LOS ROQUES DE VENEZUELA
Hace ya más de un mes que navegamos sin parar por este pequeño paraíso marítimo que es la isla de los Roques, tiempo que ha servido para conocer cada isla y muchos recovecos preciosos, en gran medida solitarios, de blancas playas de arena muy fina.
También ha quedado en el recuerdo el leve altercado con las autoridades, al poco de la llegada, ya que a pesar de haber hecho oficialmente la entrada en capitanía de guardacostas no cumplimentamos el resto de autoridades, lo que nos supuso una amonestación y no tener más remedio que ponernos al día, apoquinando el canon de entrada al Parque Natural, pero era algo con lo que ya contábamos, así que andar de piratas como meses atrás lo había hecho el Rebeca III, nada de nada.
Los Roques, como no me canso de repetir, es uno de esos últimos paraísos para el crucerista, que gusta del submarinismo y la tranquilidad de playas desiertas; zambullirse en sus cristalinas aguas y descubrir un autentico acuarium en cada arrecife, un microcosmos de vida, desde los minúsculos y multicolores peces coralinos hasta enormes barracudas que patrullan el arrecife con la indolencia de saberse en el escalón superior de la escala trófica.
Demasiado a menudo, diría, que prácticamente a diario, tenemos encuentros con estos bellos predadores, al principio imponen cierto temor con su estilizado cuerpo y fría mirada, permaneciendo curiosas cerca de nuestras evoluciones, pero con el tiempo ya van siendo parte del paisaje y salvo que estemos de caza no nos preocupamos mucho de ellas.
Francisqui, Norosqui, Crasqui, Sebastopol, Dos Mosquises, Cayo Agua, nombres que antes de llegar a Roques, veíamos en las cartas y nos sonaban como mágicos; ahora ya forman también parte de nuestro vocabulario, islas que recorremos una y otra vez, fondeando y disfrutando de bellos atardeceres, sobre todo cuando los peñeros se llevan a los pocos turistas diurnos, de nevera y sombrilla cada tarde y nos quedamos solos o como mucho, con algún otro barco fondeado en la lejanía.
Pero me sorprende la muy escasa afluencia de navegantes por estas aguas, pero es posible, que como ya comentamos, la inseguridad venezolana, ha hecho que seamos muy poquitos los que hayamos hecho entrada en el país y ahora disfrutemos de sus bondades.
En Dos Mosquises visitamos el centro para la conservación de las tortugas marinas, un verdadero ejemplo a seguir, ya que por aquí el cuidado del medio marino y su fauna, no es en general algo que esté en la preocupación de los paisanos pescadores, que según nos han dicho, las nidadas de las tortugas están dentro de su codicia pesquera terrestre.
En Norosqui se puede nadar junto a ellas, de hecho, mi hija Eva se pasa horas en el agua siguiéndolas y ya hasta parece que se ha hecho amiga de una de ellas, que incluso se la ha acercado hasta tocarse.
Cayo Agua, una peculiar isla en forma de atolón, que en la segunda visita hemos dado con el paso hasta acercarnos a la playa de la isla norte, avanzando a poca máquina por entre cabezos de coral, con sondas de dos metros y medio, pero bien ha merecido la pena porque aquí no vine nadie y posee el más precioso arrecife que hayamos visto hasta ahora.
Como estaba previsto, mis amigos están viniendo a pasar sus vacaciones en el Bahía las Islas, mi hija, su novio David y la inesperada visita de la cofrade Corsara con su pareja Herbert, aprovechando su estancia por Venezuela, está siendo muy agradable tanta compañía y aún queda bastante verano por delante, con más visitas, sintiéndome como verdadero anfitrión de mi descubierto pequeño mundo.
Otra inesperado encuentro ha sido la del Rebeca III del cofrade Ferdy, que junto a Libertyenlamar se han venido desde Curaçao a pasar unos días por los Roques, por fin hemos coincidido los tres barcos y hemos disfrutado unos días juntos, hasta que el Rebeca ha vuelto a Curaçao, el Cap's III regresa a Puerto la Cruz y nosotros seguimos en Roques casi todavía un mes más, descubriendo nuevos rincones inéditos.
Desde que han marchado Joakin e Iñaqui, con el cambio de tripulación la vida a bordo se ha hecho bastante más tranquila, incluso permanecemos dos noches seguidas en el mismo sitio, dedicados al baño, a la lectura o como es mi caso aprendiendo el manejo de la atarraya, ese antiquísimo arte de pesca que aquí es bastante común y que conseguí que un pescador me vendiese una, pero no es facil dominar su manejo y tras observar a los paisanos, ya puedo, tras muchos intentos fallidos, desplegarla con soltura y capturar esos sabrosos pececillos que abundan a la orilla de las playas

Rufino posando con una de las capturas

Iñaki con uno de los ejemplares del centro de conservación de tortugas
Lo siento
pero aquí el internet va como el país, mañana intentaré seguir subiendo fotos
Salud
