Re: Colón, la estima y esas cosas que tanto nos gustan
Historia general y natural de las Indias: (1535)
Gonzalo Fernández de Oviedo y Valdés
Capítulo III
En que se trata de la opinión que el auctor e coronista de esta Natural e General Historia de las Indias tiene cerca de haberse sabido y escripto por los antiguos dónde son estas Indias, e cómo e con quién lo prueba.
En el precedente capítulo se dijo la opinión que el vulgo tiene cerca del descubrimiento destas Indias; agora quiero yo decir lo que tengo creído desto, e cómo, a mi parescer, Cristóbal Colom se movió, como sabio e docto e osado varón, a emprender una cosa como ésta, de que tanta memoria dejó a los presentes e venideros; porque conosció, y es verdad, que estas tierras estaban olvidadas. Pero hallólas escriptas; e para mí no dudo haberse sabido e poseído antiguamente por los reyes de España. E quiero decir lo que en este caso escribió Aristótiles, el cual dice que, después de haber salido por el estrecho de Gibraltar hacia el mar Atlántico, se dice que se halló por los cartaginenses mercaderes una grande isla que nunca había seído descubierta ni habitada de nadie, sino de fieras e otras bestias; por lo cual ella estaba toda silvestre y llena de grandes árboles e ríos maravillosos, e muy aparejados para navegar por ellos, muy fértil e abundosa en todas las cosas que se pueden plantar e nascer, e nascidas, crescer en grande ubertad; pero muy remota e apartada de la tierra firme de Africa, y por muchos días de navegación. A la cual, como llegasen algunos mercaderes de Cartago, como por ventura, movidos de la fertilidad de la tierra e por la clemencia del aire, comenzaron allí a poblar e asentar sus villas, o pueblos e lugares. Por lo cual movidos los cartaginenses e su Senado, mandaron pregonar, so pena de muerte, que ninguno de ahí adelante a aquella tierra osase navegar, e que a los que habían ido a ella, los matasen, por razón que era tanta la fama de aquella isla e tierra, que si ésta pasase a otras naciones que la sojuzgasen, o a otro de más imperio que los cartaginenses, recelaban que les sería muy gran contrario e inconveniente contra ellos e contra su libertad.
Todo esto que es dicho pone en su repertorio frater Teophilus de Ferrarais, Cremonensis, Vitae regularis sacri ordinis predicatorum, siguiendo lo que escribió el Aristótiles: De admirandis in natura auditis. Esta es gentil auctoridad para sospechar que esta isla que Aristótiles dice, podría ser una destas que hay en nuestras Indias, así como esta isla Española, o la de Cuba, o, por ventura, parte de la Tierra Firme. Esto que es dicho no es tan antiguo como lo que agora diré; porque, segund la cuenta de Eusebio (De los tiempos), trescientos e cincuenta e un años antes del advenimiento de Cristo, nuestro Redemptor, fueron Alejandre e Aristótiles. Pero, en la verdad, segund las historias nos amonestan e dan lugar que sospechemos otro mayor origen de aquestas partes, yo tengo estas Indias por aquellas famosas islas Hespérides, así llamadas del duodécimo rey de España, dicho Hespero. Y para que aquesto se entienda e pruebe con bastantes auctoridades, es de saber que la costumbre de los títulos o nombres que los antiguos daban a los reinos e provincias procedieron después de la división de las lenguas e la fundación de la torre de Babilonia; porque entonces todas las gentes vivían juntas, e allí fueron divididas e se apartaron con diferentes lenguajes e capitanes, presupuesto, como es verdad, que todas las gentes se desparcieron e sembraron sobre la tierra, como la Sacra Escriptura nos lo acuerda en el lugar de suso alegado. Dice Isidoro (Ethim., lib. IX, cap. II) que los asirios hubieron nombre de Asur, e los de Lidia de Lido; los hebreos de Heber; los ismaelitas de Ismael; de Moab descendieron los moabitas; de Amón los amonitas; de Canaam los cananeos; de Saba los sabeos; de Sidón los sidonios; de Jebus los jebuseos; de Gomer los gálatas y galos; de Tiras los traces; del rey Perseo los persas; los caldeos de Caseth, hijo de Nacor, hermano de Abraham; los fenices de Fénix, hermano de Cadmo; los egipcios de Egipto, su rey; los armenios se dijeron así de Armenio, su rey, que fué uno de los compañeros de Jamón; los troyanos de Troo, su rey; los sicionios de Sición, su rey; los archadios de Archadio, su rey, hijo de Júpiter; los argivos de Argo; los macedonios de Emación, su rey; los de Epiro de Pirro, su rey, hijo de Achiles; los lacedemonios de Lacedemón, hijo de Júpiter; los alejandrinos de Alexandre Magno, su rey, que edificó aquella cibdad de Alejandría; los romanos de Rómulo, su rey, que edificó la cibdad de Roma. E así, a este propósito, se podrían decir otros muchos que el mismo Isidoro trae a consecuencia en el lugar de suso alegado.
