El Mediterráneo, un mar viejo y con malas pulgas
Todos los fenómenos que trataremos en este hilo tienen una base convectiva, y hay varias razones por las que este tipo de situaciones “marida” particularmente bien con el Mediterráneo. Nuestro mar es un mar razonablemente pequeño, lo que lo vuelve más sensible y reactivo; es también un mar prácticamente cerrado y rodeado por zonas de una enorme variedad geográfica -desde la alta montaña al desierto-, que tienen una notable influencia en él; por último, está situado en una latitud que parece diseñada ex profeso para poder experimentar, por un lado, veranos muy calurosos, sin por eso renunciar, por otro, a entradas de aire frío que, cuando se combinan con el calor anterior, dan lugar a unos fenómenos meteorológicos la mar de “emocionantes”.
No sólo hay desventajas en lo anterior. La latitud del Mediterráneo no es demasiado elevada, lo que nos permite, por ejemplo, librarnos de parte importante de los trenes de borrascas atlánticos que incordian a los navegantes de zonas más septentrionales. Tampoco tenemos tifones, huracanes ni otras lindezas de latitudes más meridionales; y, además, el que sea un mar pequeño y, sobre todo, plagado de penínsulas, islas e islotes, condiciona un fetch que, frecuentemente, es reducido y siempre incomparablemente menor al de las aguas de otros mares cercanos.
Con todo, las comparaciones no siempre son fáciles: si nos vamos, por ejemplo, al Cantábrico -mis orígenes son cántabros y mi tatarabuelo se ganaba la vida en un pequeño pesquero - los grandes temporales pueden llegar a ser allí devastadores pero, a cambio y mucho antes del nacimiento de las técnicas modernas de predicción, son bastante previsibles a varios días vista; de hecho, uno de los fenómenos tradicionalmente más temidos en el Cantábrico son las galernas y no tanto por su intensidad -que frecuentemente no llega a la de los grandes temporales- sino, sobre todo, por su rápida formación y dificultad de predicción. Y éste es uno de los problemas del Mediterráneo: las características de las que hablábamos antes (mar pequeño, cerrado y caliente) hacen de él un mar a veces poco predecible en el que es fácil verse sorprendido por fenómenos de una virulencia importante. Esto no quiere decir que en él se den también fenómenos meteo bien predecibles -la Tramontana es un buen ejemplo de ellos-, pero lo que más diferencia el Mediterráneo de otros mares es, probablemente, su carácter rápidamente cambiante y plagado de fenómenos de formación rápida y difícil predicción.
El Frescachón, entrando en Fornells con Tramontana moderada (en ocasiones, el Mediterráneo también es predecible)
En resumen, en nuestro Mediterráneo rara vez nos encontraremos vientos de una intensidad y persistencia comparables a los peores temporales atlánticos y esto, unido a un fetch menor al de otros mares, conficiona una ola que nos permite ahorrarnos algunas miserias: la ola mediterránea puede llegar a ser muy incómoda, pero rara vez entraña las amenazas de las de otros mares no necesariamente lejanos. Ahora bien, las razones ya expuetas hacen que, a cambio, sea un mar donde se pueden formar rápidamente episodios de virulencia muy importante que, por su poca predecibilidad, hacen del Mediterráneo un mar históricamente poco anticipable e, incluso, traicionero. Al trasladar lo anterior a la navegación de recreo, hemos de añadir su gran desarrollo turístico y cara aparentemente amable; y al combinar esto con que parte de sus momentos de inestabilidad son cercanos al pico estacional de verano, nos encontramos un cóctel por el que navegantes de otros mares, entre ellos alguno muy reconocido, se han dado la vuelta tras entrar en él y disfrutar de una “bienvenida” excesivamente entusiasta.
Este hilo no pretende hablar de la meteorología mediterránea desde una perspectiva global, sino centrada en fenómenos típicamente mediterráneos y vinculados a ese carácter inestable del que acabamos de hablar. La inestabilidad y la convección son grandes aliados y, por ello este hilo tratará, fundamentalmente, de fenómenos de origen convectivo.
