Este finde hemos estado en el puerto de Denia, somos tan felices que salimos de nuestro puerto sin haber mirado siquiera las predicciones; por lo visto éramos los únicos del mundo que no nos habíamos enterado de la que se preparaba…
El lunes por la mañana, cuando nos disponíamos a abandonar el amarre, el viento alcanzaba picos de 30 nudos, así que desistimos del intento y nos quedamos a la espera de que a mediodía mejorase.
Y mejoró, pero sólo un poquito...
Preparamos la maniobra para soltar por babor, pero rola el viento y empieza a soplar justo al contrario; cambiamos la estrategia y nos decidimos a probar a ver que pasaba.
Qué os voy a contar!! Yo solita sin poder aguantar el barco, viene el

a ayudarme (el viento empujaba con mucha fuerza), no podemos con él y chocamos con el pobrecito que teníamos a estribor. Al final conseguimos salir sin hacernos casi daño, ni a nosotros ni al otro barco.
Una vez rumbo hacia nuestro destino, con olas y viento bastante fuerte todavía, me pongo a pensar en porqué nunca llamamos a los marineros para que nos ayuden... Se lo pregunto a Pere, y me dice que si no es absolutamente necesario pues que prefiere que nos apañemos solos.
Me pregunto a mi misma: y entonces, qué será absolutamente necesario en este negocio???
Y me viene a la cabeza el episodio de la tarde anterior, mientras arreglabamos el papeleo en la oficina del puerto para quedarnos esa noche: llamó por radio un “artista”, pidiendo un marinero para que les llevase hasta el barco, una BOLSA DE HIELO!!!
Vivir para ver…