Esta costumbre quedó desde los primeros capitanes o caudillos que, como dije de suso, se apartaron en diversas lenguas desde la tierra de Senaar, que es adonde se edificaba aquella torre de Babilonia. Pues, conforme a esto, sabemos por Beroso que Ribero, segundo rey de España, hijo de Túbal, dió nombre al río Hebro, donde las gentes de aquella riberá se dijeron hiberos; e, según el mismo Beroso dice, Brigo fué el cuarto rey de España, del cual se dijeron los brigos; e créese que, corrupto el vocablo, e poniendo, por b, ph, se dijeron phrigios los del reino de Frigia, que después se llamaron troyanos, de Troo, su rey; de lo cual se colige haber habido su primero origen los troyanos de los brigios hispanos. Porque dice Plinio (lib. V, cap. XXXIII) que hay auctores que escriben que de Europa fueron los brigos, de quien fueron nombrados los phrigios; pues, luego bien se dice de suso que los de Frigia e troyanos hobieron de España su fundamento e prinçipio.
Tornando a nuestro discurso, según el mismo Beroso, digo que Hispalo fué noveno rey de España, y éste dió nombre al río Hispalis, o a Sevilla, que es la misma Hispalis, e los moradores de su ribera se dijeron hispanos, que fueron gentes venidas de Scithia; los cuales trujo consigo Hércoles, como lo dice el arzobispo don Rodrigo. El cual Hispalo se cree ser hijo del dicho Hércoles Libio (no del fuerte o tebano que nasció cuasi setecientos años después). Al cual Hispalo, subcedió Hispán, de quien se dijo España. Y este Hispán fué nieto de Hércoles Libio susodicho, que fué, según Beroso dice, antes que Troya se edificase, doscientos e veinte e tres años, e mill e setecientos e diez antes quel Salvador del mundo viniese. Y así como deste tomó nombre España, se cree que también se nombró de los otros nueve reyes primeros de sus nombres dellos. Así que éste fué el décimo rey de España.
Cuenta el arzobispo don Rodrigo que Hércoles susodicho trujo consigo a Athlante, que fué cerca de los tiempos de Moisén. El cual Athlante dice Beroso que no fué mauro, sino italiano, y que tenía un hermano llamado Hespero, segund que escribe Higinio. Al cual Hércoles Libio dejó por subcesor y heredero en España; e reinó, segund Beroso dice, diez años, porque el Athlante italiano lo echó del reino, e lo hizo ir a Italia, como dice el dicho Higinio; e por esto prueba él que Italia y España se dicen Hesperias, deste rey Hespero, y no de la estrella, como fingen los griegos.
