Re: ¿Y por que nos gustan los faros? y cuales
Buscando si hay algún faro en el Mar Rojo Sur ( que creo que no o por lo menos nada dice mi amigo google) encontre este articulo que me ha resultado curioso
El faro del salar
Pablo Cingonali
La palabra faro siempre se asocia a las costas, a los peligros que atesora eso sublime y sobrecogedor que es el mar, a navegantes, a nostalgias, a regresar. Más allá podía haber monstruos ?como alertaban los mapas de antaño- pero siempre, al que tenía la suerte de retornar, lo esperaba el faro amado, la luz encima del peñón, la señal que indicaba que había llegado a casa, a los quereres, a la comida de tierra firme, a la taberna donde contar de sus glorias de extramares o inundar sus fracasos en ginebra.
Un faro es parte de mi niñez, de aquella infancia profunda donde todo es escenario de quimeras: el de Punta Mogotes, esos años en las afueras agrestes de Mar del Plata; faro clásico: rojo y blanco sobre un promontorio de piedras que, cada noche de verano, veía reflejar su luz también sobre el cardal, bañando con sus destellos las historias de los pescadores de corvinas.
Por eso, cuando devoraba Salgaris y Londons, no me costó mucho imaginarme uno de los faros más famosos de todos: el faro del fin del mundo, el de la novela de Julio Verne, que en verdad existió y que unos franceses del carajo fueron hace algunos años a tratar de resucitarlo en medio de uno de los mares más bravíos del planeta: el que rodea a la Isla de los Estados, en el extremo sudoriental de la Tierra del Fuego, o sea: el fin del mundo.
Una de las siete maravillas del mundo antiguo era un faro. Era la joya de la ciudad más fashion de antes de Cristo: Alejandría, la urbe fundada y bautizada por el guerrero inmortal. Este es, seguro, el faro más famoso de todos: medía 134 metros de altura ?un rascacielos- y la construcción estaba coronada por una estatua de Zeus cuya luz de fuego era reflectada hacia el mar por inmensos espejos. Como su también monumental biblioteca, fue destruido y lo único que quedó fue su nombre ya que el sustantivo en cuestión viene de ese faro, de ese coloso africano y griego, y todos los faros, en definitiva, le deben la vida a él, sobre todo el faro sobre el cual estoy escribiendo: el faro del salar.
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Territorios amados: el salar del Tunupa, que los españoles de la colonia conocían como las salinas de Garcí Mendoza y que nosotros mal llamamos como "de Uyuni", sólo porque está cerca de ese poblado llamado así. Desierto de Los Lípez, Sudoeste de Potosí, Bolivia.
Dicen que dijo el cronista Cieza de ese espacio único, privilegiado, de esa "maravilla del Nuevo Mundo" como lo bautizó Álvaro Barba que sí sabía; dicen que Cieza de León dijo: "búscalo o suéñalo. Es lo mismo".
Bueno, como sea, la cosa es que si aún no lo has buscado o si aún no lo has soñado, ahora tienes un motivo más, y poderoso, para hacerlo: ir a ver el faro de sal, ¡un faro situado a 3653 metros de altura y a cientos de kilómetros de la costa! ¿Algo anda mal? No.
El salar es el lecho seco de un antiguo mar interior que, hace 10.000 años, ocupaba todo el actual altiplano boliviano. Hoy, la sal cubre una superficie igual a la isla de Jamaica y tanta sal junta, desde el espacio sideral, han convertido al salar en el faro natural de la Tierra ya que es el último punto visible de nuestra geografía planetaria, o al menos eso dijo Neil Armstrong cuando piloteaba la Apollo XI.
Pero, en un mundo que ya quiere navegar otras galaxias, sigue siendo una aventura internarse en el salar, en esa inmensidad blanca, que no se acaba nunca, que parece nunca acabar.
Búscalo o suéñalo: ahora, 10.000 años después de que la última gota de agua desapareciera, el mar de sal tendrá su primer faro. Como el de Alejandría.
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Instalar el primer punto de luz en medio de "la estéril belleza de la desolación" de ese mar petrificado no podía ser sino ocurrencia y hechura de uno de sus guardianes simbólicos: Gastón Ugalde, artista multipropósito, ahora dedicado a la intervención monumental y por ello abocado al reciclado de aldeas, al resucitamiento de culturas, al resurgimiento de esperanzas.
Faro paradojal, situado en medio de las montañas, sin dudas: un faro histórico en esta Bolivia, país despojado de mar.
Ahora, podremos ir a buscar al torrero y que nos cuente historias de bellas damas que andaban por ahí derramando leche de sus senos y creando salares, como reza la leyenda, y sentarse, a compartir con el y una botella de ron, a ver como se apagan las luces del día desde la costa de Río Grande donde está situado el singular faro boliviano. Ahora, podremos pintar esos cuadros como Turner y escribir poemas melancólicos como todos los que escriben los que regresan. Ahora, podremos decir vamos al faro y hacer el amor en sus cercanías, nada más exacto, nada más turbador.
Ahora, podremos emocionarnos ante este insólito conjunto de 13 metros de altura hecho de sal y que también usa espejos para reflejar la inconcebible luz austral, y que semeja a dos guerreros solitarios e invencibles custodiando eso tan bello como pocos sitios en el mundo pero también solitario e invencible: el salar.
no he encontrado ninguna imagen de ese faro, así que os pongo esta que me parece bellisima pero no se que faro es a ver si esas enciclopedias andantes que pasan por aqui me dicen cual es

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el primer beso siempre se da con la mirada
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