
-Envía éstos papeles por correo a mi oficina cuanto antes, por favor. Necesito la aprobación del abogado de la asociación antes de presentar la Protesta en la Embajada- pidió Jon a Emma
-Ahora mismo los escaneo y los envío. En quince minutos está hecho- aseguró Emma
-Quisiera llamar por teléfono al gerente- pidió el bermeano
Ella marcó un número de teléfono en el dial y después entregó el aparato a Jon
-Sí, ¿quién es?- sonó la voz de Isaac
-Buenos días, soy yo ¿Me escuchas?-
-¡Hombre!, buenos días Jon ¿cómo estás?-
-Un poco tarde para preguntar eso ¿no crees?, hace más de veinticuatro horas que hemos desembarcado- dijo suave pero firmemente Somarriba
-¡Ya estamos!, ayer ha sido un día caótico para todos, por razones obvias- se excusó el otro
-Caótico sobre todo para mi gente y para mí, pero qué más da, no te he llamado para eso. Te llamo para decirte que ahora mismo Emma está enviándoos la Protesta que redacté ayer. Supongo que harás que la revise el abogado de la asociación por si hubiese alguna metedura de pata. Una vez leída, si todo está bien me llamas aquí en el acto, estaré toda la mañana en la SOGEM, pero necesito respuesta antes de mediodía para poder presentarla en la Embajada-
-Está bien, en cuanto la reciba se la enviaré de inmediato a Berasaluze para que la estudie y en cuanto tenga respuesta te lo comunicaré- Paco Berasaluze era el abogado asesor de la asociación de armadores de atuneros congeladores, un verdadero genio en su puesto, según los armadores
-De acuerdo, estaré esperando. Hasta luego-
-Hasta luego-
Una hora después no había respuesta, y los dos maquinistas aburridos a más no poder se marcharon a pasear por el muelle. El bermeano y el lekeitiano ojearon y releyeron todos los ejemplares de la revista MAR que había en aquella oficina que no eran pocos, mientras charlaban con Emma y Óscar. A las doce continuaban sin saber nada y Jon solicitó hablar con su esposa para confirmarle que volaría a su casa aquella noche y que por lo tanto llegaría a Loiu a media mañana del día siguiente.
Estaba charlando con ella cuando Eustaquio hizo acto de presencia en la estancia transportando sus dos valijas y saludando a todo el mundo. Venía acompañado de Sabino y Lito que le habían visto desembarcar en el muelle frente a la consignataria.
Después de los saludos el capi les explicó con todo lujo de detalles de qué manera se había hundido el barco en el que habían trabajado, en esencia se hundió primero la popa, quedando el barco casi vertical, proa al cielo, después se ladeó un poco para finalmente deslizarse hacia el abismo en pocos minutos.
Ni siquiera quedaron restos flotando en la zona, todo aquello que había contenido el barco y que no era metálico había sido convertido en cenizas y humo. Ahora, lo que quedaba del “Apóstol Segundo” descansaba a más de tres mil metros de profundidad. El fango y los sedimentos posados a lo largo de los milenios habían servido de improvisada y lúgubre sepultura al otrora cerquero azul y blanco que a partir de entonces pasaría a ser formidable morada caída del cielo para numerosos seres que pueblan las profundidades abisales, donde reina la perpetua oscuridad más absoluta.
Todos los presentes escucharon su relato sobrecogidos, sobre todo sus cuatro compañeros de fatigas, nunca mejor dicho.
Gabrielle irrumpió en la estancia de repente y se abalanzó sobre el cuello de Eustaquio entre sollozos.
-¿Qué haces tú aquí?- preguntó el capi tratando de zafarse de ella
-He venido a verte- respondió la nativa de manera entrecortada
-Pero ¿quién te ha avisado?- Eustaquio tenía cara de mosqueo
Ella desvió la mirada hacia Emma, delatándola sin querer
-Ah, ya entiendo, no sé cómo no lo he adivinado, sabiendo como sé que sois comadres-
La joven y agraciada esposa del capi se desentendió de él avergonzada, como si hubiera pecado, siendo así que había sido al revés, y saludó a todos los presentes con sendos besos en las mejillas.