Este rey Hespero quiere Beroso que comenzase a reinar en España, subcediendo a Hércoles egipcio, antes que Troya fuese edificada, ciento, e setenta e un años, e antes que Roma fuese fundada, seiscientos e tres, que sería antes que nuestro Redemptor fuese vestido de nuestra carne humana, mili e seiscientos e cincuenta e ocho años.
Así que, por lo que tengo dicho, queda probado que las provincias e reinos tomaron antiguamente los nombres de los príncipes e señores que las fundaron o conquistaron, o poblaron, o heredaron, cuyas fueron. E así como de Hispán se dijo España, e después, mudado el nombre, de Hespero se llamó Hesperia, así, de todos los demás se colige que las tierras donde reinaron tomaron los nombres de aquellos reyes que las poseyeron. Habido aquesto por cierto presupuesto, volviendo a lo que aquí hace a nuestro caso, digo que de Hespero, duodécimo rey de España como está dicho, se nombró Hesperia.
Dice el Abulensis (lib. III, capítulo LXXIX) sobre Eusebio (De los tiempos) que fueron tres Athlantes: uno de Archadia, e otro de Mauritania (que vulgarmente llamamos Marruecos), y que Hespero fué hermano deste segundo, y que ambos pasaron en Africa a la parte de Occidente, en tierra de Marruecos, e que el uno dellos tuvo el cabo de Africa contra Occidente, y que el otro tuvo las islas cercanas, que llaman las islas Fortunadas, e los poetas las llaman Hespérides, nombradas de Hespero. Mas yo creo quel Tostado se engañó en pensar que los poetas dicen Hespérides a las Fortunadas o de Canaria, ni tampoco los historiales; porque dice Solino (De mirabilibus mundi, capítulo LXVIII) estas palabras: Ultra Gorgades Hesperidum insulæ1 sunt, sicut Sebosus afirmat, dierum quadraginta navigatione in intimas maris sinus receserunt. Estas Gorgades, según Tholomeo e todos los verdaderos cosmógrafos, son las que agora se llaman de Cabo Verde, generalmente, y en particular se dicen por los modernos isla de Mayo, isla Brava, etc. Pues si desde las Gorgades, en navegación de cuarenta días están o se hallan las Hespérides, no pueden ser otras, ni las hay en el mundo, sino las que están al Hueste o Poniente del dicho Cabo Verde, que son las de aquestas nuestras Indias; las cuales están derechamente al Occidente de las Gorgades y de necesidad se han de hallar en los cuarenta días de navegación, o en poco más o menos tiempo, como Seboso dice; e así, Colom las halló en el segundo viaje que hizo, volviendo a estas partes, cuando reconosció la isla Deseada, e Marigalante, e las otras islas que están en aquel paraje, como en su lugar se hará particular mención. Y en lo que diçe Seboso de cuarenta días de navegación, está muy bien medido e considerado el camino; e si agora acaesce navegarle algunas veces en menos tiempo, puédelo causar el ser mejores los navíos, e los hombres más expertos e diestros agora en el navegar que en aquella edad o sazón que él lo dijo.
La isla Deseada, que se dijo de suso, está derechamente al Occidente del Cabo Verde e de las islas Gorgades, que Solino, por Seboso, testifica; e hay, desde la isla de Santiago, que es una de las más occidentales de Cabo Verde (o Gorgades), hasta la Deseada, seiscientas leguas, pocas más o menos. Es de tanto crédito esto, que dice Salino que, conformándose con él, cuasi lo mismo dice y escribe Plinio (lib. VI, capítulo XXXI), aprobando la misma opinión e auctoridad; pues dice que que Estacio Seboso pone, desde las Gorgades hasta las Hespérides, navegación de cuarenta días; de lo cual se colige quel Tostado inconsideradamente dijo que los poetas llaman Hespérides a las islas Fortunadas. E si los poetas tal tienen, ellos se engañan como en otras cosas muchas; porque desde las Gorgades a las Fortunadas no hay sino doscientas leguas, o menos; lo cual no sería navegación de cuarenta días, como los auctores de suso alegados dicen. De manera que los poetas no tuvieron por las Hespérides sino a estas islas de nuestras Indias, cuanto más que diçe Isidoro (Ethim., lib. XIV, cap. VI) Hesperidum insulæ vocatæ à civitate Hesperide, quæ fiunt in finibus Mauritaniæ, sunt enim ultra Gorgades sitæ2 sub Athlanteum littus in intimis maris finibus, etcétera. No discrepa esta sentencia con lo que se tocó de suso de Beroso, alegando a Higinio, que Athlante y Hespero fueron hermanos, e no de Mauritania, sino de Italia; y deste Hespero se dijo Hesperia, España, e no de la estrella, y que Italia y España deste rey se nombrasen Hesperias.
