OT. Va de títulos
Quien más, quien menos, a todos nos gusta destacar sobre los demás, pero siempre me pareció de frustrados, aquellos que tienen que presumir del título, eso quiere decir que no te sientes reconocido socialmente, y te ves en la necesidad de mostrar el título, para que se te reconozca el prestigio que buscas.
Ese es un punto peligroso, al que a nadie aconsejo acercarse, pues de lo sublime a lo ridículo, solo hay un paso.
Me gustaría ser Atnem, pero como no le llego ni a la suela del zapato, voy mostrando mi título de capitán de yate, habilitado vela, y además titulado universitario…, ridículo…, prefiero presumir de abuelo.
No quiero decir que obtener un título, no tenga su dificultad, pero malo, malo cuando tienes que ir diciendo a la gente, lo que eres. Por ej. para ser abuelo hay que tener un hijo, y que este a su vez tenga otro, en los tiempos que vivimos no es tan fácil, pero hasta aquí solo tienes el título…, un papel…, nada...
El reconocimiento social se obtiene, cuando el viernes a eso de las 18:00 h, suena el teléfono, lo coge la Almiranta y tras un breve “bien”, “vale”, “hasta hora”, te dice… “no salimos, nos traen a dormir a Daniel y María”.
A eso de las 18:20 h, llaman a la puerta,
La Almirante.- “abre tú, será Javier con los niños”
El Capitán de Yate, abriendo la puerta.- “hola, hola, ahora viene tu hermano con Daniel y María”
Son las 21:30 h, la Almiranta le da el biberón a Miguel de seis meses. El Capitán de Yate, intenta terminar el telediario, cuando la voz de Daniel “ajjjj, caca”, de casi tres años, le hace saltar del sillón como un resorte.
Por el pasillo se tambalea María de trece meses, que acaba de aprender a andar. Por una rendija de su dodotis, se van desprendiendo porciones de crema marrón. Daniel, limpia su mano impregnada de crema, en la pared del pasillo.
Esa es la sutil diferencia entre tener que enseñar el título y tener el reconocimiento social.
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Cuando el Cierzo llega al mar
se convierte en Vent de Dalt
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