(Texto recibido por e-mail. Atribuido a Santiago Gamboa, escritor colombiano, autor de Páginas de vuelta (1995))
Las mujeres de mi generación son las mejores.Y punto.
Hoy tienen casi cuarenta, cuarenta y pico, incluso cincuenta(y "a pesar de eso" son las mejores: cuanta generosidad!!!), y son bellas, muy bellas,
pero (¿Pero? ¿Por qué "pero"? ¿es un "pero" el que sean serenas, comprensivas, sensatas, y sobre todo, endiabladamente seductoras) también serenas, comprensivas, sensatas, y sobre todo, endiabladamente seductoras, esto a pesar de
sus incipientes patas de gallo o de esa afectuosa celulitis que capitanea sus muslos (Oh! Cuanta poesía!), pero que las hace tan humanas, tan reales. Hermosamente reales.
(Qué jilipollez más cursi)
Casi todas, hoy, están casadas o divorciadas (¿y las viudas? ¡se ha olvidado de las viudas!), o divorciadas y se han vuelto a casar, con la idea de no equivocarse en
el segundo intento, que a veces es un modo de acercarse
al tercero, y al
cuarto intento.
Qué importa...
(¿Qué importa? ¿No importa que se equivoquen tantas veces? ¿¿Es consustancial a su naturaleza el que se equivoquen y por eso no importa? ¿Es que este señor piensa que son tontas?)
Otras, aunque pocas, mantienen una pertinaz soltería y la protegen como una ciudad sitiada que, de cualquier modo, cada tanto abre sus puertas a algún visitante
(Sin comentarios). Qué bellas son, por Dios, las mujeres de mi generación!
(Como consecuencia de la apertura de puertas... menos comentarios aún... ¡Que picarón!!)
Nacidas bajo la era de Acuario, con el influjo de la música de Los Beatles, de Bob Dylan...
Herederas de la "revolución sexual" de la década del 60 y de las corrientes feministas que, sin embargo recibieron pasadas por varios filtros, ellas supieron combinar libertad con coquetería, emancipación con pasión, reivindicación con seducción (
).
Jamás vieron en el hombre a un enemigo (eso sí que es prodigioso... ¡Todo un mérito teniendo en cuenta nuestro método de reproducción como especie y el ayuntamiento carnal gozoso!) a pesar de que le cantaron unas cuantas verdades (¿Según este señor quien se las cantó a quién... quiero pensar que fueron "ellas" a "Ellos"...), pues comprendieron que emanciparse era algo más que poner al hombre a trapear el baño o a cambiar el rollo de papel higiénico cuando éste, trágicamente, se acaba (así pensará Él), y decidieron pactar
para vivir en pareja, esa forma de convivencia que tanto se critica pero que, con el tiempo, resulta ser la única posible
(Pues por experiencia habrá llegado él a la conclusión de que para convivir lo mejor es la pareja... se hubiese agradecido algún comentario acerca de los tríos o más) , o la mejor, al menos en este mundo y en esta vida
(uy, uy...).
Son maravillosas y
tienen estilo, aún
cuando nos hacen sufrir (nos hacen sufrir con estilo... ¡Qué joío!), cuando
nos engañan o
nos dejan (o sea: que son ellas las que ponen los cuernos o las que se van a por tabaco... nosotros no). Usaron faldas hindúes a los 18 años, se cubrieron con suéteres de lana y perdieron su parecido con María, la virgen, en una noche loca de viernes o de sábado después de bailar
(Este tío es un poco espesillo). Se vistieron de luto por la muerte de Julio Cortázar, hablaron con pasión de política y quisieron cambiar el mundo, bebieron cerveza y aprendieron de memoria las canciones de Raimón, Serrat, Leonard Cohen.
Adoraban la libertad, algo que hoy le inculcan a sus hijos, lo que nos hace prever tiempos mejores, y, sobre todo,
juraron amarnos para toda la vida (acaso es algo que nunca hicieron hasta esta generación... lo han hecho todas? ¿cómo lo sabe?), algo que sin duda hicieron y que hoy siguen haciendo en su hermosa y seductora madurez. Supieron ser,
a pesar de su belleza, reinas bien
educadas, poco
caprichosas o
egoístas (o sea; que lo normal es que una mujer bella sea caprichosa, egoísta y mal educada ) , diosas con sangre humana. El tipo de mujer que, cuando le abren la puerta del coche para que suba, se inclina sobre el asiento y, a su vez, abre la de su pareja desde adentro
.
La que recibe a un amigo que sufre a las cuatro de la mañana, aunque sea su ex novio, porque son maravillosas y tienen estilo
(el mismo estilo que que tuvo cuando dejó al novio 
), aún cuando
nos hacen sufrir, cuando nos engañan o nos dejan (la 2ª vez que lo dice... ahora lo comprendo todo!!!) , pues su sangre no es tan helada como para no escucharnos en esa necesaria y salvadora última noche en la que están dispuestas a servirnos el octavo whisky y a poner, por sexta vez, esa melodía de Santana
(¡Dios mío! este hombre ha vivido un infienno sentimental!!).
Por eso, para los que nacimos entre las décadas del 40, 50 y 60, el día de la mujer es, en realidad, todos los días del año, cada uno de los días con sus noches y sus amaneceres, que son más bellos, como dice el bolero, cuando estás tú.
¡Qué bellas son, por Dios, las mujeres de mi generación!
(A lo mejor le dejó por eso. Eso sí: con estilo)