-Tenía que decírselo, Eustaquio, entiéndelo- se justificó Emma
-Sí pero no debías haberte dado tanta prisa-
-Si la llamo más tarde te hubieras presentado en casa y a ella podía darle un infarto-
-¿Y los niños?- preguntó el recién llegado dirigiéndose a su esposa
-Están en casa con la criada- respondió con sumisión la joven madre
-Emma, llama a nuestra oficina por favor, son la una- pidió Jon
Al minuto siguiente tenía a Isaac al otro lado del aparato
-¿Se puede saber qué es lo que pasa con la Protesta?- interpeló Jon agrio
-Pues pasa que Berasaluze está ilocalizable, parece que se lo haya tragado la Tierra-
-Santa Madre de Dios ¿Y no hay ningún otro abogado experto en éstos temas por ahí?-
-Los habrá, pero tiene que ser él el que dé el visto bueno a tus papeles, no quiero líos-
-De acuerdo, pero esos papeles no van a ingresar hoy en la Embajada porque en menos de una hora se cierra. Aparte de eso, ésta noche me largo a mi casa, así es que no seré yo quien los presente mañana, porque ¿Ese individuo aparecerá antes de mañana, no?-
-No lo sé, supongo que sí. De todas formas que Eustaquio presente mañana la dichosa Protesta en la Embajada y sanseacabó. La ha leído Bermeosolo y dice que está todo bien, bajo su punto de vista, así es que no debe de haber pegas-
-No debería haber pegas si se presenta dentro de las veinticuatro horas, es decir hoy. Eso es lo que exige la Ley, otra cosa es que la Embajadora rubrique que la ha recibido hoy aunque lo haga mañana-
-No te preocupes, no va a pasar nada-
-De acuerdo, voy a poner a Eustaquio al corriente de todo, adiós-
-Hasta luego-
Jon no las tenía todas consigo, tenía mucho respeto por los temas concernientes a la Ley. Por otra parte, había escuchado en infinidad de ocasiones aquella maldita frase de <<No te preocupes>> de labios de aquel personaje, y en demasiadas ocasiones hubo motivo de preocupación a posteriori.
-Muchachos, vámonos a comer al hotel- anunció el bermeano
-Me voy con vosotros- respondió el capi
-Tienes esposa e hijos aquí Eustaquio, ¿Porqué no te vas a tu casa y vienes después?-
Sugirió el bermeano
-No, prefiero comer con vosotros y así me pongo al corriente de todo-
-Como quieras- respondió Jon mirando de reojo un mohín de disgusto en el bello rostro de Gabrielle
-A las siete pasará a recogeros Diamé para llevaros al aeropuerto, estad preparados- informó la consignataria a los naúfragos
-De acuerdo Emma, dame tres besos, al estilo gabacho- dijo riendo Jon
Se despidieron todos de ella excepto el capi, el resto de tripulantes ignoraban cuándo volverían a verla.
A la una y media entraban en el hotel Ivoire Star y de inmediato se sentaban alrededor de la que ya consideraban su mesa.
Eustaquio se había negado a que su joven esposa les acompañara durante el almuerzo y ésta se marchó a casa de vuelta, transportada por Emma en su coche y acompañada por el maletín de su esposo, la mochila se había quedado con él.
La conversación durante la comida recayó cómo no en el incendio, el abandono del buque, la estancia en el “Captain Saieski” y finalmente el hundimiento del “Apóstol Segundo”.
Nada más comer los senegaleses subieron por sus equipajes y a continuación se despidieron del resto de tripulantes. Antoine les esperaba en recepción, había dejado el microbús frente a la puerta del hotel.
-Hay que buscar barco rápidamente patrón, tenemos que pescar, si no pescar nosotros y nuestros bambinos no comer- se despidió Abdou, el batelero, sentía verdadera adoración por el rubio patrón bermeano y no lo ocultaba. La mayoría de los africanos occidentales llaman bambinos a los niños, siendo así que Italia está tan lejos.
