Discusión: Os dedico un relato
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Capitán pirata
 
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Predeterminado Re: Os dedico un relato

Todo indicaba que el día iba a ser largo. Sobre todo debido a la longitud de la noche anterior. Tal vez hubiera sido mejor privarse del encuentro con Mei-Mei y haberlo pospuesto unas horas, pero pensó que la vida puede ser muy corta para la gente que vive aspirando a alcanzar las cumbres, como él, y que había que extraerle todo el jugo posible. Además, Mei-Mei le había servido para centrar en gran medida el desorden de su libido. En las pocas semanas que hacía que la había adquirido (porque podía hablarse de una pura y simple transacción de compraventa) le había quedado claro que lo suyo no era una tendencia encubierta o no aceptada hacia la homosexualidad, sino un reflejo fiel de su ansia general de sensaciones, experiencias y vida. También pensó, mientras se ponía bajo el chorro helado de la ducha, que el tamaño del pequeño pene de la hermafrodita resumía en simbología la evolución de sus aficiones. Ya no se sentía atraído por la enormidad de la supuesta trasgresión, sino por la esencia rebuscada de la inapelable perversión.

Apartó esos pensamientos con el mismo gesto de cerrar el grifo. Había otros asuntos, muchos otros, en los que pensar.

Los informes que Sebastián le había hecho llegar eran preocupantes: las lluvias habían provocado el deslizamiento de millones de metros cúbicos de piedra y lodo de un cerro situado en la selva colombiana, que habían ido a caer precisamente sobre un poblado en el que su “empresa” tenía el mayor almacén de cierta mercancía que había recibido en pago de ciertos útiles que les vendía a ciertos tipos que vivían en la selva. Esa mercancía tendría que haber sido exportada rápidamente hacia los USA para conseguir la necesaria liquidez y poder pagar a sus suministradores parte de los útiles que había vendido.

La falta de liquidez era un problema cíclico, pero nunca había llegado a los niveles en los que se encontraba en ese momento. Tenía un gran stock de mercancía de gran pureza, pero a causa del acoso que habían sufrido sus redes de distribución sólo podía darle salida muy lentamente. Se había visto obligado incluso a pagar parte del sueldo de sus colaboradores en especie, con el peligro que comportaba que alguno de ellos fuese atrapado mientras se dedicaba al menudeo entre los barcos del fondeadero. Y un almacén que tenía listo para exportar, quedaba ahora sepultado por el lodo. Fatalidad.

Sus primeros visitantes llegaron temprano. Los acogió en el jardín, porque uno de ellos se obstinaba en fumar continuamente unos enormes habanos cuyo olor perduraba luego en la casa durante semanas. La conversación giró en torno a la posible fecha en la que Laxmi preveía que su problema de liquidez quedaría resuelto y, una vez establecida ésta, el del habano fijó en él sus ojos amarillentos, una mirada difícil de olvidar, mientras le decía:

-“No estamos preocupados, señor Reig. Si no pudiéramos confiar ni en usted, el mundo se habría vuelto un lugar inhabitable para nosotros. Pero ya sabe que también nosotros tenemos que calmar a nuestros proveedores y que alguno de ellos desconoce la delicadeza”

-“Sus problemas de distribución –añadió el otro visitante, de aspecto y acento eslavo- podrían tal vez mejorar si usara medios de transporte más abundantes y más pequeños, como los veleros. ¿Cuánta carga puede llevar un velero?”

Ambos se enzarzaron en discutir sobre la estabilidad, el mal tiempo y la carga máxima admisible de los veleros, en una conversación que a Laxmi no le interesaba en absoluto. Usar pequeños veleros para el tráfico principal sería un suicidio. La función de los veleros era únicamente servir de cebo para que fuesen capturados mientras el flujo grande seguía otras vías.

Apareció por allí su hermana, tan cándida, maternal y hermosa como siempre, y su presencia le recordó que la comunicación con Sebastián se había interrumpido de pronto el día anterior. Mal asunto. Los equipos de rescate que acudían a socorrer a las víctimas del deslizamiento podían dar con los restos del almacén y su contenido, con lo que la posición de Sebastián estaría seriamente comprometida. Otro problema.

Entonces vio la silueta inconfundible del Tehuelche entrando a vela en el fondeadero. ¡Su amigo Tomás Harrington en Espalmador!

Como en un relámpago, Laxmi se dio cuenta de que en aquel momento las dos personas que más quería en el mundo, y tal vez las únicas, estaban reunidas en el mismo punto del Globo: Vanessa y Tomás. Dos almas limpias e inocentes que, si supieran la auténtica naturaleza de sus negocios, se llevarían un disgusto mortal.

Descubrió que su presencia simultánea en aquel lugar lo hacía especialmente débil.

Con una extraña sonrisa, amarilla como sus ojos, el del puro fingió una teatral sorpresa:

- No me diga que conoce a ese tipo!

Laxmi sintió cómo le recorría la espina dorsal un soplo helador.
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