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Predeterminado Re: Comienza la cuenta atrás para Unai Basurko en su incorporación a la Vendée Globe

Una odisea del siglo XXI



Más de 2.000 montañeros han ascendido al Everest. Pero sólo 41 navegantes solitarios han completado una Vendée Globe, la vuelta al mundo sin escalas ni ayuda externa



JULIÁN MÉNDEZ BERNARDO CORRAL
ENVIADOS ESPECIALES A LES SABLES








Pete Goss acude al rescate de Dinnelli, que aguarda en una balsa salvavidas, después de que su barco se hundiera en los mares antárticos en 1996. / AP



GRÁFICO: ISABEL TOLEDO



El británico Tony Bullimore, en la popa de su velero con la orza rota y volcado en el pacífico en la Vendée Globe de 1996. /AFP



Sir Robin, el primer hombre que dio la vuelta al mundo en solitario, con Basurko, que tomará la salida el domingo en Les Sables. ganó la primera Vendée Globe. / AFP era líder en 1969 cuando decidió navegar hacia Tahití, a donde llegó tras permanecer 10 meses en alta mar. / AFP



ganó la primera Vendée Globe. / AFP era líder en 1969 cuando decidió navegar hacia Tahití, a donde llegó tras permanecer 10 meses en alta mar. / AFP



era líder en 1969 cuando decidió navegar hacia Tahití, a donde llegó tras permanecer 10 meses en alta mar. / AFP



