[Crimilda]

Aquí me tienes, Choquero, sin tardanza.
A romper he venido tu esperanza
de acallar con tus gritos sandungueros
la verdad que pregonan ya los cielos,
a través de mis ripios zalameros
-aunque quieran negarla mil bellacos-.
Siéntate, hazme caso, coge bancos

Cuentan de un pobre que un día
muy contento se encontraba,
porque su equipo ganaba
y pensó, vana alegría
por esa sóla razón
que el Almirante Colón
de ese su equipo sería
¡Señor, que gran cerrazón!
Bien veréis el colofón.

No diré si era francés
el ingenuo que así sueña
de Huelva, astur, leonés,
catalán, gallego, de Santander
pero sí de esta taberna
y he de pararle lo pies.
Por poder cualquiera es,
mejor dicho, podría ser
incluso algún lord inglés,
lombardo o aun portugués,
más le bulle la sesera
si cree que Colón lo fue
pero veamos por qué.

Dejando a una parte, cielos
que no era genovés,
pues que todo era Castilla.
¿A qué negarlo, rufianes?
¡Si hasta un ciego lo ve!

¿No han aprendido en Historia
que el navegante Colón…
-¡pardiez, lo sabe Mennon-,
por eso alcanzó la gloria?

En lo tocante al color
no aguantaba el zanahoria
ni el azul, ni el bermellón
ni aun el verde achicoria,
pues se pirra el rey del mar
-aunque a muchos les espante
la visión del Almirante
en aquello del ganar-
por el blanco, nada más.

No me seáis envidiosos,
calumniantes, metijosos,
ni farfulléis intrigantes,
-por eso de fastidiar
y al gran equipo faltar-,
que ni el balón existía
¡Válgame Santa María!
cuando cualquier estudiante
de cuarta categoría
sabe ¡Vive Dios! hoy día
que de jugar al balón
sabía cualquier egipcio,
griego, romano fenicio,
y hasta el indio motilón.

Y este cuento se acabó.