-Lo más pronto posible Abdou, buenas vacaciones- respondió Jon dando un abrazo al senegalés, al resto les estrechó la diestra
Los europeos quedaron de tertulia hasta las seis, a esa hora los tripulantes marcharon a sus habitaciones para asearse y vestirse para el viaje. Eustaquio marchó a su casa en taxi, mientras Jaime se dirigía también a su habitación, estaba anocheciendo en la capital de Costa de Marfil.
Jon se dió uno de aquellos baños que tanto le gustaban, en la blanca bañera que le hizo recordar la que había comprado para su camarote y que tan poco le duró. Solamente la había utilizado una docena de veces para bañarse, el resto de los días se había limitado a una ducha.
<<Qué mala suerte ¡maldita sea!, cuando ya tenía el barco casi a mi gusto se me chamusca>> pensó Somarriba cerrando los ojos, no podía quitarse de su atormentada cabeza la pérdida del barco por el que tanto había luchado a lo largo de doce años.
A las seis y media se incorporó y abriendo los grifos de la ducha se desprendió concienzudamente de todo el jabón, después se secó y se peinó. Cuando salió del amplio cuarto de baño la habitación estaba casi a oscuras, solo tenuemente iluminada por la luz artificial que atravesaba las gruesas cortinas del gran ventanal que daba a la avenida. Se había hecho completamente de noche. El bermeano encendió las luces y a continuación se calzó el segundo calzoncillo y el segundo par de calcetines que adquiriera la víspera, se puso la camiseta que no había sido estrenada aún, el pantalón tejano y la camisa del mismo tejido sobre la camiseta.
Finalmente se calzó sus zapatos ortopédicos después de limpiarlos con una esponja a tal efecto que había encontrado en el cajón de la mesilla de noche la víspera, y metió en los bolsillos la cartera, pasaporte, cartilla de navegación y de vacunaciones, y cómo no, el pendrive en el que guardaba lo que había escrito de su libro.
Atrapó la maleta con una mano y la tarjeta-llave de la habitación en la otra, y tras apagar el televisor y cerrar la puerta embarcó en el ascensor y descendió a recepción.
Allí se encontró con Jaime, Sabino y Lito, se unió a ellos y finiquitaron su estancia en el establecimiento hostelero firmando los albaranes pertinentes y entregando las llaves. Justo entonces aparecieron Javier, Lucio, Julián e Israel, los tres primeros firmaron sus papeles correspondientes, pero el cubano volaba al día siguiente, así es que ni firmó ni entregó llave alguna al igual que el inspector, éste último regresaría a su Galicia natal dos días después.
Koyo entró con paso rápido en la estancia, venía a despedir a los que marchaban.
-Buenas tardes- saludó a todos en general
-¿Cómo están las cosas por casa?- preguntó Jon
-Está todo bien patrón, gracias, espero que vosotros encontréis también lo mismo-
Diamé hizo acto de presencia dando las buenas tardes y se unió al grupo, había aparcado un microbús frente a la puerta del establecimiento, como de costumbre.
Jon abrazó a Koyo, a Israel y a Jaime por este orden y salieron del hotel.
Dos minutos después se ponían en movimiento con el patrón de copiloto como es costumbre allí.
Tardaron treinta minutos en arribar al aeropuerto Félix Houphouet Boigny, que a aquellas horas como cada día estaba bastante animado por gentes heterogéneas que iban y venían. Se notaba el ambiente desde el exterior del vetusto aeropuerto, pero una vez en el interior se respiraba más que ambiente, era casi un gentío lo que se movía allí.
