Bien mirado, el hecho de no poder contar con amarres seguros cuando sales de crucero, hace aumentar el grado de aventura y te obliga a desarrollar más el instinto, la inventiva y a estar más en contacto con la naturaleza en la que te sumerges. Por otra parte la falta de amarres frena considerablemente la venta indiscriminada de barcos y de esta forma la masificación naútica creciente del litoral.
Aquel que realmente tenga afición tendrá barco, aunque sea fondeado y tenga que mojarse los pies en invierno para abordarlo. Esto redundará en que los navegantes sean menos y más buenos, y mantendrá alejados a los navegantes de pantalán y otros que usan del barco para sacar la barriga...
El que no se consuela es porque no quiere.
