Chubascos y tormentas (¡rayos y truenos!)
Los chubascos y las tormentas son los fenómenos más frecuentes de todos de los que vamos a hablar, hasta el punto de que hay muchos otros que, con frecuencia, tienden a englobarse bajo su paraguas; incluso, aunque entre estos dos (chubascos y tormentas) existan diferencias, ambos términos se utilizan en muchas ocasiones de forma indistinta, no sólo entre los poco iniciados sino, también, por los propios meteorólogos.
Tanto los chubascos como las tormentas tienen en común que son fenómenos convectivos, localizados, de corta duración y cierta intensidad. Esta intensidad se clasifica frecuentemente a partir de su precipitación, que diferencia entre chubascos moderados (entre 2 y 15mm), fuertes (15 a 30), muy fuertes (30 a 60) y torrenciales (>60mm). Si el chubasco tiene aparato eléctrico, entonces pasa a denominarse tormenta.
Su origen, en su definición más genérica, está frecuentemente relacionado con el paso de un frente frío o con un desarrollo convectivo local. Centrándonos en estos últimos, el Mediterráneo es, como hemos visto antes, un caldo de cultivo idóneo: elevada humedad, alta temperatura de gran parte de las masas de tierra que lo rodean y, a consecuencia tanto de lo anterior como de su latitud y reducido tamaño, alta temperatura del mar. Esta elevada temperatura se da especialmente durante el verano y primeros meses de otoño. Hay que tener en cuenta que el elevado calor específico del agua hace que ésta retenga bien su temperatura y que, a diferencia de la temperatura en tierra -que suele alcanzar sus máximos anuales poco después del solsticio de verano-, las máximas del mar estén algo retrasadas en tiempo con respecto a aquéllas y permanezcan en niveles razonablemente elevados durante bastantes meses pasado el verano. A modo de ejemplo, la temperatura del agua del Mediterráneo en noviembre es comparable a la que tiene en mayo cuando, tierra adentro, este último es un mes mucho más cálido.
El elevado calor específico del agua hace que la temperatura del Mediterráneo en noviembre y mayo sea similar. Fuente: seatemperature.info
Aunque su intensidad es variable, los chubascos van muy frecuentemente asociados a descargas importantes y de corta duración de lluvia -en ocasiones, granizo- y a viento de dirección e intensidad muy variable. Este viento se comporta de forma muy diferente según la nube -generalmente un cumulonimbo- o el sistema que lo genere esté en formación o en su fase madura, de descarga.
Así, en las fases iniciales de formación del cumulonimbo -cuando éste es un "simple" cúmulo-, predominan claramente las corrientes ascendentes, lo que origina vientos que, en superficie, se dirigen de forma teóricamente radial hacia el centro la nube; y digo teóricamente porque estas corrientes son inestables y se ven, además, influenciadas en dirección e intensidad por el viento predominante y el propio desplazamiento del cúmulo. Cuando éste está en formación y tiene todavía un tamaño manejable, el efecto de las corrientes anteriores puede ser utilizados, por ejemplo en regata (esa es la teoría

) para encontrar un refuerzo al viento predominante: mientras el cúmulo está formándose, tendremos, por lo general, un refuerzo del viento cerca de su parte posterior y un debilitamiento en su parte anterior, siempre pensando en el sentido de desplazamiento del cúmulo.
Por el contrario, una vez que ya tenemos el cumulonimbo formado y ha empezado el episodio de precipitación intensa, predominan las corrientes descendentes; en superficie, se perciben como viento muy inestable (por dirección, intensidad y temperatura), que puede ser violento y que tiende a alejarse desde el centro al exterior de la nube; en este caso, por su mayor intensidad y resto de fenómenos asociados (precipitación, actividad eléctrica, etc.), su empleo táctico es mucho más delicado y tanto los chubascos importantes como las tormentas son fenómenos claramente a evitar. Conozco el caso cercano de un velero -First 345 en el que regateaba- que fue hundido por el impacto de un rayo (tras modificaciones en su orza que interrumpieron su línea de masa); y, personalmente, sufrí en persona unos efectos algo más llevaderos cuando me quedé, volviendo de Ibiza, sin la mitad de la electrónica al alcanzarnos un rayo mientras atravesábamos una zona de chubascos.
De poder elegir desde dónde tomar una foto así, siempre elegiré hacerlo desde "el lado" de tierra, y no al revés
Excepto cuando están derivados de sistemas frontales, la predicción de un chubasco a medio y largo plazo es complicada, si bien sí puede predecirse el entorno de inestabilidad que los genera... lo que, en el fondo, es una condición más necesaria que suficiente. En los boletines meteorológicos se suele hacer mención a expresiones como “aguaceros y tormentas”, que indican una situación de inestabilidad y probabilidad -que, en ocasiones, se ordena en torno a tres niveles- de que se desarrollen. Más a corto plazo, su observación visual es sencilla durante el día por la generación de cúmulos -podemos empezar a desconfiar cuando su altura sea mayor a la distancia entre su base y la superficie del mar- y, sobre todo, cumulonimbos, fácilmente identificables por su forma de yunque, que es provocada por el viento en altura que reciben en su parte superior. De noche, es de gran ayuda el radar, si bien la presencia de zonas oscurecidas sin estrellas puede hacernos sospechar; cuando, también de noche, llevan aparato eléctrico, todo son malas noticias salvo para su identificación, que es sencilla y a varias decenas de millas.
Continuará... (próximo episodio: la tan mediterránea gota fría)