Se apearon del microbús de la SOGEM y esperaron con sus maletas en el suelo a que el nativo aparcara el vehículo en el aparcamiento que hay a cincuenta metros de la fachada. Estaba terminantemente prohibido estacionar frente al edificio, y mientras el microbús se ponía en movimiento los pescadores encendieron cigarrillos al tiempo que un nutrido grupo de africanos, chavales en su mayoría, les acosaban con sus típicos ofrecimientos de transporte de maletas a cambio de unas monedas. Los naúfragos se lo tomaron con resignación, qué remedio quedaba, se hartaron de decir que no, en tanto que no perdían de vista a sus bagajes.
Minutos después Diamé hizo acto de presencia y mandó al carajo a los moscardones de dos patas, después mostró los documentos de los tripulantes junto con los billetes electrónicos a uno de los dos policías armados de pistola reglamentaria sobre una cadera y porra sobre la otra que estaban en la entrada del recinto, y accedieron al interior.
Los ex tripulantes del extinto “Apóstol Segundo” se pusieron en una de las largas colas que había frente a los mostradores de facturación de equipajes y Diamé se colocó junto al mostrador con los pasaportes, cartillas de vacunación y billetes de todos los marinos en su diestra, tocaba esperar pacientemente.
Las tres cuartas partes de los viajeros que se movían en el interior del edificio eran de color, pero se veían bastantes europeos, franceses en su mayoría que regresaban a su país en el mismo vuelo que los pescadores. Pero por haber, en aquél aeropuerto había de todo, se veía incluso alguna que otra persona de facciones asiáticas. Costa de Marfil es uno de los estados africanos más cosmopolitas y por ende el aeropuerto de Abidján.
-Vaya un gentío hay aquí- dijo Jon por decir algo
-Como de costumbre, aquí siempre está igual- respondió Lucio
-¿Porqué habrá siempre tanta gente en éste lugar?- preguntó Lito
-Yo creo que este aeropuerto es pequeño para el volumen de pasajeros que tiene- intervino en la conversación Javier
-Pues yo pienso que esto está mal organizado- soltó Sabino ceñudo
-A mí lo que más me jode es el olor a humanidad que hay- dijo despectivo Julián
-Bueno hombre, no seas quejica, dentro de dieciséis horas estarás en tu casa- arguyó Jon
-Eso espero- respondió el markinés muy serio
Tardaron veinte minutos en llegar al mostrador, Jon echó su maleta semivacía sobre la cinta transportadora que contiene una báscula, las dos maletas, una dentro de la otra junto con el chándal sucio, y uno de los walkie-talkies usados en el rescate que el bermeano se había quedado de recuerdo, solamente pesaron siete kilos.
La baliza satelitaria de salvamento había quedado en poder de Jaime, que la llevaría a la oficina, aunque el artilugio en sí ya no servía para nada.
Con las tarjetas de embarque en su poder se despidieron de Diamé con agrado, el bermeano le largó un billete de dos mil CFA que el otro agradeció con una sonrisa.
Cruzaron hasta el extremo izquierdo de la planta baja y ascendieron hasta la primera a través de una larga escalinata, al final de la cual se proveyeron de unas cartulinas blancas que había que rellenar para entregarlas en la cabina de control de pasaportes antes de acceder a la sala de espera.
Los demás pasajeros tardaban bastante en cumplimentar el requisito, los agentes miraban casi con lupa los pasaportes y las cartulinas de marras. Introducían los datos en un ordenador y cotejaban los resultados en el monitor del mismo con parsimonia, como de costumbre, evidentemente no tenían ninguna prisa. Había solo dos cabinas y frente a ambas se había formado una nutrida cola, también como de costumbre
-Enseñad la cartilla de navegación junto con el pasaporte- sugirió Jon a sus compañeros -De lo contrario no nos dará tiempo ni a tomar una birra antes de embarcar- remachó
-A miña está dentro da maleta que facturéin- respondió Lito
-Es bueno llevarla consigo siempre que se viaja al extranjero- apoyó Sabino -Y si se tienen títulos naúticos también. Ya veréis que a los que aportamos nuestra cartilla nos despachan mucho antes-
-El año pasado en Casablanca estaban cacheando a todo quisqui antes de acceder a la sala de embarque- recordó el rubio -Del cacheo se encargaban dos agentes con bigote y unas jetas que parecían sacadas de la peli “El expreso de medianoche”. Yo llevaba los bolsillos llenos de bisutería para los pertinentes regalos a toda la tropa femenina que me esperaba en casa, esa vez no sé por qué motivo no los llevaba en la maleta facturada. De repente recordé que tenía algún collar y brazalete de marfil entre otras cosas en mis bolsillos y que me podía meter en un lío si aquellos dos uniformados se lo proponían. Lo mejor que me podía pasar es que aquellos simpáticos agentes me confiscaran todo, pero a lo peor me denunciaban y me caía una multa gorda o algo peor. Por cierto, en aquella ocasión viajaba completamente solo.
