Bueno, unas rondas

pa l@s cofrades, por que tengo recien horneao el relato, de uno de mis mejores fines de semana que recuerdo.
La crónica es larga, por lo que voy a dividirla en tres capítulos para no cansar al personal, creo que merece la pena, por que ha sido una experiencia única, difícilmente experimentable por los navegantes de agua salada europeos.
Sin que se me tome por grandilocuente ni exagerado, puedo afirmar, que esta experiencia de tres días va a marcar con toda seguridad, mi futura vida de pensionista navegante y si no, al tiempo

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En dos horas de vuelo desde Santiago a Buenos Aires me bastan para contactar con el cofrade Inquieto. Telefónicamente me propone salir inmediatamente para Colonia del Sacramento, en la ribera Uruguaya del Río la Plata, distante unas 35 millas, me dice que la previsión meteorológica así lo aconseja, me parece estupendo, pues le informo que llevo mono de navegar. Me espera en el mismo Náutico San Isidro para ir equipando el barco.
Tomo un tren desde Buenos Aires, ya que la mayoría de náuticos bonaerenses se encuentran a orillas del río Luján, el brazo más a tierra en el enorme delta del río Paraná, a unos 30 kms, al norte de la capital Argentina.
El enorme estuario que forma el Río La Plata, está alimentado por las desembocaduras del río Uruguay y el río Paraná y algo más al norte río Negro, todos navegables, pero restringidos a los bajos fondos limosos y a los depósitos de aluvión que constantemente son arrastrados desde las selvas de Brasil.
Por estos ríos existen canales dragados artificialmente, para permitir el ingreso de buques mercantes hasta ciudades bien al norte, del lado argentino, el canal Mitre enlaza el río La Plata con el Paraná.
Tras un efusivo abrazo en la estación de San Isidro, donde Jorge ha ido a buscarme, partimos al náutico, despachamos para Uruguay, damos buena cuenta de un bife a la parrilla, en uno de los restaurantes del club náutico, del que ya tendré tiempo de hablar y abordamos el Inquieto, un Miura 31, diseño de los años 70 para regatas bajo la regla IOR y que el amigo Jorge se ocupa de mantenerlo en plena forma.

El Inquieto listo para zarpar
Soltamos amarras a las 15,30. Tenemos viento del SSE de 15 nudos, bastante incómodo para la ruta que tenemos prevista.
Jorge me indica que el nivel del río, al haber viento del sector Sur, se mantiene un metro por encima de la cota cero. La salida inexcusablemente para navegar en el río La Plata es rumbo SSE siguiendo una línea de boyas, para evitar los lodazales a 1 metro de la superficie, luego la sonda en una extensión bastante grande se mantiene en torno a los 2 metros, pero para cruzar hacia Uruguay hay que alcanzar las boyas del canal Mitre en el punto kilométrico 25, para ello hay que seguir rumbo SE unas 10 millas.

salida del náutico San Isidro
Navegamos con un rizo en la mayor y el génova parcialmente enrollado. Hemos de hacer un par de bordos largos para alcanzar el citado paso, la ola corta, producida por el viento y la corriente contraria del río, nos incomoda bastante, para cuando llegamos el viento ha rolado antes de lo previsto situándose del ESE, poco más o menos donde queremos ir.

Ceñida en aguas incómodas
Cuando alcanzamos la situación en la que Jorge, buen conocedor de la zona, considera que hemos de poner rumbo E, los bordos se hacen más cortos y tomamos el segundo rizo por que el viento ya se ha puesto en 20 nudos.
Jorge me comenta que cuando se dragó el canal los limos se dejaron como una trinchera a ambos lados de la excavación, lo que imposibilitó cruzar salvo por los sitios habilitados y limpios.
Por la proa se divisan las dos boyas de la gran zanja que marcan el km 25, aunque la situación del canal se adivina desde bien lejos, debido el intenso tráfico marítimo que remonta Mitre en demanda de río Paraná, por el que se alcanzan ciudades como Zárate, San Pedro, Rosario o Corrientes, situada a más de 600 millas río arriba.
En el momento que atravesamos Mitre no se ve cerca ningún mercante y los 100 m de anchura se salvan enseguida y la profundidad es de 12 metros.
Como bien me ha anunciado Jorge, nada más pasar al otro lado donde las sondas continúan en torno a los 3 metros, la ola corta se ha encrespado. Ya no hemos de preocuparnos por los mercantes, solo por balizas aisladas de peligro, señalizando, en una zona conocida como Playa Honda, los numerosos pecios que figuran en la carta con sus nombres, Vencedor Platense, Vizcaíno, Apolo, Guayacán, Santa Catalina y muchos más, principalmente areneros del río naufragados.
Al caer la noche el frío hace sentirse, nos damos cuenta que yo no he traído suficiente ropa de abrigo como para pasar la noche y aunque Jorge ha encontrado un viejo impermeable, que al menos me cubre de los rociones, no evita que me quede helado.
Por momentos he de permanecer en el interior de la cabina para entrar en calor, mientras el patrón se mantiene atento a las luces que señalan los naufragios, los pantocazos se suceden y aunque navegamos ayudados por el motor, hacemos una velocidad de poco más de 2 nudos.
Calculo que a esa velocidad, las 20 millas que nos quedan se nos van a hacer interminablemente largas por lo que digo a Jorge, si no sería más conveniente dar la vuelta y evitar semejante castigo, al barco y a nosotros mismos, por solo ir a Uruguay y volver.
Jorge está de acuerdo, noto que se le quita un peso de encima. Se que quiere agradarme con el plan propuesto, pero las condiciones reinantes no son nada agradables y más, desde que la oscuridad se ha hecho impenetrable.

Pequeño esquema del primer día de crucero, digamos que para abrir boca
Viramos y ponemos rumbo a la Marina Núñez, junto a la ciudad de Buenos Aires, una de tantas que jalonan la ribera bonaerense.
El Inquieto agradece el nuevo rumbo, galopa con el viento y la marejada a favor por encima de 6 nudos. A pesar de todo el frío ha hecho mella en mi y solo salgo a bañera, para ayudar al patrón, a localizar las diferentes boyas de señalización entre la miríada de luces, de la capital albiceleste.
Atracamos a las 23,30h, sin novedad en Núñez, rápidamente nos asignan un pantalán y si perder tiempo aprovechamos a cenar en la casa club.
Durante la cena que me ha servido para entrar en calor, Jorge me propone, para el día siguiente, dos alternativas: Una intentar de nuevo el cruce a Colonia y la otra hacer un crucero por el Delta del Paraná.
Elijo la segunda opción por que difícilmente se me va a presentar otra vez la oportunidad de una navegación fluvial semejante.
Decisión acertada, como os relataré mañana, en la próxima entrega del relato.
Salud
