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Yo soy de los de la teoría de que la oxidación natural protege del óxido. He necesitado ver para creer, obvio. En mi caso me engarré con los pernos cepillo de púas metálicas en mano, que pronto sustituí por una broca de cepillo. El resultado fué excelente...todavía los recuerdo tan lozanos, inmaculados...pero los dejé así, y pronto recuperaron su óxido natural.
Lo cierto es que decidí limpiarlos porque tenían un aspecto espantoso, y tenía serias dudas sobre su estado e integridad. Una vez limpios, comprendí mi ignorancia, y, llegué a la conclusión de que no seré yo quien vea a esos pernos desaparecer, ni a mi orza caerse. Así las cosas, dejé que la naturaleza enmendara mi osadía, y siguiera su curso. Ahora los miro con la tranquilidad de saber que están ahí debajo.
Un cafelin matutino para la parroquia!

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