Hace unos pocos años, en Pedreña, en la bahía de Santander, vivimos lo mismo. Nos citaban uno a uno, repartiendo halagos, como buenos comerciales. Al final, tuvimos que revitalizar la asociación de amarristas y enfrentarnos con la nueva concesión: año y medio largo de lucha que, en cierta manera, puso las cosas en su sitio. Se consiguió, al menos, llegar a un acuerdo. Pero los que estaban fuera de la asociación o, sencillamente, se dejaron llevar, pagaron lo que no está escrito. La única moraleja de este asunto es que hay que permanecer unidos y negociar en bloque. Hay que discutir hasta el último punto de las supuestas inversiones que aseguran la prórroga de la concesión o la nueva concesión, etc.