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El 26 de noviembre de 1989, trece patrones tomaron la salida desde el puerto francés de Les Sables d'Olonne para la regata con las reglas más sencillas del mundo: un barco, un hombre, alrededor del mundo, sin escalas ni ayuda externa. Detrás, un juego a vida o muerte a través de 22.000 millas náuticas de pura aventura.
La idea no era nueva. En 1968, el periódico británico 'Sunday Times' había lanzado un reto idéntico. Así nació The Golden Globe Challenge. Bien es cierto que las reglas eran algo más laxas. Se podía zarpar desde cualquier puerto de Gran Bretaña, a elegir, y los marinos podían hacerlo el día que les viniera en gana a lo largo de tres meses.
De los ocho participantes que tomaron la salida entonces, sólo uno, sir Robin Knox-Johnston conseguiría acabar la regata tras pasar 312 días en el mar. Su barco, el 'Suhaili', de 9,7 metros, completó la vuelta al mundo a una media de ¡3,6 nudos de velocidad!
La verdad es que sir Robin ganó porque fue el único que acabó la regata. Bernard Moitessier, el francés que lideraba la prueba, decidió, casi a la vista de Europa, seguir navegando hacia Polinesia a bordo de su 'Joshua'. Moitessier era un aventurero místico plantado en mitad de un velero. De aquel viaje nació 'Un vagabundo en los mares del Sur', el delicioso libro de cabecera de los que sueñan con largar amarras.
Pero aquella primera vuelta al mundo en regata serviría también para demostrar que el mar no tiene piedad y que desenmascara rápido a los impostores. Donald Crowhurst era su nombre.
Crowhurst, animoso, pero novato, construyó un trimarán y se apuntó a la prueba. Ya en el Atlántico se dio cuenta de que jamás podría enfrentarse a los mares antárticos. Pasó semanas en el Atlántico Sur y mandó decenas de falsos informes por radio en los que relataba navegaciones ficticias. Entonces no había controles por satélite que revelaran su posición y no hubo sospechas. Hasta que un día, Crowhurst entendió que su travesía imaginaria jamás resistiría un análisis en tierra. Siete meses después de salir de Inglaterra se arrojó al mar. Su barco apareció a la deriva, con la mesa de cartas repleta de anotaciones de un hombre que descendía a los abismos de la locura.
Veinte años después, durante una escala de la BOC en Río, tres marinos (Bernardin, Reed y Jeantot, que había ganado dos veces la prueba) decidieron retomar el desafío. Y fundaron el mito. Aquella primera edición fue ganada por Titouan Lamazou, dibujante y marino formado junto a Eric Tabarly, el armador de los 'Pen Duick'. Lamazou empleó 109 días y 8 horas en dar la vuelta al mundo (a 9,49 nudos de media) y estableció un nuevo récord mundial.
Una prueba extrema
Ya desde su primera edición, la Vendée demostró que era una prueba extrema para barcos extremos como tablas gigantes de wind surf y hombres de hierro. Cerca de Buena Esperanza, el barco de Philippe Poupon volcó y no logró adrizarse. 'Pilou' hizo todo lo posible para que el barco recuperara la estabilidad, pero tuvo que activar su baliza Argos. Loïck Peyron escuchó su llamada y se dirigió al rescate: «no sé si 'Pilou' ha naufragado, me esfuerzo por mantener el optimismo. Navego con vientos de 35 nudos y lo tengo que tener por proa, en medio de mi derrota. Al llegar, puse tres rizos... Le grito y aparece vestido con su traje de supervivencia. Me lanza un cabo. Después de 24 horas de trabajo, el barco se adriza».
Poupon abandona, arma un aparejo de fortuna y pone rumbo a Ciudad del Cabo. Yves Terlain, otro participante, rompe el palo y vuelve a casa, igual que Guy Bernardin, que debe entrar en la isla australiana de Hobart con una grave infección en la boca. El americano Mike Plant rompe el barco y debe recalar en Nueva Zelanda...
La Vendée Globe ha tejido su fama con episodios ligados a un sufrimiento extremo y a una solidaridad sin límites (la del que pone en juego su propia vida para salvar otra). Pete Goss volvió sobre su rumbo en la edición 96-97 para rescatar a Raphaël Dinnelli, que navegaba fuera de competición y se hundía. En la tercera edición hubo nada menos que tres barcos que se pusieron quilla al sol en los mares antárticos. Sus patrones fueron salvados in extremis por rescatadores australianos.
La muerte también ha ayudado a fraguar la leyenda de la Vendée del mismo modo que los congelados del K-2 o del Kachenjunga. El americano Mike Plant (que había abandonado en la primera edición) desapareció en noviembre de 1992 en el Atlántico cuando se dirigía a Les Sables para participar en la regata. Su barco, el 'Coyote', fue localizado, vacío, el mismo día de la salida. Cuatro días después, el británico Nigel Allan Burgess cayó al mar en el Golfo de Vizcaya, cuando un temporal desbarató a la flota y obligó a varios veleros a regresar a puerto para reparar sus averías. Él apareció embutido en su traje de supervivencia, boca abajo, muerto. El barco, con la génova rota y con mucha agua dentro, aún se mantenía a flote. Se supone que una ola debió barrerle de la cubierta.
El canadiense Gerry Roufs desapareció en enero de 1997 en el Pacífico Sur y su cuerpo nunca fue recuperado; el barco 'Groupe LG2'apareció a la deriva en las costas de Chile meses después.
Material de pesadilla
La Vendée Globe está hecha de este material de pesadilla. De tipos como Yves Parlier, que coció él mismo un palo de carbono después de romper el suyo y completó la vuelta al mundo comiendo algas y plancton porque había acabado sus reservas de alimentos. Su figura en la llegada de Les Sables recordaba a los marinos famélicos y desdentados por el escorbuto que desembarcaron en Sevilla con Juan Sebastián Elcano. Más de 2.000 montañeros han ascencido al Everest. Pero sólo 41 navegantes solitarios han completado una Vendée Globe. «Para hacerlo, sobre todo hay que tener ganas. Ese es el único motor. Nadie nos obliga. Ir tan lejos sin motivación es peligroso. Si le soy sincero, creo que tampoco arriesgamos tanto... La Vendée es una competición con sus normas, no una aventura, aunque eso es lo que cree todo el mundo», declaró a EL CORREO Michel Desjoyeaux, ganador de la cuarta edición.
La leyenda de Ugarte
Así es la leyenda. José Luis de Ugarte forma parte de ella. Vio la muerte entrando a borbotones por una vía de agua abierta en su barco el 18 de enero de 1993 y pensó, más que en otra cosa, en Edith, su esposa, paseando por Las Arenas «tropezándose con mujeres que le dirían: 'por lo menos tu marido ha muerto haciendo algo que le gustaba». «Me reí mucho pensando en esa escena», recordaría Ugarte aquellas horas ante este reportero.
«Debe ser un momento sublime para los marinos percibir que un peligro inmediato está remitiendo, que parece que esta vez vivirán... Constatar que se va a sobrevivir debe de ser una liberación gloriosa", escribe el novelista Derek Lundy. Porque a estos marinos, dice, les pasa como a los veteranos de guerra. Cuando están en mitad del fregado sólo piensan en volver a casa; pero en cuanto regresan al hogar su único pensamiento es volver a navegar en los mares antárticos para cabalgar sobre las olas (como edificios de cinco pisos de altura) en los inmesnos océanos del Sur, a 25 nudos. Solos. Y libres.
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patachula (24-11-2008)