En cuanto a la salazón, mi amatxo que en paz descanse, ponía en un cubo una capa de sal gruesa y una capa de anchoas sin limpiar. Capa de sal gruesa y capa de anchoas. Así hasta llenar el cubo o utilizar todas las anchoas. Finalmente se cubría todo con sal y a esperar unos 3 meses (no recuerdo exactamente cuanto tiempo).
Luego para comerlas se sacaban del cubo las anchoas que se quisiera y se limpiaban de tripas y espinas. Con un trapo podías quitar la piel y dejar los lomos limpios. Si tenías prisa en comerlas podías ponerlos en agua para desalarlos rápidamente, pero sino lo normal era ponerlos en un tarro con aceite de oliva.
Recuerdo que no solíamos esperar a que perdieran el exceso de sal e inmediatamente después de limpiarlas, las poníamos en un plato con un chorro de aceite de oliva y un poquito de ajo picado crudo.
Buenísimo y fuerte. No apto para todos los estómagos ni para narices delicadas. Eso sí, luego podías beberte el Cantábrico en vino.
