Markuay, querido amigo:
Sé que desde el paraíso de los verdaderos marinos del que hablaba Conrad, en el que has sentado plaza por derecho propio, estarás leyendo estas palabras.
Recordarás que tuvimos muchos contactos cuando hace ya más de diez años estuvimos involucrados en los primeros abanderamientos en Bélgica hechos por particulares. Nunca nos vimos en persona, pero eso no importa.
Dejas en La Taberna un vacío difícil de llenar, pero también dejas un legado difícil de igualar, en forma de intervenciones siempre lúcidas, en las que translucen tus conocimientos, tu sentido común, tu interés en ayudar a los demás y, por supuesto, tu socarronería...
Ahora que has tomado tus últimas marcaciones a tierra, te deseo una travesía de incontables millas por ese mar infinito.
¡Hasta siempre, compañero!
