Aprovechando mi estadía en estas lejanas tierras chilenas, no quería faltar hacer un recordatorio personal a un poeta que tanto enalteció el mar y su significado; que coleccionó mascarones de barcos, infinidad de caracolas, barquitos embotellados y toda clase de utensilios náuticos
Me gustaría, humildemente, rendir un pequeño homenaje a este hombre, a ese poeta, que desde la ventana de su estudio, supo descubrir la luz salada de la mar, a los pies de su casa, en Isla Negra.
Desde este lugar, navegó con inteligencia desbordante por olas, espumas y rocas; construyo castillos de soledad, amó la vida y poco antes de fallecer, confesó haber vivido.
AL AIRE EN LA PIEDRA
En la peña desnuda
y en el pelo
aire
de piedra y ola.
Todo cambió de piel hora por hora.
La sal fue luz salada,
el mar abrió
sus nubes,
el cielo
despeñó su espuma verde:
como una flor
clavada en una
lanza de oro
el día resplandece:
todo
es campana, copa,
vacío que se eleva,
corazón transparente,
piedra
y
agua
PABLO NERUDA

Ala principal de la casa

Vista del comedor,

Torre de las campanas, junto al barco que nunca navegó

El Pacífico frente a su casa, su musa

Su tumba, junto a su amada Matilde