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Sigo.
Por fin empecé a ver el horizonte más despejado, ya se había diluido ese embrollo de barcos y los veía más dispersos.
Una vez libres de la flota, el Patrón comenzó a aplicar la estrategia a seguir para aproximarnos a cabo de Berbería. El pronóstico del tiempo apuntaba a vientos del este, rolando a sur-este. Por lo que tomamos el bordo amurados esperando el role para virar. Como el role tardó en llegar y la mayoría de la flota tomó la opción del bordo de estribor, realizamos un par de repiquetes a estribor por si no se cumplía el pronóstico, no quedar demasiado descolgados de la flota. Las rachas que empezaron a apretar venían del sur-este, y el Patrón decidió continuar amurados a babor y esperar al viento del sur-este para virar y poner rumbo definitivo a cabo de Berbería. Cuando el viento del sur-este se entabló viramos para aproximarnos a Berbería.
Bueno, así explicado, el tema parecía fácil. Ya estábamos perfectamente orientados y aprovechamos para realizar diversas tareas.
Yo me dediqué practicar unos ballestrinques, tarea que exigía mi máxima concentración:
Capitán Ron revisaba el estado de los winches y otros aparejos:
Y así el resto de la tripulación, cada uno con sus tareas perfectamente asignadas y manteniendo la tensión propia de una regata. Aquí una imagen del Patrón serio y visiblemente tensionado:
Entre estos quehaceres, tocó colocar la línea de vida. Inmediatamente pregunté que era eso con un nombre tan .... preocupante. Al final de la explicación pensé "este se ha creído que yo voy a circular por la cubierta por la noche, lo lleva claro..."
Todo estaba saliendo según lo previsto, asi que me imaginé que cuando llegara la noche, pondríamos el piloto automático y dormiríamos a pierna suelta hasta el amanecer. Pero no, resultó que íbamos a establecer turnos de guardia para cubrir la noche. ¡¡¡A mí nadie me había explicado estas "pequeñeces" cuando surgió la posibilidad de hacer una regata!!!. Sin embargo, lo asumí, en favor de este deporte tan sencillo, tan agradable y tan divertido. Ilusa de mí, todavía pensaba que estaba de paseo; es lo que tiene la ignorancia, que no eres consciente de lo que sucede a tu alrededor. No me estaba enterando de nada y pensaba seguir así toda la regata.
En mis observaciones me dí cuenta de que en las velas había como una especie de cordones cortos equidistantes. Pensé que era una buena idea que el fabricante de velas los hubiera colocado para poder atarlas cuando tocara recogerlas, pero no, cuando pregunté resultó que servían para otra cosa completamente distinta. Eran los catavientos del génova
Y el problema más gordo vino después, porque yo no sabía que cuando le preguntas a un navegante sobre una duda pequeñita, aprovecha para explicarte otros 150 términos que no has oído en tu vida, que te suenan a chino y que te ves incapaz de memorizar por los siglos de los siglos. Lo mejor sería no volver a preguntar nada, porque acababa peor que al principio...
Y así, entre jarcias, balumen, grátil, pujamen, relingas y tangón, por poner un ejemplo de los miles que me soltaron en dos minutos..., llegó el atardecer...
Y con el atardecer, una noche dura...
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