Entre tanto se iba acercando la bandada, que habiendo visto a las ballenas se aprestaba a atacarlas. Podía prejuzgarse anticipadamente la victoria de la orcas no tan sólo porque están mejor formadas que sus inofensivos adversarios para la acometida, sino también porque pueden pasar mucho tiempo bajo el agua sin salir a respirar a la superficie.
El "Nautilus" se colocó entre dos aguas, y nos arrimamos Consejo, Ned y yo a los cristales del salón. El capitán Nemo fue junto al timonel para hacer maniobrar su aparato como una máquina de destrucción. Poco después sentí que nuestra velocidad aumentaba.
Ya había principiado el combate entre orcas y ballenas cuando llegó el "Nautilus". Maniobró éste de manera que el tropel del atacantes quedase cortado.
¡Qué lucha! hasta el amurrado Ned Land acabó por batir palmas. El "Nautilus" no era ya más que un arpón formidable, manejado por el brazo de su capitán. Arrojábase sobre aquellas masas musculosas y las atravesaba de parte a parte, dejando a su paso dos ensangrentadas mitades de animal. No sentía los formidables coletazos con que los cachalotes golpeaban su casco, ni tampoco los choques con que él arremetía. Exterminado un cetáceo, corría sobre otro; iba adelante y atrás, dócil a su timón, sumergiéndose cuando el cachalote se zambullía en las capas profundas, ascendiendo con él cuando subía a la superficie, hiriéndole de plano o de punta, cortándolo o desgarrándolo y perforando en todas direcciones y a todas andaduras con su terrible y agudo espolón.
Durante una hora se prolongó aquella matanza, a la cual no podían sustraerse las orcas. Diez, doce se reunieron varias veces para aplastar al "Nautilus" con su masa. Veíase en la ventana su enorme boca, incrustada de dientes, y su ojo formidable, semejante al de un toro furioso. Ned Land, que ya no era dueño de sí, los amenazaba e injuriaba. Sentíamos que se agarraban a nuestro buque pero el "Nautilus", forzando su hélice, se los llevaba, los arrastraba, los subía a la superficie sin cuidarse de su peso enorme, ni de sus potentes apretones.
Al fin se fue aclarando la turba de orcas y las olas tornaron a su quietud. Sentí que subíamos a la superficie del océano. Se abrió la escotilla y nos apresuramos a salir a cubierta.
Julio Verne, 20.000 leguas de viaje submarino.



Visto para sentencia



