Cómo cambian los tiempos!
Ya nadie usa el sextante, ni plega velas el domingo por la tarde. Muchos dejan el barco solo, conectado a tierra y con aparatos eléctricos funcionando en el interior. Pero, además, algunos se van pa casa sin haber cerrado todos los grifos de fondo!
Ya nadie teme a la ira de los dioses. Todos viven confiados en las promesas de seguridad de los pequeños Lares y Penates: Magnetothermos, Pevecé-mangoura, Electra diferentialis. Hijos todos ellos de náyades disolutas que yacieron con los hijos de Creso.
Ilusos! No escuchan en las voces de los ancestros el temblor ante la presencia de Vulcano y sus llamas abrasadoras. Nada saben de los mensajeros de Némesis, que aflojan con su canto las bridas de Inox, el de rostro plateado. Todo lo ignoran sobre las artes penetrantes de la legión de Elektrones y de cuantas veces fulminaron, engañaron o embriagaron a Magnetothermos, el enano hideputa.
Abiertas están las fauces del Ponto,el de vinoso aspecto, a la espera del vientre cóncavo de las incautas naves. Presto el Martillo a pulverizar haciendas y cuerpos.
Solitario clama el viejo nauta: "Cerrad los grifos! Desenchufad los cables!"
Se cansó, tiempo ha, el diosecillo Eco de repetir ifos! ifos! ables! ables!
Que los siervos mezclen en la crátera el vino de Ismaro, que dependió de la lanza de Arkíloco, y libemos en honor de Miserikordia, la que emana del vientre de Zeus.