El caballero trajeado que estaba ante mí en la cola extrajo de su bolsillo una billetera que contenía tres mil euros. Cuando uno de los policías le espetó que a dónde iba con tanto dinero encima, el sorprendido viajero le respondió que no era tanto.
<<¿Que no es tanto?>> respondió el del bigote fulminándole con una mirada glacial.
Estuvo taladrando con sus negros ojos al viajero durante varios segundos que a mí se me hicieron eternos, así es que al que estaba ante mí, me lo imagino.
Mientras me mantenía tras el trajeado saqué del bolsillo del pantalón mi cartilla y cuando medio minuto después dejaron pasar a mi antecesor se la planté ante el agente más cercano largándole en francés:
<<Je suis marine>> (1)
El individuo echó un paso atrás y me indicó muy serio con la mano que pasara, para acto seguido espetar a su compañero <<C´ets marine>> (2) mientras se ponía firmes como un palo. El otro bigotudo le imitó al instante con marcialidad dando un paso atrás y cediéndome el paso.
(1) Soy marino, en francés
(2) Es marine, en francés
Os juro que pasé entre los dos uniformados tiesos como un huso preguntándome qué coño había sucedido allí. No me había rehecho aún de mi sorpresa cuando me di cuenta del gazapo mientras me sentaba en un banco, y estuve a punto de soltar una carcajada. El asunto es simple, en francés marino y marine se pronuncian igual. Supongo que sabéis que en Marruecos hay una base naval norteamericana atestada de marines, aquel agente ante mi determinación y en vista de la cartilla azul con la foto en la portada creyó que era uno de ellos y se puso firmes, el otro simplemente le imitó-
Entre las risas de sus compañeros preguntó Lito:
-¿Y qué coño estabas haciendo tú en Casablanca?-
-Tuve un plácido vuelo Abidján, Dakar, Villacisneros, Casablanca, Sevilla, Madrid, Bilbao. Ya sé que parece una broma pero es rigurosamente cierto. En aquella ocasión me dijo Alicia que lo cogía o tenía que quedarme en Abidján dos días más, no había otra combinación posible. Y como quiera que estaba cuatro meses y una semana fuera de casa no me apetecía para nada pasarme dos días más aquí- aclaró Jon
Y con la misma se puso ante la ventanilla de una de las dos cabinas presidida por una oronda agente de rostro agradable y dotada de unos senos de considerable tamaño. El bermeano puso en sus manos sus documentos y ella ojeó las fotos de la cartilla y el pasaporte y los comparó con el rostro de su propietario.
-¿Marinero español?- preguntó ella con una sonrisa, en español
-Pescador de atún- respondió el otro escuetamente
-¿Habéis pescado mucho?- continuó la simpática mujer uniformada
-Qué va, muy poco- dijo Jon con una sonrisa forzada
La agente se dio cuenta que el pescador no tenía ganas de cháchara y le entregó sus documentos.
Cinco minutos después estaban todos excepto Lito sentados a una mesa sobre sendas sillas de aluminio frente al bar anejo a la sala de embarque. Se les acercó un camarero y solicitaron unas cervezas, cuando el nativo venía con ellas sobre una bandeja redonda llegó el marinense.
__________________
Stemma Proderi In Primis Bermei
Editado por TXELFI en 11-06-2020 a las 17:50.
|