E así digo yo que, pues tuvieron a Mauritania, que aquella cibdad quel Isidoro dice (llamada Hespéride), que dió nombre a las islas Hespérides, que fué situada en el fin de Mauritania, está claro que la fundaría y nombraría así el mismo rey Hespero, y que él daría también su nombre a las dichas islas; pues dice asimesmo que las islas Hespérides son ultra Gorgades, en los fines de los íntimos mares; y en esto se concuerda con los auctores susodichos e con Seboso; e, por tanto, las mismas islas Hespérides son estas islas de las Indias de España.
Item: Ambrosio Calepino, en su tractado de dictiones latinas e griegas, dice así : Hesperides apellatæ sunt Hesperi, fratris Athlantis: las Hespérides son llamadas e se nombraron así, de Hespero, hermano de Athlante.
De forma que se entiende, de tan verdaderas e auténticas auctoridades, que las Hespérides están en navegación de cuarenta días al poniente de las Gorgades o islas de Cabo Verde, que son las mismas, como los auctores que he dicho quieren. E así como España e Italia e aquella cibdad que se dijo en Mauritania, se nombraron Hespéridas y Hespéride, de Hespero, rey duodécimo de España, así las islas que se dicen Hespérides, e que señalan Seboso e Solino e Plinio e Isidoro, segund está dicho, se deben tener indubitadamente por estas Indias, e haber seído del señorío de España desde el tiempo de Hespero, duodécimo rey della, que fué, segund Beroso escribe, mill seiscientos e cincuenta e ocho años antes quel Salvador del mundo nasciese. Y porque al presente corren de su gloriosa Natividad mill e quinientos e treinta e cinco años, síguese que agora tres mill e ciento e noventa e tres años, España e su rey Hespero señoreaban estas islas o Indias Hespérides; e así, con derecho tan antiquísimo, e por la forma que está dicha, o por la que adelante se dirá en la prosecución de los viajes del almirante Cristóbal Colom, volvió Dios este señorío a España a cabo de tantos siglos. E paresce que, como cosa que fué suya, quiere la divina justicia que lo haya tornado a ser e lo sea perpetuamente, en ventura de los bienaventurados e Católicos Reyes don Fernando e doña Isabel, que ganaron a Granada e Nápoles, etc., en cuyo tiempo e por cuyo mandado descubrió el almirante don Cristóbal Colom este Nuevo Mundo o parte tan grandísima dél, olvidada en el Universo; la cual, después, en tiempo de la Cesárea Majestad del emperador nuestro señor, más largamente se ha sabido e descubierto, para mayor amplitud de su monarquía.
Así que, fundando mi intención con los auctores que tengo expresados, todos ellos señalan a estas nuestras Indias. E por tanto, yo creo que, conforme a estas auctoridades, o, por ventura a otras que, con ellas, Colom podría saber, se puso en cuidado de buscar lo que halló, como animoso experimentador de tan ciertos peligros e longuísimo camino. Sea ésta u otra la verdad de su motivo: que por cualquier consideración que él se moviese, emprendió lo que otro ninguno hizo antes dél en estas mares, si las auctoridades ya dichas no hobiesen lugar.
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