Goces vuesas mercedes de esta perla
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“... En entrando la fuerza del mar, hizo tanta violencia en nuestros estómagos y cabezas, que padres e hijos, viejos y mozos quedamos de color de difuntos, y comenzamos a dar el alma (que eso es el almadiar), y a decir “baac, baac”; y tras esto “bor, bor, bor, bor”; y juntamente lanzar por la boca todo lo que por ella había entrado aquel día y el precedente; y a las vueltas, unos fría y pegajosa flema, otros ardiente y amarga cólera, y algunos terrestre y pesada melancolía. De esta manera pasamos sin ver sol ni luna; ni abrimos los ojos; ni nos desnudamos de como entramos, ni mudamos lugar, hasta el tercer día...” (4) ¡Confesión! ¿Es esto normal? ¡Auxílienme! “Es previlegio de galera que en haciendo un poco de marea, o en andando la mar alta, o en arreciándose la tormenta, o en engolfándose la galera, si te desmaya el corazón, desvanece la cabeza, se arrevuelve el estómago, se te quita la vista, comiences a dar arcadas y a revesar lo que has comido y aún echarte por aquel suelo; y no esperes que los que te están mirando te tendrán la cabeza, sino que todos, muy muertos de risa, te dirán que no es nada, sino que te prueba la mar, estando tú para espirar y aún para desesperar.” (5)
¡Es increíble que, en pleno Renacimiento, la ciencia no pueda remediar tan miserable estado! “Es saludable consejo que el curioso mareante ocho o quince días antes que se embarque, procure de alimpiar y evacuar el cuerpo, ora sea con miel rosada, ora con rosa alejandrina, ora con buena caña fístola, ora con alguna píldora bendita; porque naturalmente la mar muy más piadosamente se ha con los estómagos vacíos que con los repletos de humores malos” ¡Digo remediar, no prevenir! “Es saludable y experimentado consejo, para que uno no se maree ni reviese en la mar, ponga un papel de azafrán sobre el corazón y estése quedo sobre una tabla en el hervor de una tormenta; porque si esto hace puede estar bien seguro que ni se le revolverá el estómago ni se le desvanecerá la cabeza.”(6) Oído al parche los modernos mareantes que se den por aludidos.
