Una ronda

Pues a mí me gustan los faros, básicamente, porque me gustan los amigos.
Cuando en una travesía, de noche, solo en tu guardia, aquella lucecita te aparece ¡qué gusto da! Ya no tienes que mirar continuamente el compás o el GPS; cuentas los destellos (dos mas uno), mides el período (un hipopótamo, dos hipopótamos, tres hipopótamos...) fijas tu proa en el faro y a esperar; legar al destino es, ahora, solo una cuestión de paciencia.
Por eso, cuando estoy en tierra, como a los amigos, me gusta visitarlos. Pongo mi mano en ellos y, silenciosamente, agradezco.