Cita:
Originalmente publicado por Escorator
 Me está encantando! En general todo, el paso del chinchorro con el palo esmirriado al Siete Mares grande, me ha encantado y es ....que lo estaba viendo venir...jajaja; la chica grumete, mola, puede dar juego, o enigma a la historia...; y bueno, me adelanto, pero ... es que ...la entrada en el puerto a vela! me ha chiflado! ya tiene emoción!
Está muy bien, el que uno solo le de unidad.
Enhorabuena!
(no veo qué aportar por ahora, pero si se me ocurre una línea en el borrador, ahí la pondré; aunque lo que estoy leyendo me gusta tal cual) Muy bueno y muy divertido el hilo 
¿sabremos a dónde se dirige, en principio?¿espera órdenes?¿quedarán en algún punto del Globo con algún otro barco o para embarcar a alguien?, ya me tarda el saber algo más!jajaja
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Escorator hija sigue la historia tú ahora. No olvides la herencia, que un barco sin loro no es barco ni ná.
addabarán dejo el último escrito aquí, ya me dusculparás.
Le llevó mucho tiempo armarse de valor para compartir sus recuerdos y al principio lo hizo solo con un puñado personas.
Le gustaba hablar con la mar, solo su amigo lo entendía, los amigos entienden de estas cosa; de la mar, Manuel sabía que no valen palabras, su mundo era el barco, su destino incierto a quien reprochaba los sucesos de su vida. Dondequiera que estuviera era su casa.
Cuando fui a Italia solía escribir a mi padre dos veces por semana, echaba de menos sus recuerdos que yo quería tener como propios. Una vez tardé en responder una carta, mi padre me contestó diciendo: Esta cuenta se cerrará pronto y entonces no te quedarán más que recuerdos, cenizas de pensamientos.
Tenía razón, él estaba cansado, lo único que quería era volver a leer como antes, caminar por el muelle y conversar con alguien.
La noche estaba sofocante, no corría brisa alguna, allí en el bauprés observé como la luna dibujaba rayos plateados sobre las olas .Aunque parezca asombroso, para alguien que le habla al mar nunca aprendí a nadar bien.
De cena habían preparado un risotto con guarnición picante, cebollas y ají como en las grandes ocasiones y que tanto me gustaba.
Me serví un buen plato, un poco de vino que no sabía viajar muy bien el pobre, mientras tanto la tripulación hablaba de los acontecimientos del día a voces, acabé mi cena, cogí una naranja y esperé a que acabaran la cháchara y la cena... me tocaba hacer el café y las botellas de ron eran de mi exclusiva responsabilidad, como el loro: era mi regalo a la tripulación
¡qué menos!.