Lo triste no es la prohibición, sino que la existencia de la misma implica que la mayor parte del personal pasa de los demás y con tal de ir a lo suyo le importa un rábano el próximo. Prohibición inutil por otro lado, pues el meollo del problema es que se han abandonado en esta sociedad española valores como la educación, el civismo y el imperio del razonamiento sobre las visceras y partes pudendas como centros rectores de la conducta cívica, fundamentales para la supervivencia de la convivencia social en los sistemas democráticos (en los otros, no son necesarios ya que se pueden imponer a ostia limpia) pues son imprescindibles para la convivencia pacífica.
Respecto a lo que nos guste o no de lo que prohiben esas normas, seguro que no nos pondríamos de acuerdo, así, amigo Epops, a tí te molestan los chuchos en la playa y a mi no, pero no soporto el ruido ese que algunos llaman música puesto por todo lo alto porque nadie tiene derecho a imponerme sus aficiones y no tengo nada en contra de que se juegue a las palas, pero eso sí, que el objetivo de su diversión no esté por encima de mi derecho a no ser pisoteado por necesidades del juego, por ejemplo.
¿Lo véis?. Si el que juega razona sobre lo que no le gusta que le hagan a él y tiene educación como para no imponérselo a los demás, á nadie se le ocurriría sacar normas como las que nos cuenta Tuera, que podéis estar tranquilos, pues salvo que algún día en que se monte campaña con políticos y TV, no se intentarán aplicar, que en este país hay tantas normas que su vigilancia es imposible.
Como véis es un simple problema de educación, que os puedo asegurar que está muy mal vista en España, donde se considera sinónimo de hipocresía (hay excepciones, claro, tan honrosas como escasas) y se de que hablo.
Tomaros unas
a mi cuenta, para recuperaros de este rollo.