Walaaaaa, cuántos comentarios, gracias!!
No sé cuánto durará este relato, pero Sunrise, no creas que me voy a pasar el verano escribiendo jajja. En agosto nos vamos a Baleares, y mientras navego me suelo olvidar de internet, aunque tu comentario mencanta, como todos los demás
Talheb, los verdaderos genios nunca se reconocen como tal. Eres tú el que te subestimas, te lo aseguro. Yo puedo esforzarme en escribir bien, pero ese don natural sólo lo tienen unos pocos elegidos.
Me encantan vuestros ánimos aunque sean achuchantes. Vosotros seguid animándome, que yo escribiré cuando me de la gana jajajaja.
Morgano, feliz travesía, me acordaré de ti
Ambardemar, me está dando miedo meterme en terrenos eróticos, igual me rajo
Continúo:
Mientras Eryk terminaba de aparejar para poner su embarcación a son de mar, Clara esperaba sentada en el muelle la llegada de tan misteriosa amiga, consumida por la curiosidad. No pasaron ni diez minutos cuando observó cómo se aproximaba una chica de mediana estatura vestida con una sencilla camiseta blanca, un pantalón corto y unas chanclas de goma.
Por todo equipaje llevaba una bolsita de lona desteñida colgada en bandolera. Caminaba aparentemente distraida sin mirar a ninguna parte, mientras soltaba su melena rubia y algo ondulada para dejarla caer sobre los hombros tostados por el sol.
Clara pensó que, efectivamente, podría confundirse con ella a esa distancia y eso le hizo sentirse extraña por un momento.
Se levantó apresuradamente para salir a su encuentro con la más espontánea de sus sonrisas, pues estaba persuadida de que pareciéndose tanto entre sí físicamente, probablemente compartirían muchas otras cosas, e intuía que aquéllo podía ser el comienzo de una divertida y buena amistad; sin embargo cuando la tuvo delante, se dio cuenta al instante de que la otra no tenía, ni por asomo, la misma intención.
Con una fulminante mirada, Aurora le dio a entender sin abrir la boca que aquel "macho" era para ella, y que nadie se lo iba a arrebatar. Clara se quedó con la cara de saludo puesta, cuando su "clon" ya estaba atravesando la pasarela con paso decidido para saludar al anfitrión.
Después de que Eryk intentara romper el hielo bromeando entre las dos con cierta torpeza, dejaron atrás el pequeño puerto tras una maniobra de largada sin complicaciones.
A pesar de que tanto el estado de la mar como las condiciones metereológicas eran óptimas, el comienzo de la travesía hacia Ibiza se desenvolvió en medio de un embarazoso ambiente en la pequeña bañera que compartían los tres; la recién llegada no se despegaba de Eryk ni un segundo y seguía lanzando miradas amenazantes a su adversaria, sentada enfrente de ellos. Él parecía entre divertido y amedrentado..según el momento, mientras Clara no sabía dónde meterse ni cómo reaccionar.
Por su cabeza empezaron a desfilar todo tipo de pensamientos ¿Qué pasaría si planteara abiertamente la situación poniendo las cartas boca arriba? ¿O quizá era demasiado pronto para plantear ningún problema?
Previendo la tormenta que podía venirse encima, por fin decidió evitar cualquier discusión, y darles a entender con su actitud que les dejaba el campo libre, y que estaba dispuesta a disfrutar de la vela, la brisa marina y el sol sin interferir para nada en la conquista que -más que presumiblemente- su "amiga" iba a poner en marcha sin mucha demora.
Sin embargo, no resultaba fácil quitarse de enmedio en un espacio tan pequeño sin parecer enfadada, por eso Clara se abandonó a la caricia del sol y la brisa marina, disfrutando de la música celestial que para ella suponía el leve flameo de la baluma y el sonido del agua contra el casco, procurando olvidarse de todo lo demás.
Las horas transcurrieron plácidamente para ella, pues se sentía himnotizada por la inmensidad del mar, presientiéndolo como su cómplice fiel.
Cayó la noche y Eryk decidió irse a dormir cuatro horas, para continuar su guardia entrada la madrugada. Como era de prever, Aurora no perdió el tiempo y se metió en el camarote detrás de él, sin dejarle la más mínima capacidad de reacción.
Mientras tanto, al mando de la rueda, Clara puso el punto muerto en su cerebro para no darle vueltas a la situación; prefería dejarse llevar que torturarse pensando en cómo reaccionar y cuáles serían las consecuencias. Arropada por un cielo cuajado de estrellas y por ese mar que sentía tan suyo, pensaba que aquel crucero le iba a reportar la misma plenitud que sus vacaciones de siempre en Almería, pero con la oportunidad de descubrir rincones desconocidos de aquella isla, lo que significaba un gran aliciente para ella.