[werke]

¡Cómo se ha liado el cuento! Hasta a mí me está entrando el canguelo!

Venga, vamos a sacar a la rubia de Espalmador y a ajustar una pieza más del "Gran Juego"...


Cuando estaba a punto de dar el primer trago, Laxmi devolvió el vaso de whisky a su lugar en la mesa. No era el momento de aturdir su cerebro. Lo necesitaba intacto y lúcido.

Locura, desbordamiento, pánico, desorientación. Desesperación.

Esos eran los primeros enemigos que había que tener bajo control. Los otros, los de carne y hueso, siempre tenían un punto flaco, una vía abierta por el flanco, que había que saber encontrar con cordura, mesura, serenidad, conocimiento. Y esperanza.

El acceso a su inmensa fortuna había sido cortado de repente por alguien desconocido. Su abogado en Madrid, sin cuyo asesoramiento no podía emprender ninguna transacción, estaba en paradero desconocido, igual que los ingleses, americanos, alemanes y suizos. Aquellos a los que había podido localizar le habían dado excusas inocentes para explicar su incapacidad para efectuar ningún movimiento financiero, pero el nerviosismo de sus voces hablaba por ellos con suma elocuencia. Estaba siendo objeto de una operación de acoso y derribo orquestada con una inteligencia diabólica.

Lo peor era la sombra de duda que todo aquello había hecho crecer en lo más profundo de su alma. Las vías de acceso a las cuentas de su hermana, tan cuidadosamente organizadas por él mismo, también se habían cortado, para lo cual quienquiera que manejase los hilos necesitaba el concurso de Vanesa revocando el poder falso de Delaware. Pero, para una acción así, primero tendría que haber sabido de la existencia de ese poder. ¿Era capaz Vanesa de mantener su conducta un día tras otro como si nada pasase como había hecho últimamente? ¿Era capaz Vanesa de participar fríamente en la construcción de la trampa que estaba a punto de ahogarlo?

Habló con Zaitsev para que la dejase marchar. Le dijo que, a fin de cuentas, Vanesa no podría esconderse para siempre de la trama de ex agentes del KGB que Zaitsev poseía por todo el mundo, y en cambio era de vital importancia que pudiese hacer ciertas operaciones bancarias que le eran imprescindibles. Zaitsev pareció dudar unos segundos, pero al final le dio permiso para que su hermana abandonase la isla en compañía de su amiga.

Implicada o no en todo aquello, se sintió aliviado al poder ponerla a salvo, al menos de momento.

Y también ponía a salvo a Sofía.

Sofía, que había entrado en su vida sorpresivamente. Sofía, que parecía estar enamorada de él desde hacía años. ¿Conservaría su amor si se enterase quién era él en verdad y a qué se dedicaba?

Tomó por fin una decisión. Gambito de dama. Tal vez forzar tablas. Todo para salvar al rey. Porque, se dijo mientras contemplaba su cara en el lejano espejo del salón, yo sigo siendo el Rey.

Tomó el teléfono encriptado, seleccionó un número con códigos de área de Washington y, tras los saludos corteses de rigor fue directo al grano:

-”General, me temo que ahora soy yo quien necesita su ayuda...”